Los soldados y policías que se encuentran secuestrados por las Farc, quedaron con la lapida en el cuello, tras la intervención del presidente Uribe durante la ceremonia fúnebre de los restos del oficial Julián Ernesto Guevara.
No había necesidad de hacer anuncios guerreristas contra la subversión, durante la ceremonia religiosa. Ese tipo de intervenciones quedaba para la plaza pública u otro tipo de reuniones, pero no para un acto religiosa motivado por lor orígenes de la guerra, como fue la muerte del oficial. Esta forma de intervenciones es lo que ha llevado a los resultados que ocupaban la atención de los asistentes al acto litúrgico y es lo que ha impedido la liberación más pronto de los cautivos, entre ellos el sargento Pablo Emilio Moncayo, cuya liberación se esperaba mucho antes.
Con todo el respeto que se merece el jefe del estadio, hay que decirlo, que esos comportamientos, lamentablemente no ayudan en nada a la pacificación nacional, porque nadie es tan tono para agachar la cabeza, con ese tipo de mensaje. Un jefe de estado debe ser el que da ejemplo a sus gobernados con mensajes cautivantes, que aislen el odio y que permitan reflexión nacional; pero nos preguntamos, cómo un niño o un joven que escuchen terminos como el de recatar a los secuestrados con violencia, pueden adquirir comportamiento de tolerancia, si el ejemplo de la agresión verbal, proviene del más alto representante de un país, así sea la verdad o no.
Con justa razón los familiares de los secuestrados se mostraron en desacuerdo con esa intervención durante un acto que brilló de solemnidad y en el que solo debería haber relucido la tranquilidad, la paz, el amor, la hermandad, la ternura y los propósitos creativos que ayuden a generar esperanza. Pero lamentablemente para los familiares de los secuestrados, aumentó la incertidumbre y la desesperanza de ver con vida a sus seres queridos, victimas de la guerra que la politiquería, la corrupción, el afán desaforado de poder y la ambición, le han traído desgraciadamente a este país.
Ojala que tengamos en Colombia en el inmediato futuro quién dirija los destinos sociales y económicos con la mano, no dura, sino guiada por la justicia y la equidad para que esos 8 millones de conciudadanos que han llegado a la indigencia en los últimos años puedan volver a formar parte por lo menos de los 20 millones de pobres de este país, porque estos factores son los que originan diariamente la violencia que se ha ensañado peligrosamente en las grandes ciudades en los últimos 4 años, con la aparente y engañosa tranquilidad de los campos.