Por Luis Eduardo Jaimes Bautista (J.B.)*
Hacer un análisis del
mandatario de turno, un año de mandato del Presidente Juan Manuel Santos, en 700 a 800 caracteres, es como
sacar un silogismo a la vida o construir un Haiku. Empezando porque no creo en
las encuestas por su gran popularidad, porque esa muestra de imagen la utilizó
mucho su anterior sucesor, Álvaro Uribe Vélez, quien nos dejó muchos sinsabores
en sus ocho años de neopopulismo, una implementación de una política caracterizada
por el fuerte estilo personalista y autoritario, donde su “seguridad
democrática” chocó con los grupos antagonistas y por fuera de ley como las AUC
hoy las BACRIM. Destapando de paso la olla podrida de las chuzadas, la
corrupción, el Agro Ingreso Seguro, en las manos de ex ministro de Agricultura
Andrés Felipe Arias, igualmente, la salud, la educación y la Dirección de Impuestos
Nacionales y lo que sigue guardado el déficit fiscal con una deuda externa
altísima y muchos más que la justicia colombiana tendrá que iniciar y continuar
las investigaciones, gracias a la denuncia de los periodistas que investigan y
dan herramientas para que no quede en la impunidad. Ahora que buscan como
esconderse en la inmunidad parlamentaria.
Me pregunto ante estas situaciones
se necesita mucha fe para ser colombiano: país
donde las promesas de anteriores mandatarios me han colocado como Santo Tomás,
“hasta no ver no creer”, porque tuvimos un presidente que dijo que bajaría la
corrupción “a sus justas proporciones” y nadie protestó, pues quizá todos
estábamos esperanzados en sacar adelante esa pequeñita cruzada. Tampoco se
pudo. También tuvimos un presidente que hacía muy buenos chistes pero no sabía
lo que pasaba a sus espaldas, otro con alzhéimer, otro que comenzó un proceso
de paz frente a una silla vacía, otro que quería darle en la jeta a todo el
mundo y por poco se queda vitalicio. De vainas no le colgamos la banda
presidencial a Mancuso, a Regina 11 y a Moreno de Caro, aunque la victoria de
Samuel Moreno fue un síntoma de que el día le llegó y supieron los bogotanos
que habían metido la pata más hondo.
“Nuestro
país no debería estar encomendado al Sagrado Corazón de Jesús sino al Santo
Job, pues el colombiano promedio sigue sonriendo aun a pesar de las peores
bellaquerías, catástrofes y atrocidades. Tal vez esa sea nuestra condena, lo
que permite que sigamos así de jodidos. Pero, paradójicamente, esa puede ser
nuestra mayor fortaleza, pues lo último que se pierde es la esperanza en que, a
fuerza de pequeñas gestas, conquistas parciales, triunfos mínimos, llegue el
día de la victoria final en esta batalla contra nuestras propias carencias y
taras”.
Analizando el año de mandato del Presidente Juan Manuel Santos, lo podría
llamar un año a medias, por la sombra a sus espaldas y el cacareo del Ex pre
Álvaro Uribe. El delfín ha decidido
imponer un estilo propio durante su primer año de gobierno, aunque de momento
no está dando los resultados previstos a priori, muestra de ello son las
constantes noticias de prensa y radio así su búsqueda de imagen esté en las
encuestas en un 85%. Cuando ha pasado un año desde que Juan
Manuel Santos llegara a la máxima jefatura de Colombia, la presidencia de la República, son más las
sombras que las luces las que caracterizan a uno de los que parece ser, a tenor
de los primeros elementos, los ocho años de mandato más inocuo de la historia
de este país. La economía, por mucho que le pese a su triunfalista y bien
formado equipo, no despega y el desempleo sigue estando muy alto, por encima
del 11 por ciento. Tampoco avanza la seguridad pública, sino más bien lo
contrario, y la organización terrorista Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC) vuelve a golpear con fuerza y a sembrar el caos en las
carreteras y pueblos colombianos.
La exitosa herencia del
anterior mandatario, Álvaro Uribe, que le dejó su caja de Pandora ha sido destapada
y la corrupción está saliendo a la luz pública, y como carma el Presidente
Santos ha tenido que lidiar y salir a los medios a decir que no se va a quedar
callado y que se tendrá que hacer justicia. Al dejar todos en manos de la Fiscalía. Y es que la
supuesta confianza inversionista que exhibe este gobierno, fruto de la inercia
y la bonanza generada por el anterior ejecutivo, todo hay que decirlo, no es
percibido por el común de los colombianos, que vive al margen de esta riqueza y
una llegada de capitales que no redunda en beneficio de la mayoría. La pobreza
sigue estancada oficialmente, según datos de Naciones Unidas, en el 48 por
ciento de la población y la indigencia afectaría a más de ocho millones de
colombianos. No obstante esperan con ansias la firma del TLC, el cual lo veo
muy remoto por la crisis y depresión capitalista de los EEUU. En conclusión a
Juan Manuel Santos en su resto de gobierno tendrá que ser muy claro con el
pueblo colombiano y alejarse de su antecesor, porque pronto vendrá de la Corte Penal
Internacional el dios nórdico Forseti.
*Poeta y Escritor