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lunes, 25 de agosto de 2014

Divino Niño

                                    Trafugario
Por: José Óscar Fajardo
 El tema que hoy voy a tratar en mi columna es delicado no sólo desde el punto de vista ideológico respecto a las creencias religiosas  de cada lector, si no de las políticas de producción de un canal nacional de televisión. Me refiero al programa Divino niño, que se emite en las tardes por el no citado emisor. De antemano les aclaro, reiteradamente, que no pretendo inmiscuirme en las creencias de culto de los destinatarios de dicho programa, sino más bien en la pobreza profesional y de creatividad de los productores. En una ocasión anterior yo decía, y por ahora seguiré afirmando, que los latinoamericanos y en efecto los colombianos, somos extremadamente milagreros e inmediatistas. Lo peor de todo es que eso hace parte de nuestra cultura ancestral como ente subjetivo que está inmanente en el cerebro-mente de todos los favorecidos de tamaña herencia cultural. Como todo lo audiovisual, máxime si es a color, le llama profundamente la atención a los individuos desde su más temprana edad, entonces el niño viene internalizando o interiorizando una metodología, por así decirlo, en la cual se demuestra que el éxito en su proyecto de vida será resultado de los milagros y no del trabajo, la disciplina, el arte, la ciencia y la tecnología.
Sé con certeza científica que ustedes me están tildando de enemigo de la religión, de pronto de ateo, de incrédulo y quién sabe qué otros conceptos más. No obstante yo les aclaro que se está enrrostrando una realidad. Si uno quiere ser ingeniero, médico, abogado, deportista, y tener buena salud, el camino más adecuado, expedito, fructífero y certero, es el de la dedicación, la voluntad, y la convicción sine quanon que lo puede lograr. Veamos. Si uno se cae al mar y nadie se dio cuenta, suponiendo que vamos en un paseo en altamar, la única alternativa que le queda para no morir, es nadar irremediablemente hasta que encuentre una tabla  de salvación o simplemente sea capaz de llegar a la playa. El ejemplo parece simple a primera vista. Pero analícenlo detenidamente y en profundidad y se dará cuenta que la teoría del milagro es una vaina bastante incierta desde el punto de vista de lo pragmático. En mi concepto ese tipo de programas lo que hacen es reducir la capacidad de trabajo del individuo, y sobre de todo de estudio y de investigación científica por una parte, y por otra, de quitarle al Estado la enorme responsabilidad que tiene con la gente a través de su sistema de salud, lo que es en Colombia una verdadera vergüenza mundial.

En vez de la teoría del milagro y la del rezo de la muela cariada que es muy común en el universo de Crazy Port, lo mejor es fomentar la cultura de la prevención de enfermedades, la buena alimentación, la educación y el conocimiento en todos los sentidos, el aseo personal, la vivienda digna, las necesidades básica satisfechas y, sobre todas las cosas, combatir la ignorancia porque por ese hueco es por donde entran las desgracias más desgraciadas de los seres humanos. Porque por eso es que en Crazy Port hay quien le regresa ese amor perdido que tanto lo hace padecer, con sólo llevarle una foto de la pérfida al metafísico y unos tres millones de pesos. Por la misma razón y mediante la misma metodología y en un platón de agua, le muestran la cara del tipo que le robó su vehículo particular, Renault 4 modelo 70 que le valió 500 mil pesos, pero llevándole al parasicólogo otros tres millones de pesos. Y cuando tenga problemas conyugales, vaya adonde un mentalista que él se encarga de “fusilarle” a su mujer. Y si usted se deja, también.   

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