-----------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO
LAS MOÑONAS DEL PRESIDENTE
Tal vez por su refinada prosapia el presidente Santos nunca haya jugado turmequé, con lo cual uno colige que definitivamente él es de alto turmequé. Pero lo que sí es cierto es que es un Albert Einstein en eso de mechas, bocines y moñonas, obvio, muy metafóricamente hablando. Rebicemos a ver por qué. La primera moñona después de esa moñona de la presidencia de la República, con la cual dejó súpitos a todos los colombianos de bando y de contrabando, fue nombrar de superministro, Justicia y Gobierno, a un poco jovial pero aguerrido político como es Germán Vargas Lleras, en contra de la voluntad del expresidente Alvaro Uribe quien en una forma de complejo de Edipo, excesivo y libidinoso amor a la madre patria, cree que sigue gobernando en este país plagado de amnésicos. Sí, señores. Complejo de Edipo político-freudiano. Y este sí es más grave que cualquiera de los ya conocidos como el complejo reptiliano, por ejemplo, porque ningún psicoanalista ha podido saber con certeza y mucho menos hacer nada, contra ésa condición única del ser humano.
Querer mandar en forma absolutista, enajenada e incondicional sobre todos los seres de su misma naturaleza que se encuentren a su alrededor. Pero como decía anteriormente y en términos denodadamente epistemológicos, el Presidente Santos también es abeja. Se dedicó, como buen colombiano, a aplicarle toda la tecnología del tejo al expresidente y ahí lo tiene medianamente fuera de la cancha, dándole al bocín de medio lado, o pegándole a los palos y eso no le produce ningún puntaje.
La segunda moñona del doctor Santitos, se lo digo con aprecio porque creo que me volví santista, es que lanzó dos tejos con ambas manos y metió ambos tejos uno en un bocín en una cancha de Quito y el otro en una cancha de Caracas. Es decir, que las dos más grandes chabacanadas diplomáticas del expresidente, el doctor Santitos las arregló de un solo violinazo. Hay qué ver cómo van las cosas viento en popa entre las tres naciones que era lo que más nos estaba martirizando sobre todo a los santandereanos, sureños y norteños, puesto que somos los inmediatos vecinos y socios de la hermana república venezolana. Al expresidente, que odia a Chávez como el doctor Lucifer a la cruz, y no a la cruz gamada de Hitler sino a esa que vemos los católicos y nos echamos la cruz, y que lo ve más peligroso que una yuca de Chernobil, el doctor Santitos viene y lo atiende y le tiende la mano y de un día para otro las relaciones cambian de manera total y se da el trato que debemos tener como verdaderos hermanos, pues claro que le produjo una psiconeurosis esquizofrénica, repito, al expresidente, que quiere continuar con el delirio del poder absolutista como si esto fuera una finca en el Departamento de Córdoba. La tercera moñona del doctor Santitos, reitero que le digo así con todo el respeto, es la del cambio de la terna para ocupar la chamba de Fiscal de la nación.
Esta moñona, siendo una de las más artísticas es quizá la de mayor importancia porque ya pasó por encima del año que Colombia no tiene Fiscal General, y cualquier desprevenido ciudadano pueda calcular lo grave que resulta esto. Como en el juego del tejo político-freudiano también existen las mechas y los bocines sencillos, debiera hacer alusión a ellos, de parte del doctor Santitos como es apenas lógico, por su importancia. Pero mis carísimos lectores tienen que comprender dos cosas elementales. Una: que una columna de opinión es demasiado limitada en su extensión. Dos: que yo no soy dueño ni socio del periódico y de hecho yo sé que me brincan. Pero vean que contradicción aunque ustedes no lo crean. A mí sí me gustaría que el doctor Alvaro Uribe fuera el alcalde de Bogotá para ver si le pasa lo de las chicharras: que se revientan de tanto cantar. Y lo expreso así con un enorme respeto porque en el fondo le tengo admiración, puesto que el doctor Uribe demostró, in praxis, que en verdad es un hombre de armas gobernar.