Trafugario
Pero no es el instrumento de
cuerdas que todos conocemos. Es una banda de 32 individuos de ambos sexos que
se dedicaban al mercadeo de drogas ilícitas, en Barbosa y varios municipios
circunvecinos. Un hit que hay que anotarle a la policía y a los demás
organismos de seguridad del Estado acantonados en la ciudad. Yo soy feliz
hablando de Barbosa, El manicomio más grande del mundo, o Crazy Port, porque
soy de allá y porque es uno de los pueblos más progresistas de Colombia. Pero
desafortunadamente el desarrollo económico, social, urbanístico y otros, no
vienen solos como el maná que cayó del cielo hace unos siglos, sino por la
fuerza de un campo magnético que se llama dinero. Marx dice que el dinero se
convierte en Capital cuando se compra fuerza de trabajo. El mercantilismo es
una fase importante del capitalismo quizá desde que los fenicios empezaron a mercadear
por muchos sectores del mundo de ese entonces. Y muchos siglos después esos
fenicios de la droga, del contrabando, del comercio de mujeres, de alcohol,
también llegaron a Barbosa. Desde entonces tenemos esos problemas como en
cualquier ciudad grande de Colombia. Cuando llegó el tren en la década de los
treintas, ahí arribaron los primeros mercaderes de todo. Las primeras
percantas, los primeros brujos, los primeros coteros, los primeros ricos y los
primeros políticos.
Todos al unísono comenzaron a
usufructuarla pero ningún dirigente
jamás se creaneó un plan de desarrollo futurista y acorde a la estructura
social que se estaba conformando. La de un puerto donde llegaban muchos
fenicios de todas las raleas. Por eso la sociología de Barbosa es tan diferente
a la de sus vecinos como Vélez o Moniquirá, por decir algo. Por eso Barbosa
creció como crecen los ríos en época de
invierno: con aguas de todas las vertientes, limpias y/o sucias y fétidas. Como
no tiene ancestros culturales de vieja data por las razones ya expuestas,
entonces fue creciendo rauda pero como niño huérfano dando palos de ciego y
aplicando la metodología de la buena suerte. Sus gobernantes siempre fueron
improvisados y llegaron a improvisar. La mayoría semi-ilustrados y
semianalfabetos o analfabetos profesionales. Hoy las cosas no han cambiado
mucho y Barbosa, aunque crece desmesuradamente, lo hace por inercia y a la topa
tolondra como las vacas comen pasto agobiadas por el hambre. Pero la ciudad
necesita de gobernantes más gerentes que políticos y más administradores que
leguleyos.
Las actividades
artístico-culturales son famosas por su total ausencia. En Barbosa hace varios
siglos no se sabe qué es una obra de teatro cuando otrora allí se estrenó “Guadalupe
años sin cuenta”, del grupo La Candelaria, que venía de triunfar en Cuba, París
y Bogotá. Se realizó una semana cultural nacional y se hizo un festival de
teatro con los mejores grupos del país y el gran maestro Boris de Greiff dio
unas simultaneas de ajedrez a más de 40 tableros. Eso es solo una pequeña
muestra. Se jugaba un gran basketbol. Pero toda actividad artístico-cultural
feneció como murió el gitano Melquíades, olvidado, en los médanos de Singapur. Por
eso Barbosa necesita alcaldes, por su grave problemática social, con algo de
intelectualidad, que hayan leído siquiera unos tres libros en su vida y que
hayan visto aunque sea una obra de teatro. Que sepan quién era Bela Vartok o
Debussy y hayan escuchado los valses vienes de Johan Strauss. Y que no vayan a
decir que Dali era puntero derecho de la selección polaca y que Dostoievsky y
Hemingway fueron unos traquetos de la Camorra napolitana. Eso con el fin de que
Barbosa no vaya a desaparecer como le va a suceder a la Corte Suprema de
Justicia.