Trafugario
Por: José Óscar Fajardo
El tema que hoy voy a tratar en mi columna es
delicado no sólo desde el punto de vista ideológico respecto a las creencias
religiosas de cada lector, si no de las
políticas de producción de un canal nacional de televisión. Me refiero al
programa Divino niño, que se emite en las tardes por el no citado emisor. De
antemano les aclaro, reiteradamente, que no pretendo inmiscuirme en las
creencias de culto de los destinatarios de dicho programa, sino más bien en la
pobreza profesional y de creatividad de los productores. En una ocasión
anterior yo decía, y por ahora seguiré afirmando, que los latinoamericanos y en
efecto los colombianos, somos extremadamente milagreros e inmediatistas. Lo
peor de todo es que eso hace parte de nuestra cultura ancestral como ente
subjetivo que está inmanente en el cerebro-mente de todos los favorecidos de
tamaña herencia cultural. Como todo lo audiovisual, máxime si es a color, le
llama profundamente la atención a los individuos desde su más temprana edad,
entonces el niño viene internalizando o interiorizando una metodología, por así
decirlo, en la cual se demuestra que el éxito en su proyecto de vida será
resultado de los milagros y no del trabajo, la disciplina, el arte, la ciencia
y la tecnología.
Sé con certeza científica que
ustedes me están tildando de enemigo de la religión, de pronto de ateo, de
incrédulo y quién sabe qué otros conceptos más. No obstante yo les aclaro que
se está enrrostrando una realidad. Si uno quiere ser ingeniero, médico, abogado,
deportista, y tener buena salud, el camino más adecuado, expedito, fructífero y
certero, es el de la dedicación, la voluntad, y la convicción sine quanon que lo
puede lograr. Veamos. Si uno se cae al mar y nadie se dio cuenta, suponiendo
que vamos en un paseo en altamar, la única alternativa que le queda para no
morir, es nadar irremediablemente hasta que encuentre una tabla de salvación o simplemente sea capaz de
llegar a la playa. El ejemplo parece simple a primera vista. Pero analícenlo
detenidamente y en profundidad y se dará cuenta que la teoría del milagro es
una vaina bastante incierta desde el punto de vista de lo pragmático. En mi
concepto ese tipo de programas lo que hacen es reducir la capacidad de trabajo
del individuo, y sobre de todo de estudio y de investigación científica por una
parte, y por otra, de quitarle al Estado la enorme responsabilidad que tiene con
la gente a través de su sistema de salud, lo que es en Colombia una verdadera
vergüenza mundial.
En vez de la teoría del
milagro y la del rezo de la muela cariada que es muy común en el universo de Crazy
Port, lo mejor es fomentar la cultura de la prevención de enfermedades, la
buena alimentación, la educación y el conocimiento en todos los sentidos, el
aseo personal, la vivienda digna, las necesidades básica satisfechas y, sobre
todas las cosas, combatir la ignorancia porque por ese hueco es por donde
entran las desgracias más desgraciadas de los seres humanos. Porque por eso es
que en Crazy Port hay quien le regresa ese amor perdido que tanto lo hace
padecer, con sólo llevarle una foto de la pérfida al metafísico y unos tres
millones de pesos. Por la misma razón y mediante la misma metodología y en un
platón de agua, le muestran la cara del tipo que le robó su vehículo
particular, Renault 4 modelo 70 que le valió 500 mil pesos, pero llevándole al
parasicólogo otros tres millones de pesos. Y cuando tenga problemas conyugales,
vaya adonde un mentalista que él se encarga de “fusilarle” a su mujer. Y si
usted se deja, también.