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domingo, 3 de mayo de 2009

“ALGO HICIMOS MAL”

Por considerar de suma importancia publicamos este doccumento de la cumbre de las Américas, Trinidad y Tobago, 18 de abril de 2009, que quizas para muchos pudo pasar inadvertido. (Cortesía del ex magistrado Reinaldo Ramírez) Es el discurso del presidente de Costa Rica, Oscar Arias ante los asistentes. Dice:

Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños ylatinoamericanos se reúnen con el presidente de los Estados Unidos deAmérica, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre,es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes yfuturos.
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No creo que eso sea del todo justo.No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes de queEstados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primerasuniversidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente,como en el mundo entero, por lo menos hasta 1750 todos los americanoseran más o menos iguales: todos eran pobres.
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Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países semontan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá,Australia, Nueva Zelanda… y así la Revolución Industrial pasó porAmérica Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad. También hay una diferencia muy grande. Leyendo la historia de AméricaLatina, comparada con la historia de Estados Unidos, uno comprende que Latinoamérica no tuvo un John Winthrop español, ni portugués, queviniera con la Biblia en su mano dispuesto a construir “una Ciudadsobre una Colina”, una ciudad que brillara, como fue la pretensión delos peregrinos que llegaron a Estados Unidos.Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea delSur.
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Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur,y hoy Singapur –en cuestión de 35 ó 40 años– es un país con $40.000 deingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal loslatinoamericanos.. ¿Qué hicimos mal? No puedo enumerar todas las cosas que hemos hechomal. Para comenzar, tenemos una escolaridad de 7 años. Esa es laescolaridad promedio de América Latina y no es el caso de la mayoríade los países asiáticos. Ciertamente no es el caso de países como Estados Unidos y Canadá, con la mejor educación del mundo, similar ala de los europeos. De cada 10 estudiantes que ingresan a lasecundaria en América Latina, en algunos países solo uno termina esasecundaria. Hay países que tienen una mortalidad infantil de 50 niñospor cada mil, cuando el promedio en los países asiáticos más avanzadoses de 8, 9 ó 10.Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del 12% delproducto interno bruto, y no es responsabilidad de nadie, excepto lanuestra, que no le cobremos dinero a la gente más rica de nuestrospaíses. Nadie tiene la culpa de eso, excepto nosotros mismos.
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En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico queun ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericanoes 10, 15 ó 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpade Estados Unidos, es culpa nuestra..En mi intervención de esta mañana, me referí a un hecho que para mí esgrotesco, y que lo único que demuestra es que el sistema de valoresdel siglo XX, que parece ser el que estamos poniendo en prácticatambién en el siglo XXI, es un sistema de valores equivocado.
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Porqueno puede ser que el mundo rico dedique 100.000 millones de dólarespara aliviar la pobreza del 80% de la población del mundo –en unplaneta que tiene 2.500 millones de seres humanos con un ingreso de $2por día– y que gaste 13 veces más ($1.300.000.000.000) en armas ysoldados.Como lo dije esta mañana, no puede ser que América Latina se gaste $50.000 millones en armas y soldados. Yo me pregunto: ¿quién es elenemigo nuestro? El enemigo nuestro, presidente Correa, de esadesigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta deeducación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud denuestro pueblo; que no creamos la infraestructura necesaria, loscaminos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos; que no estamosdedicando los recursos necesarios para detener la degradación delmedio ambiente; es la desigualdad que tenemos, que realmente nosavergüenza; es producto, entre muchas cosas, por supuesto, de que noestamos educando a nuestros hijos y a nuestras hijas.
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Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamosen los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro deBerlín, y que el mundo cambió. Tenemos que aceptar que este es unmundo distinto, y en eso francamente pienso que todos los académicos,que toda la gente de pensamiento, que todos los economistas, que todoslos historiadores, casi que coinciden en que el siglo XXI es el siglode los asiáticos, no de los latinoamericanos. Y yo, lamentablemente,coincido con ellos. Porque mientras nosotros seguimos discutiendosobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los “ismos” (¿cuáles el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo...), los asiáticos encontraron un“ismo” muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que esel pragmatismo .
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Para solo citar un ejemplo, recordemos que cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dadocuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de unamanera muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradasmaoístas que lo habían acompañado en la Larga Marcha: “Bueno, laverdad, queridos camaradas, es que mí no me importa si el gato esblanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones” . Y sihubiera estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo que “la verdad es que enriquecerse es glorioso ”. Y mientras los chinoshacen esto, y desde el 79 a hoy crecen a un 11%, 12% o 13%, y hansacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, nosotros seguimosdiscutiendo sobre ideologías que tuvimos que haber enterrado hacemucho tiempo atrás.La buena noticia es que esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74años. Viendo alrededor, queridos Presidentes, no veo a nadie que estécerca de los 74 años. Por eso solo les pido que no esperemos acumplirlos para hacer los cambios que tenemos que hacer.Muchas gracias. Volver a Inicio >

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