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domingo, 29 de marzo de 2015

Cae otra banda

                                               Trafugario
             Por: José Óscar Fajardo
Pero no es el instrumento de cuerdas que todos conocemos. Es una banda de 32 individuos de ambos sexos que se dedicaban al mercadeo de drogas ilícitas, en Barbosa y varios municipios circunvecinos. Un hit que hay que anotarle a la policía y a los demás organismos de seguridad del Estado acantonados en la ciudad. Yo soy feliz hablando de Barbosa, El manicomio más grande del mundo, o Crazy Port, porque soy de allá y porque es uno de los pueblos más progresistas de Colombia. Pero desafortunadamente el desarrollo económico, social, urbanístico y otros, no vienen solos como el maná que cayó del cielo hace unos siglos, sino por la fuerza de un campo magnético que se llama dinero. Marx dice que el dinero se convierte en Capital cuando se compra fuerza de trabajo. El mercantilismo es una fase importante del capitalismo quizá desde que los fenicios empezaron a mercadear por muchos sectores del mundo de ese entonces. Y muchos siglos después esos fenicios de la droga, del contrabando, del comercio de mujeres, de alcohol, también llegaron a Barbosa. Desde entonces tenemos esos problemas como en cualquier ciudad grande de Colombia. Cuando llegó el tren en la década de los treintas, ahí arribaron los primeros mercaderes de todo. Las primeras percantas, los primeros brujos, los primeros coteros, los primeros ricos y los primeros políticos.
Todos al unísono comenzaron a usufructuarla pero  ningún dirigente jamás se creaneó un plan de desarrollo futurista y acorde a la estructura social que se estaba conformando. La de un puerto donde llegaban muchos fenicios de todas las raleas. Por eso la sociología de Barbosa es tan diferente a la de sus vecinos como Vélez o Moniquirá, por decir algo. Por eso Barbosa creció como  crecen los ríos en época de invierno: con aguas de todas las vertientes, limpias y/o sucias y fétidas. Como no tiene ancestros culturales de vieja data por las razones ya expuestas, entonces fue creciendo rauda pero como niño huérfano dando palos de ciego y aplicando la metodología de la buena suerte. Sus gobernantes siempre fueron improvisados y llegaron a improvisar. La mayoría semi-ilustrados y semianalfabetos o analfabetos profesionales. Hoy las cosas no han cambiado mucho y Barbosa, aunque crece desmesuradamente, lo hace por inercia y a la topa tolondra como las vacas comen pasto agobiadas por el hambre. Pero la ciudad necesita de gobernantes más gerentes que políticos y más administradores que leguleyos.

Las actividades artístico-culturales son famosas por su total ausencia. En Barbosa hace varios siglos no se sabe qué es una obra de teatro cuando otrora allí se estrenó “Guadalupe años sin cuenta”, del grupo La Candelaria, que venía de triunfar en Cuba, París y Bogotá. Se realizó una semana cultural nacional y se hizo un festival de teatro con los mejores grupos del país y el gran maestro Boris de Greiff dio unas simultaneas de ajedrez a más de 40 tableros. Eso es solo una pequeña muestra. Se jugaba un gran basketbol. Pero toda actividad artístico-cultural feneció como murió el gitano Melquíades, olvidado, en los médanos de Singapur. Por eso Barbosa necesita alcaldes, por su grave problemática social, con algo de intelectualidad, que hayan leído siquiera unos tres libros en su vida y que hayan visto aunque sea una obra de teatro. Que sepan quién era Bela Vartok o Debussy y hayan escuchado los valses vienes de Johan Strauss. Y que no vayan a decir que Dali era puntero derecho de la selección polaca y que Dostoievsky y Hemingway fueron unos traquetos de la Camorra napolitana. Eso con el fin de que Barbosa no vaya a desaparecer como le va a suceder a la Corte Suprema de Justicia.  

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