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domingo, 19 de junio de 2011

TRAFUGARIO


-------------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO

LA MUERTE DE UN PERIODISTA

El periodista Luis Emiro Millán ha muerto. Ahora empiezo revivirlo con letras. Cuando conocí a Luis Emiro Millán en los pasillos y en los salones de la Universidad Autónoma, éste era entonces un muchacho callado y a la vez un poco polémico.

Luis Emiro Millán
q. e. p. d.
Indudablemente su personalidad tenía algo de timidez. Pero debo decirlo con claridad y sin reticencias, Luis Emiro era un estudiante como muchos de nosotros, hombre de libros y de debates. No era un muchacho de chistes y alegrías a flor de piel, y por el contrario, lo caracterizaba una rígida medida en su actuar. Era serio, responsable, buena gente, sin ser servil o empalagoso. Siempre lo vi y lo podían ver todos los transeúntes de la universidad con su cuotidiano “parce” el magistrado. Esa era su llavería: Wilson López, el magistrado. Cualquiera podía colegir que se la llevaban bien porque el magistrado, así le decíamos a Wilson no por su pinta de hombre de leyes sino por su inconfundible caminado de basketbolista vetusto, que en la otra esquina del comportamiento humano, era parlanchín y mamador de gallo, y que por ser el opuesto de Luis Millán, eso los hacía, como los polos positivos y negativos del electromagnetismo, “amigos acérrimos”. Wilson era enjuto de rostro y del resto del cuerpo también; era flaco pero no como Don Quijote de la Mancha. Claro que para ponerle una inyección, había que hacerle comer primero media libra de carne, y esa era la mancorna de Luis Emiro. Yo la iba bien con el magistrado porque teníamos el mismo temperamento, o lo tenemos, si no ha fenecido, y además éramos iguales de flacos. Ahora bien. Debo contarles con sinceridad que siempre me ha odiado escribir cosas patéticas, pero en este caso no lo puedo evitar. Pues la muerte de Luis me deja un sabor amargo en la boca y un roto en mis sentimientos por varias razones poderosas. Una es que con motivo de la publicación de mi última novela, El mentiroso más elegante de este país, en repetidas ocasiones me invitó a su espacio radial en la Onda 5 para que tratáramos ese tema y siempre me ponía la hora exacta y yo el “verdá pa’dios”, pero nunca le cumplí.

Me produce tremenda desazón en al alma porque Luis Emiro era un gran periodista. De aquellos a los que hay que respetar por sus contenidos y por su estatura profesional. Eso me duele, Luis Millán. Se lo juro. Otra razón de mi pesar, lo digo con palabra de hombre, es que Luis Emiro murió en la más profunda soledad. Y al Estado le importó un carajo. De nada le sirvió ser un profesional con títulos universitarios bien sustentados; de nada le sirvió ser un profesional sobresaliente y connotado y con muchos libros en la cabeza. Lo confiesan los puestos que desempeñó en su vida ¿Eso de qué le sirvió? RCN usufructuó sus servicios profesionales hasta la saciedad, y una vez usado como cualquier objeto, en condiciones de enfermó lo abandonó a su suerte como si fuera un infectado de tuberculosis. Qué ingratitud, viejo Luis. A la Gobernación, a la Alcaldía y a tantas personas y tantos políticos a quienes el periodista les laboró y colaboró durante varios lustros, le dieron la espalda incluso con desprecio, como se le da a cualquier mequetrefe callejero. Cómo me duele eso. Paz en tu tumba, viejo Luis. Qué más puedo ofrecerte. Para qué un ramo de flores si eso ya sería hipócrita. ¿Ya para qué? Más bien y ojalá que este pasaje negro de tu destino sirva para que el Estado y los doctores que lo representan, caigan en la cuenta, piensen, razonen y deduzcan por simple inspección, que ese será el final luctuoso de muchos periodistas. Que siendo los periodistas los principales reproductores de la cultura en todos los sentidos, en la ciencia, en el arte, en el deporte, en la política y en toda la cotidianidad de los seres humanos, únicos posibles de la herencia cultural, a la hora de la verdad son excluidos. ¿Después de muertos, ya para qué diablos envían ramos de rosas? ¿Ya para qué sufragios? Que Dios te haya recibido en su seno, viejo Luis.

sábado, 19 de febrero de 2011

TRAFUGARIO

----------------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO

EN BARBOSA CONDECORAN A DOÑA ROSITA

Hoy domingo hace ocho días estuvo el gobernador Horacio Serpa en Barbosa, en compañía de su esposa, doña Rosita de Serpa. La gente que se mostraba muy contenta salió a recibirlos con los brazos abiertos porque llegó con los bolsillos llenos para dar inicio a importantes obras sociales en la localidad. La más importante de todas: la plata para la construcción de un nuevo hospital porque el que hay, ya se quedó pequeñito con esa manera de crecer la ciudad y de llegar gentes de todas partes, y además, que ya funciona como un cuadrúpedo al cual ya no le sirven sus patas traseras ni mucho menos las delanteras. De esta obra prioritaria para la comunidad, se estará iniciando la construcción en un próximo inmediato puesto que, en una sesión solemne y a ojos vista de la gente, se firmó el convenio con el cual se legaliza todo el proceso. Es decir, la cosa ya no tiene reverso por si algún desencanto político produjera arrepentimientos.

El gitano Melquiades, alias Jorge Humberto Ardila Velandia, Sir Alcalde, estaba que no cabía de la dicha porque según él, había matado varios pájaros de una sola pedrada. Con el progreso de las armas de hoy se dice, de un solo rafagazo. Claro porque también logró el billete para el centro de acopio del transporte o terminal que llaman en términos cristianos, y de igual manera le dio cacería a los fondos para la solución del problema del agua potable para el consumo local, por lo menos por unos veinte años más. Hay que agradecerle también al arquitecto Ramiro González que está que empuja como un elefante político de Barbosa. Como ya no le hace falta sino la iluminación de lujo de la reconstruida carrera novena que entre otras cosas quedó la verraquera, y la culminación del parque ecológico en todo el centro de la ciudad después de recuperar unos terrenos que por la humedad parecían no tener futuro, entonces se puede decir que el gitano Melquiades se la echó, como se dice ahora en términos coloquiales.

Y no sólo Melquiades estaba muerto de la dicha como un negro en pleno carnaval, sino toda la gente de todas las vertientes políticas, sociales e ideológicas porque es que Barbosa es de todos los barboseños y no de tal o cual combo que está en el poder. Que “El manicomio más grande del mundo” no es solamente de los godos o de los cachiporros, de los judíos o los musulmanes, o de la izquierda o la derecha que allí habitan, sino de todos los que vivan en Barbosa y hayan sido capaces de poner un granito de arena para que hoy se vea lo que todos estamos viendo.

Pero como decía antes, además en sesión solemne hubo condecoraciones porque que la fiesta fue por lo alto. El doctor Horacio Serpa recibió la medalla Luis Carlos Galán Sarmiento, entre otras, y doña Rosita Moncada de Serpa, su esposa, recibió la medalla Blanca Hamira Fajardo Sánchez, creada por el concejo municipal mediante ponencia de la cancejal Tatiana Atencio en memoria de la educadora de ese nombre recientemente desaparecida, y otorgada por vez primera a un personaje de alta dignidad. Paz a la profe Hamira allá en su tumba. La recordaremos hasta el final de los siglos así no nos alcance el tiempo. Personalmente hago llegar mis manifestaciones de agradecimiento eterno al gobernador Horacio Serpa, sencillamente porque yo soy hijo legítimo de Barbosa y la siento en mi sangre como siento en mi sangre la literatura que escribo.

 Porque Barbosa ha de ser eterna como Roma o Babilonia. Y por esta razón seguiré insistiendo a través de mis escritos literarios y periodísticos, que el próximo alcalde de la ciudad también ha de ser un hombre o mujer de la extracción social y de la corriente política e ideológica que ustedes quieran, bien grande ojala, de ideas, y de enorme estatura profesional, laboral e intelectual, porque eso exige el alto índice de desarrollo, y a la vez la complicada sociología de la ciudad.

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