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sábado, 9 de abril de 2022

Los peligros de la incompetencia

Mario González Vargas
El silencio del registrador Vega acrecienta las incógnitas, preocupaciones y señalamientos que han acompañado su gestión en el proceso electoral en curso. Ha preferido aislarse cuando el país entero reclama transparencia en un certamen electoral que se vislumbra apretado y cuyo resultado no puede ni debe ser teñido por sombras, dudas y descalificaciones que lo deslegitimen. No compareció al Senado, ni ha dado respuesta a las solicitudes que se le han formulado para saber de las correcciones a las irregularidades que se presentaron el 13 de marzo, y procurar así despejar las sospechas de incompetencia que lo acompañan y las amenazas que se ciernen sobre los resultados del proceso electoral. Vano sería pretender que las irregularidades observadas en las mesas de votación y en los formatos de las actas electorales se vean superadas con el solo traslado de las mismas a los entes de control, porque a ellos solo les corresponden las diligencias penales y disciplinarias.

No debe escudarse en que toda acción disciplinaria o judicial que apunte a su remoción no culminaría a la brevedad requerida y en la imposibilidad legal de reemplazarlo por un funcionario ad-hoc, para evadir la enorme responsabilidad que le atañe con la democracia en Colombia. Así lo entendió el CNE al solicitarle contratar a la mayor brevedad una auditoría internacional a los softwares de las elecciones, sobre cuyas especificaciones prevalece el misterio de saber si el contratado con Indra, y cuestionado, ha sido entregado, o seguimos con el que permitió las irregularidades que en pasada elección afectaron al partido Mira, aclaración requerida reiteradamente por el expresidente Pastrana, sin merecer respuesta alguna.

La incompetencia del registrador no puede llegar hasta menospreciar el interés que suscita la elección del futuro presidente de Colombia en un contexto de polarización interna y de factores externos que intervienen abiertamente y son susceptibles de afectar la seguridad nacional y la preservación de la democracia en Colombia. En el mundo globalizado ningún país puede sentirse ajeno a los conflictos que estremecen al mundo, porque las contiendas por las supremacías nos involucran a todos, independientemente del confín en el que nos encontremos. Las afinidades ideológicas concitan solidaridades, como se observa en las acciones de los regímenes de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia, y en las de la Internacional Socialista, el Foro de Sao Paulo o el Grupo de Puebla, que encuentran fuerzas políticas afines en el escenario colombiano. Ello explica la protección de Maduro al ELN y a las disidencias de las FARC, la presencia rusa en Venezuela, con sus capacidades cibernéticas para atacar comunicaciones, medios de información, infraestructura energética, bancaria, militar, tecnológica y electoral, detectada por la inteligencia colombiana y estadunidense, y develada con el arresto del agente ruso y su lavado de activos en Colombia para adelantar su tarea disruptiva en las elecciones nuestras.

Si no tenemos la capacidad de prevenir, nos veremos posiblemente abocados a un repudio del resultado electoral y a un intento violento de un golpe de estado concertado a la democracia colombiana. Es el peligro que entraña la incompetencia.

miércoles, 22 de julio de 2020

El valor de la palabra de obispo

         Mario González Vargas

Resulta ilusorio pensar que los efectos de la pandemia del COVI-19 lograrían desvanecer los distintos problemas que confronta el país. Nos lo ha recordado el Arzobispo de Cali, Darío de Jesús Monsalve, con su ominosa declaración en la que atribuye al gobierno de Iván Duque “una venganza genocida contra los procesos de paz con las Farc y el Eln (...) para desvertebrar, desmembrar completamente la sociedad, las organizaciones sociales y la democracia”. Se trata de la imputación del más grave de los delitos contemplados en el Derecho Internacional Humanitario, que por su propia gravedad y naturaleza no puede formularse simplemente por sentimientos de animadversión política, por quien se halla investido de la labor de propagar el evangelio y con ello promover la reconciliación entre los colombianos. Por ello, le asiste la obligación de presentar las pruebas que sustentarían sus graves afirmaciones, o una honorable retractación, con propósito de enmienda, para no verse incurso en diligencias judiciales por razón de su intemperancia. Le convendría al Arzobispo desistir de su carácter de militante para sumarse a la búsqueda de la paz que nos compromete a todos, incluida la Iglesia de la mayoría de los colombianos.

 

El acuerdo de paz con las FARC-EP, a pesar de la ilegitimidad de origen que lo afecta por decisión de la voluntad popular, ha venido ejecutándose con las naturales dificultades propias de los acuerdos de su misma naturaleza. El mayor desafío que hoy confrontamos es el de las Grupos Armados Organizados (GAO) que se disputan el dominio de territorios en donde compiten por los réditos del narcotráfico y ejercen, en ausencia de la institucionalidad, un brutal control sobre las comunidades que tienen que padecer el dantesco terror del que son víctimas. Todas ellas, y especialmente el ELN y las disidencias de las FARC, son engranajes de un escenario geopolítico para consolidar el poder dictatorial de Maduro y la supervivencia del régimen castrista en Cuba. Representan el mayor desafío a la soberanía, seguridad e integridad territorial que jamás haya confrontado Colombia desde los días de su independencia. La respuesta no puede centrarse en una negociación con el ELN, tan proclive a desgastar a los gobiernos en tratativas prolongadas que abandonan a su antojo y conveniencia. Implicaría eludir y posponer la presencia activa de la institucionalidad en todo el territorio nacional y que hoy constituye la ineludible obligación del Estado Colombiano. Consolidar el Estado Social de Derecho es tarea imprescindible para la seguridad, la justicia, la cohesión y solidaridad sociales, el desarrollo económico, las libertades y la provisión igualitaria de los servicios del Estado a todos los ciudadanos. Permitiría sembrar semillas de paz en los territorios y en las comunidades más violentadas por la criminalidad que nos ha afligido por décadas. Es una tarea irrenunciable, porque de ella depende el futuro de la Nación. La paz requiere el imperio de la ley en todo el territorio. Esperemos que así lo entienda Monseñor Monsalve para que su palabra recobre consideración y respeto.


domingo, 8 de febrero de 2015

Las Farc y los cambios estructurales

Horacio Serpa
Definitivamente las Farc renunciarán a la lucha armada y se incorporarán a la vida democrática de los colombianos. Lo acaban de anunciar en La Habana. Es de celebrarlo. Durante 50 años se mantuvieron en rebeldía tratando de tomarse el poder para producir en el país un cambio revolucionario, sin lograrlo. Lo intentaron, tuvieron momentos de triunfos y de esperanza, en varias ocasiones dialogaron con distintos gobiernos buscando acuerdos políticos que permitieran espacios de convivencia que nunca llegaron. Ahora, después de dos años de encuentros, vivimos el momento esperado por todos los colombianos.
No podemos pensar que en pocas semanas se materializará el grande y definitivo acuerdo. Pero vamos por la senda correcta, sin marcha atrás. Faltan difíciles decisiones, de lado y lado: convenir los puntos básicos de la desmovilización, lo relativo a las armas y la forma de incorporarse sin fierros en las manos a una sociedad que los espera expectante, nerviosa, entre alegra e incrédula, convencida de que sin guerrilla comenzará una nueva vida para todos.
El gobierno ha puesto mucho para alcanzar este momento, a partir de aquel en el cual el Presidente Santos se desmarcó del concepto de “la amenaza terrorista” para reconocer que existe “un conflicto armado”. Fue un momento de quiebre que generó graves confrontaciones políticas que se mantienen, pero abrió el camino al proceso de paz que debe terminar este año.  Debemos reconocer que las Fuerzas Militares y de Policía pusieron una alta cuota de sacrificio y que su lucha impidió el triunfo subversivo. Aun cuando no estamos en un caso de rendición, los acuerdos de Cuba serán motivo de alegría y victoria en la Fuerza Pública.
Dijeron las Farc que se convertirán en Partido Político. Importante determinación, máxime que también expresaron el propósito de “impulsar las grandes reformas”. Muchas veces he dicho que sin reformas estructurales, es decir, a fondo, que cambien el modelo de sociedad existente, no llegaremos a la paz deseada, que, como tanto se pregona, debe ser “estable y duradera”.
A eso debemos dedicarnos. ¿Incluso con las Farc convertida en Partido Político? Desde luego, pues la tarea será de las voluntades democráticas que deseen un país incluyente, ético, justo, desarrollado, en el que todos quepamos, con oportunidades para la igualdad, la emulación política con garantías, la libre empresa, la prosperidad general y una justicia recta, imparcial y oportuna.
¿Será verdad tanta belleza? Claro, si nos lo proponemos, solidarios, sin egoísmos, con reglas claras, autoridades transparentes,  ciudadanos que sepan cuáles son sus deberes y los cumplan.
Si acabamos la guerra que sea para siempre. Hace 200 años luchábamos para independizarnos y lo logramos. Nos quedó la manía de pelear, hasta hoy. Por eso somos pobres, nos han explotado y no valemos lo que merecemos. Adelante con el proceso de paz. “Atrás, ni para coger impulso”.
Bogotá D.C., 7 de Febrero del 2015

domingo, 21 de septiembre de 2014

La discusión en el congreso sobre los paramilitares y las Farc

Tomado de la Revista Semana
Cepeda y Uribe, ¿el debate del año o del daño?
El mano a mano entre el senador Cepeda y el expresidente Uribe no cambió la opinión de ningún colombiano.
Alberto Uribe Sierra, padre del expresidente Álvaro Uribe, fue asesinado
 por guerrilleros de 
las Farc en 1983. - El senador Manuel Cepeda Vargas,
padre del senador Iván Cepeda, fue asesinado por agentes
 del Estado y paramilitares, en 1994.

Lo extraordinario del debate sobre el paramilitarismo de la semana pasada en el Congreso de la República no fue tanto el contenido como la historia de los protagonistas. El padre del citante, Iván Cepeda, fue asesinado por los paramilitares. El del citado, el expresidente Uribe, fue asesinado por las Farc. Esos trágicos antecedentes no fueron los únicos que rodearon ese debate. El ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, y los senadores Carlos Fernando, Juan Manuel Galán y Rodrigo Lara son asimismo hijos de hombres asesinados por guerrilleros y narcotraficantes. Esa circunstancia dice más de los últimos 30 años de la historia de Colombia que la andanada de acusaciones mutuas que se escuchó en el recinto. (Ver recuadro: Una violencia que los dejó sin padres).
Los dos principales protagonistas, Uribe y Cepeda, tienen razones para considerarse simultáneamente ganadores y perdedores de ese mano a mano. De Iván Cepeda impresionó la serenidad con que habló y la diligencia con que recopiló el pliego de cargos contra Uribe. De Álvaro Uribe llamó la atención no solo su tradicional elocuencia sino la indignación de inocente que reflejó ante las acusaciones. 
La intención de Cepeda era demostrar los supuestos vínculos históricos del ahora senador Uribe con el cartel de Medellín y los paramilitares. Para ello presentó documentos que relacionan a Uribe y a su padre con el clan de los Ochoa y los Cifuentes Villa, a quienes supuestamente les otorgó licencias de vuelo mientras fue director de la Aeronáutica Civil. Para el senador de la izquierda los nexos del expresidente con ellos antes de llegar a la Casa de Nariño fueron más allá de la simple condición de compadres que compartían poesía, aguardiente y caballos. También mencionó que Jaime Alberto Uribe Vélez, un hermano, tuvo algo más que una relación sentimental con Dolly Cifuentes Villa, la mujer extraditada el año pasado por haber sido el enlace del cartel de Sinaloa en Medellín. Luego vinieron los videos y una puesta en escena de testimonios de paramilitares que han señalado a Uribe de haber impulsado la conformación de las Convivir y posteriormente las Autodefensas Unidas de Colombia. Leer en Revista Semana

sábado, 15 de mayo de 2010

Fue el momento, no Uribe

Fuente: Revista Semana - Reenviado por José William Villarreal

Autor:  JUAN SEBASTIAN LOPEZ SALAZAR
Creada: mayo 13 de 2010

En 1998, Andrés Pastrana (grafica) ganó las elecciones proyectándose como el hombre que podría lograr la paz en Colombia. Su publicidad política radicó en una foto que se tomó con “Tirofijo”, la cual llenó a la gente de esperanza y unió a una parte del pueblo en un solo sentimiento.

Todo estaba dado para firmar la paz entre el Estado y la Guerrilla. Se cedió a las peticiones del grupo armado, zona de distensión sin Ejército. Se le darían las condiciones para un acuerdo de paz completo. Tenían la salida política al alcance de sus manos: Era el momento histórico perfecto para las Farc. Pero su miopía política lo arruinó todo.

Las Farc se creyeron ganadoras de una guerra y olvidaron el Estado y el sentimiento colectivo de los colombianos. Como siempre, creyendo lo más alejado de la realidad, que son el ejército del pueblo y poseen la solución, que nunca serán. “Simón Trinidad” daba declaraciones de triunfo en los medios de comunicación. Hasta trataron con desdén a Pastrana, que, casi arrodillándose, seguía con sus planes de paz.

Las Farc haciendo gala de su estado de interdicción olvidaron lo otro que hacía el Estado. Mientras se aprovechaban e hicieron del Caguán una zona del delito, Pastrana armaba el ejército, lo fortalecía, firmaba el Plan Colombia y hacía el conflicto colombiano de conocimiento internacional.

El sentimiento, la esperanza del pueblo se centró allí en esa mesa de paz. Estaba dispuesto a perdonar y a empezar de nuevo una Patria libre. En el momento en que Pastrana rompía la mesa de diálogo, el Estado no tenía una opción distinta de ir a combatir a las Farc. Las Farc no le daban otra alternativa al gobierno, que ya, para este momento, estaba fortalecido militarmente. Y el mundo era testigo de los atropellos que vivía la población.

Todo esto estallaba en un momento preelectoral, en el cual aparece Álvaro Uribe, quien supo encarnar el sentimiento de guerra, de matar o matar que para el momento abrigaban las mayorías en de la Colombia herida. Hecho que cegó al pueblo, que no entendió, que no era Uribe el único llamado a acabar con las Farc militarmente, si no que cualquier gobernante que llegara al poder--Lucho, Noemí, Serpa-- tenían la obligación de atacar, con fuerza, a las Farc.Y para ello ya tenían un nuevo Ejército y la ayuda internacional.

Así llegó Uribe al poder, con un plan de gobierno dictado por el momento histórico que vivía el País: Guerra. Y él sabía manejar el discurso. Pero Uribe siempre ha sido un personaje oscuro y siniestro. Había sido oscuro y siniestro en todos sus cargos públicos: Director de la Aeronáutica Civil, Gobernador de Antioquia, Senador de la República. Y fue un personaje oscuro y siniestro como Presidente y lo seguirá siendo ahora como ex-Presidente.

El 7 de agosto del presente año Uribe dejará el poder. Entregará una Patria herida y desecha. Una Patria que, sino fuera por Venezuela, sería el peor país de la región. Porque Uribe no cumplió con la misión que le dictaba el momento --acabar con las Farc--. Y deja consecuencias fatales para Colombia. Uribe es lo peor que le pudo pasar a Colombia. Implica un retroceso histórico sin igual. LEER MÁS...

miércoles, 7 de abril de 2010

Nunca es tarde para el acuerdo humanitario

------------------------------------HORACIO SERPA
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Han pasado ríos de tinta, sangre y plomo en los últimos años mientras los secuestrados por las Farc se pudren en la selva, mueren en penosas condiciones, son liberados a cuentagotas o se rescatan en operaciones que ponen en jaque a la guerrilla pero no resuelven el drama de quienes se quedan atados a la incertidumbre.

La guerra no ha parado un solo instante en los últimos cincuenta años. En 1998 se intentó ganar la paz en una negociación fallida, que frustró al país y le abrió el camino a una cruzada de intensa lucha armada que devoró el presupuesto nacional y cerró las puertas a la salida negociada. En resumen: ni hemos ganado la paz, ni hemos ganado la guerra. Y seguimos perdidos en el torbellino de la confrontación y la desesperanza.

La entrega de los despojos mortales del Coronel Julián Guevara, es el episodio más triste de esa novela de horror que padece el país, cuyos capítulos se transmitían cada cierto tiempo en la televisoras nacionales e internacionales. Muerto en cautiverio, las Farc tardaron cuatro años en devolver sus restos, gracias a la mediación valerosa y altruista de Piedad Córdoba y la Iglesia.

Pero el capítulo final no se ha escrito. Porque 22 compatriotas siguen en la selva, en medio de las condiciones más adversas, vistiendo con honor el uniforme de las Fuerzas Militares y la Policía, sin que se escuchen sus plegarias que buscan un Acuerdo Humanitario. Por el contrario, en la propia Catedral Primada de Colombia, se niega esa posibilidad y se reafirma la orden del rescate militar.

En medio de la campaña electoral es imposible dejar de plantear el tema del Acuerdo Humanitario como un asunto vital. Porque el futuro que se le ofrece a la nación no puede ser el de más guerra y tierra arrasada, ni más destrucción de nuestra economía y nuestro bienestar. ¿Si otros países han podido, por qué Colombia no?

La solución negociada del conflicto armado no significa la rendición de la democracia, ni entrega, ni apaciguamiento, como pregonan los que todavía lloran el fin de la doctrina Bush de lucha contra el terrorismo. La época del miedo que inspiró Bush, ya terminó. Ahora estamos en la era de la democracia y la ibertad, de Obama.

Es prehistórico seguir haciendo apología de la guerra total y cerrar las puertas a un Acuerdo Humanitario que permita a la política integrarse a la estrategia militar para buscar una salida real al conflicto armado. Hay que tener valor para asumir dicho mandato histórico. Quien quiera ser Presidente de Colombia tiene que hablar claro sobre este aspecto trascendental. Es imposible que la única oferta para gobernar sea la de mantener una guerra costosa, interminable y difícil de ganar si se libra solo en el campo militar.

Todos los colombianos anhelamos que se acaben las Farc, pero no queremos que en ese camino acabemos con Colombia. Pensemos en serio en el Acuerdo Humanitario.

martes, 6 de abril de 2010

Con la lapida en el cuello

---------------------------------------Por Bernardo Socha Acosta

Los soldados y policías que se encuentran secuestrados por las Farc, quedaron con la lapida en el cuello, tras la intervención  del presidente Uribe durante la ceremonia fúnebre de los restos del oficial Julián Ernesto Guevara.

No había necesidad de hacer anuncios guerreristas contra la subversión, durante la ceremonia religiosa. Ese tipo de intervenciones quedaba para la plaza pública u otro tipo de reuniones, pero no para un acto religiosa motivado por lor orígenes de la guerra, como fue la muerte del oficial. Esta forma  de intervenciones es lo que ha llevado a los resultados que ocupaban la atención de los asistentes al acto litúrgico y es lo que ha  impedido la liberación más pronto de los cautivos, entre ellos el sargento Pablo Emilio Moncayo, cuya liberación se esperaba mucho antes.

Con todo el respeto que se merece el jefe del estadio, hay que decirlo, que esos comportamientos, lamentablemente no ayudan en nada a la pacificación nacional, porque nadie es tan tono para agachar la cabeza, con ese tipo de mensaje.  Un jefe de estado debe ser el que da ejemplo a sus gobernados con mensajes cautivantes, que aislen el odio y que permitan reflexión nacional;  pero nos preguntamos, cómo un niño o un joven que escuchen terminos como el de recatar a los secuestrados con violencia, pueden adquirir comportamiento de tolerancia, si el ejemplo de la agresión verbal, proviene del más alto representante de un país, así sea la verdad o no.

Con justa razón los familiares de los secuestrados se mostraron en desacuerdo con esa intervención durante un acto que brilló de solemnidad y en el que solo debería haber relucido la tranquilidad, la paz, el amor, la hermandad, la ternura y los propósitos creativos que ayuden a generar esperanza. Pero lamentablemente para los familiares de los secuestrados, aumentó la incertidumbre y la desesperanza de ver con vida a sus seres queridos, victimas de la guerra que la politiquería, la corrupción, el afán desaforado de poder y la ambición, le han traído desgraciadamente a este país.

Ojala que tengamos en Colombia en el inmediato futuro quién dirija los destinos sociales y económicos con la mano, no dura, sino guiada por la justicia y la equidad para que esos 8 millones de conciudadanos que han llegado a la indigencia en los últimos años puedan volver a formar parte por lo menos de los 20 millones de pobres de este país, porque estos factores son los que originan diariamente la violencia que se ha ensañado peligrosamente en las grandes ciudades en los últimos 4 años, con la aparente y engañosa tranquilidad de los campos.

jueves, 9 de abril de 2009

Tregua Santa

Colombia, miércoles 8 de abril de 2009 - Fuente elnuevosiglo

HORACIO SERPA
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El Presidente Uribe le propuso a las Farc iniciar en Semana Santa una tregua por cuatro meses, que permita el inicio de un nuevo proceso de paz. La noticia ha generado toda clase de reacciones, dado que el Gobierno ha preferido en los últimos seis años la mano dura de la seguridad democrática y no el corazón grande de la negociación. Lo dos mandatos del Presidente Uribe han sido una larga apuesta por la derrota militar y política de las Farc. La verdad es que se han logrado buenos resultados.

Nada se ha dejado al azar. El Gobierno ha sido reiterativo en su estrategia de guerra total contra las Farc. No en vano fue el principal aliado de George W. Bush en la cruzada mundial contra el terrorismo y su postura es vista por algunos estrategas militares como el paradigma de lo que se debe hacer con un país en épocas de guerra. Colombia y no Irak es el modelo a seguir que recomiendan los expertos en Afganistán.

La reciente propuesta del Presidente Uribe tiene que entenderse en el contexto de un nuevo escenario internacional marcado por el fin del discurso de lucha contra el terrorismo en los Estados Unidos, y una estrategia interna de acercamiento a las nuevas realidades políticas y paradigmas sociales. Si desde la Casa de Nariño se habla de paz es quizá porque se ha entendido que llegó el momento de cambiar de carril y hacer un giro hacia el centro.

Dados los antecedentes es bueno contextualizar el momento que vive Colombia, marcada por la crisis económica, la incertidumbre política, la zozobra ante el crecimiento de la inseguridad y el auge del narcotráfico. La paz siempre surge como una esperanza, un anhelo colectivo. Para el Ejecutivo hoy es más rentable, políticamente, hablar de tregua y diálogo que de guerra total, enemigos internos y terroristas. A muchos colombianos nos parece correcto el objetivo de la paz. La Iglesia Católica marcha en ese sentido.

Las Farc han sido refractarias a los llamados del Presidente Uribe. Los golpes militares del gobierno, sin embargo, duelen en la moral de las tropas revolucionarias, que soportan el embate oficial. Los jefes insurgentes no están dispuestos a negociar con Uribe sin haber alcanzado primero el Acuerdo Humanitario, que es un tema de honor del Secretariado General, mucho más después de la Operación Jaque.

Las Farc han optado por el diálogo epistolar con Colombianos por la Paz. Para ellas el modelo del Alto Comisionado para la Paz está agotado. Por eso han recrudecido sus operativos militares. No es derrotados como esperan llegar a una mesa de negociaciones.

Dada la magnitud del conflicto y sus altos costos para el país, bien harían las Farc en cogerle la caña al Presidente Uribe. Decretar una tregua unilateral, que debería dar paso a una agenda de cambios profundos en la manera como se entiende el conflicto armado. Necesitamos una tregua santa para salir de este víacrucis. Volver a Inicio > Politica social >

domingo, 26 de octubre de 2008

EL RESCATE DE ORCAR TULIO LISCANO



Comunicado a la opinión pública sobre el rescate de Óscar Tulio Lizcano


La libertad de Óscar Tulio Lizcano es un motivo de alegría para Colombia.

Celebro este nuevo éxito de la fuerza pública colombiana, a la que debemos aplaudir por esta operación que le regresó la vida en libertad al ex congresista caldense. Ha terminado una pesadilla de más de ocho años.

Acompaño solidariamente a su familia en este momento feliz. La señora Martha, sus hijos y demás familiares han mostrado una especial entereza durante esta larga y angustiosa espera. La Nación los abraza con cariño.

El pueblo de Santander se une a la celebración por el regreso de Óscar Tulio Lizcano. Es una satisfacción que mantiene viva nuestra esperanza de que los secuestrados puedan volver pronto a sus hogares.

El secuestro le ha hecho mucho daño al País. Colombia no merece seguir sufriendo la tristeza de este flagelo. La violencia nos ha azotado injustamente durante mucho tiempo. ¡Basta ya!

A Óscar Tulio, el más afectuoso saludo de bienvenida.

Horacio Serpa Uribe, 26 de octubre de 2008

miércoles, 28 de mayo de 2008

A REY MUERTO, REY PUESTO


Por: Horacio Serpa

La muerte de Marulanda no es, por sí sola, un hecho traumático e insuperable para las FARC. Es dable pensar que fue comentado, estudiado, previsto y resuelto en su cúpula, con tiempo y la propia participación de su supremo comandante. Marulanda tenía casi ochenta años y estaba en plena confrontación armada. La verdad de la guerra es la muerte, como sucede con la vejez. A bala, o por viejo, la desaparición del legendario guerrillero era asunto que se veía venir.

Lo malo para las FARC es que haya ocurrido en un contexto tan complicado y desfavorable. Nunca tuvieron que enfrentar una arremetida militar tan fuerte, ni habían sufrido tantos golpes contundentes en la guerra y en el alma. En los últimos años han perdido iniciativa, territorio y capacidad de combate. No están acabados, pero sus estructuras logísticas, militares y de dirección se encuentran afectadas. Se supone que también sus finanzas, lo que desmejora la capacidad militar y lesiona los ánimos de la tropa.

Como si fuera poco, el alto mando empezó a ser destruido por la metralla oficial, algo impensable hasta hace poco. La seguidilla de Reyes y Ríos, mas la deserción de Karina, y la caída o captura de otros mandos importantes, tienen que haber causado incertidumbre y angustia. A lo que debe agregarse que hizo mella en la moral revolucionaria la delación y la deserción como estrategias de combate.

A eso debe sumarse que las FARC hace rato están políticamente derrotadas.

Si es verdad que hace varios lustros desapareció la posibilidad de lograr el poder con las armas, ¿qué mantenía la moral en alto en la gente de las FARC? Precisamente la idea de que eran invencibles, en lo que hoy no deben creer allá adentro.

Menudo problema para Alfonso Cano, designado nuevo jefe, lo que tampoco es sorpresivo. Tarde o temprano lo iba a ser.
Cano es intelectualmente preparado, ideólogo, político, dialéctico, persuasivo y perspicaz. También es un guerrero, como en medio de la conflagración les toca demostrar a los intelectuales para no ser barridos por los troperos.

Siendo un duro, Cano tiene el juicio y la capacidad de examinar el estado de la guerra, el momento político, el entorno internacional y la interna situación fariana, y tomar determinaciones que le permitan a las FARC recuperar espacios perdidos. Dadas las cosas, no será en el campo militar, sino en el político, para lo que es recursivo y hábil. Siendo hombre de carácter y gozando de la credibilidad que le otorga la reciente designación, su responsabilidad para con las FARC es histórica: profundizar la guerra corriendo el riesgo de la derrota, o explorar la posibilidad de la salida política, que le sirve a todos los colombianos, ellos incluidos.

Cano estremeció al país cuando dijo en Caracas: "hemos debido encontrarnos hace 5.000 muertos". Ojalá no espere que al desangre ocurrido desde entonces, se deba agregar 5.000 muertos más. Bucaramanga, 27 de Mayo, 2008 Volver a Inicio >

viernes, 18 de enero de 2008

Patología del crimen



Por Alirio Gómez M
Los estudiosos aseguran que los seres más crueles de la historia, los asesinos más sádicos, los más eficientes exterminadores del género humano han sido monstruos de que de una u otra forma ha tenido que ver con el gobierno y la política. Concluyeron que la principal causa de que muchos políticos y gobernantes se transformen en asesinos sin alma y sin pudor radica en el error de creer que el Estado/la política/partidos/revoluciones, están por encima del individuo. Ese principio evoluciona fácilmente a: "todo vale con tal de servir a…" o en el todavía más peligroso "el fin justifica los medios". Ahí está el origen de la patología asesina que absorbió a las Farc y el ELN en Colombia.

Los campeones universales del crimen son los comunistas Mao Zedong y José Stalin, los emperadores romanos Nerón y Calígula; Adolfo Hitler, Pol Pot, el príncipe Vlad Tepes Drácula de Valaquia, conocido como el empalador y que llegó a torturar hasta la muerte a más de 100.000 personas; el monje Torcuatro ejecutor en la Santa Inquisición, la condesa Elizabeth de Bathery, que desangró a casi un millar de niñas para bañarse en su sangre, Iván el Terrible, Robespierre, Idi Amín Dadá, el doctor Méngüele y Manuel Marulanda Vélez. Son también asesinos de la humanidad: Lenin, Troski, Atila, rey de los hunos; Filipo de Macedonia, Alejandro Borgia, Benito Musolini, Enver Hoxha, Francisco Franco, Nicolai Ceaucescu y Fidel Castro. También Gengis Kan, Kublai Kan, Mobutu Sese Seko, Robert Mugabe, el dictador portugués Oliveira Salazar y muchos otros.

Posiblemente ese panorama, que no es de Colombia sino de la humanidad, sea lo que ha llevado a más de 500 ex guerrilleros presos a pedirle a las Farc y al gobierno que no los incluyan en la lista de los canjeables. Posiblemente el entender que una cosa es la "revolución" y otra diferente la práctica sistematizada del crimen, es lo que los ha impulsado a no contagiarse de esa infernal patología que tiene consumido al "Secretariado de las Farc". Posiblemente el querer ser personas normales: seres que sienten, piensan y actúan sin tener que supeditarse la esclavitud de pertenecer a una organización criminal, lo que los ha llevado a unirse. Posiblemente han entendido que la enfermedad se cura a partir del momento de reconocer que se le padece y querer curarse, cosa que no existe en las Farc.

El arrepentimiento expresado por los más de 500 guerrilleros de las Farc presos, es un válido aporte y palpable principio de erosión y desmoralización en que entró las Farc. No debe ser muy placentero pertenecer a un a organización de criminales compulsivos, sin entrañas, sin moral, sin presente y sin futuro. Regresar a Inicio bersos.com

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