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sábado, 2 de octubre de 2010

TRAFUGARIO

-----------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO


FUE QUE USTED NO PITÓ

Parece el título de un cuento garciamarquiano y además esto que les voy a contar, no pasó en Macondo. Otra cosa es que Colombia se parezca a Macondo. Un indicador de pobreza de una familia puede ser un perro flaco. Un indicador de que la novia de uno ya no lo quiere, es que tenga otros cinco novios. Un indicador de la neurosis colectiva es que la gente se agarra de cualquier circunstancia, por estúpida que sea, para armar un conflicto nuclear para de esa manera hacerle, sin saber, una catarsis a su endiablado cerebro. Yo no estoy hablando ni haciendo alusión a la policía ecuatoriana porque no me queda bien meterme en los conflictos internacionales. Tampoco me estoy refiriendo al lamentable y triste caso de la senadora Piedad y el procurador desalmado. Lo que pasa es que los casos se parecen tanto que da para pensar en eso. El viernes en la mañana en una calle céntrica de la ciudad, un hombre que vendía frutas en un carromato hechizo, fue el actor principal de una comedia común y demasiada cotidiana en la patria colombiana. Un señor en su auto echa reverso y sin darse cuenta, toca levemente al actor en una pierna y a su vez a la carretilla de la cual se caen dos o tres mandarinas. Ahí en ese momento se arma la tercera guerra mundial.

El energúmeno actor se le va lanza en ristre encima al conductor del auto quien no se dio de cuenta de nada porque en realidad nada pasó. Hola viejo gran triple hijuela gran pero bueno (no repito porque me da vergüenza con los menores que lean esta columna) usted es que no ve por dónde manda esa coscorria de carro que hasta robado será, no se haga el mari… que no se está metiendo con cualquier cagalé… y ciento cincuenta millones de epítetos más. El señor del carro anonadado pero tranquilo le dice: fresco hombre, que por cualquier daño causado yo le respondo no importa cuánto tenga qué pagar. A mí no me venga a humillar viejo hijue… que yo también tengo con qué tragar. No sea grosero, señor; más bien muéstreme los daños y dígame cuánto le tengo qué pagar. Ah, y ahora lo va a insultar, le dijo otro chacero que se sumó gratis a la gresca contra el señor. Jubilado jijuep… le gritó una señora regordeta y tuerta que ofrecía amuletos para la buena suerte. Y otros así sucesivamente. Como a los veinte minutos había por lo menos cincuenta vendedores ambulantes de cuanto cachivache hasta ese momento se había inventado la humanidad. Entonces como cosa rara la policía apareció.

Qué sucede acá, dijo uno de los uniformados. Y uno de los vendedores callejeros contestó en forma de insulto: Lo que pasa es que este viejo gamonal quiere asesinar a nuestro compañero de trabajo porque es pobre y vende en la calle. No señor, dijo el dueño del automóvil. Yo no le he hecho absolutamente nada. Di reverso y escasamente lo toqué pero ofrecí pagarle cualquier daño que le haya causado. Entonces el ofendido le gritó: “Lo que pasó fue que usted no pitó, viejo maricón. Este viejo asesino no pitó. Creen que porque tienen plata asesinan al que quieren y se quedan muertos de risa. Por eso es que el país está así… y bla bla bla. Y toda la turba lo apoyaba como si les estuviera hablando un caudillo mesiánico o un expresidente famoso. Esos estados esquizofrénicos de la gente es lo que lo pone a uno a pensar, cómo está la temperatura de la gente. Consideren ustedes con cabeza fría, de qué argumento se agarró el hombre de la calle para crear un conflicto que sin no es por la presencia de los dos uniformados hubiera podido terminar mal. Diría Freud ¿Por qué ese malestar en la cultura? El Tánatos es la pulsión del hombre hacia la muerte. Entonces se puede uno preguntar ¿será que el tanatismo tiene marcado el destino del hombre colombiano en un final siniestro?

martes, 6 de abril de 2010

Con la lapida en el cuello

---------------------------------------Por Bernardo Socha Acosta

Los soldados y policías que se encuentran secuestrados por las Farc, quedaron con la lapida en el cuello, tras la intervención  del presidente Uribe durante la ceremonia fúnebre de los restos del oficial Julián Ernesto Guevara.

No había necesidad de hacer anuncios guerreristas contra la subversión, durante la ceremonia religiosa. Ese tipo de intervenciones quedaba para la plaza pública u otro tipo de reuniones, pero no para un acto religiosa motivado por lor orígenes de la guerra, como fue la muerte del oficial. Esta forma  de intervenciones es lo que ha llevado a los resultados que ocupaban la atención de los asistentes al acto litúrgico y es lo que ha  impedido la liberación más pronto de los cautivos, entre ellos el sargento Pablo Emilio Moncayo, cuya liberación se esperaba mucho antes.

Con todo el respeto que se merece el jefe del estadio, hay que decirlo, que esos comportamientos, lamentablemente no ayudan en nada a la pacificación nacional, porque nadie es tan tono para agachar la cabeza, con ese tipo de mensaje.  Un jefe de estado debe ser el que da ejemplo a sus gobernados con mensajes cautivantes, que aislen el odio y que permitan reflexión nacional;  pero nos preguntamos, cómo un niño o un joven que escuchen terminos como el de recatar a los secuestrados con violencia, pueden adquirir comportamiento de tolerancia, si el ejemplo de la agresión verbal, proviene del más alto representante de un país, así sea la verdad o no.

Con justa razón los familiares de los secuestrados se mostraron en desacuerdo con esa intervención durante un acto que brilló de solemnidad y en el que solo debería haber relucido la tranquilidad, la paz, el amor, la hermandad, la ternura y los propósitos creativos que ayuden a generar esperanza. Pero lamentablemente para los familiares de los secuestrados, aumentó la incertidumbre y la desesperanza de ver con vida a sus seres queridos, victimas de la guerra que la politiquería, la corrupción, el afán desaforado de poder y la ambición, le han traído desgraciadamente a este país.

Ojala que tengamos en Colombia en el inmediato futuro quién dirija los destinos sociales y económicos con la mano, no dura, sino guiada por la justicia y la equidad para que esos 8 millones de conciudadanos que han llegado a la indigencia en los últimos años puedan volver a formar parte por lo menos de los 20 millones de pobres de este país, porque estos factores son los que originan diariamente la violencia que se ha ensañado peligrosamente en las grandes ciudades en los últimos 4 años, con la aparente y engañosa tranquilidad de los campos.

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