El epílogo de agro ingreso seguro
Por: Jorge Enrique Robledo, Bogotá, 5 de agosto de 2011.
Se
acerca a su definitivo final el debate sobre Agro Ingreso Seguro (AIS),
que se ha desarrollado sobre dos temas principales: la conveniencia del
programa y la legalidad de las decisiones. Pocos no le dan veredicto
político condenatorio a los fines de AIS, pues solo por ignorancia o
astucia puede defenderse algo tan retardatario. Y si bien los procesos
jurídicos no han concluido, van bastante mal para Andrés Felipe Arias.
Como
lo expliqué en el debate en el Senado, Agro Ingreso Seguro nació
torcido. Porque se presentó tras la falsedad de que impediría el
desastre agrario del TLC con Estados Unidos y con un nombre calculado
para engañar sobre una inexistente seguridad de ingresos, que el TLC
deterioraría todavía más. Además, el día en que se votó la ley de AIS en
el Senado, en nombre del Polo advertí que esos recursos se utilizarían
para hacer clientelismo político y gremial, como en efecto ocurrió. Ese
programa se usó para tomar escasos dineros públicos para el agro –apenas
100 mil subsidios al año y hay 2.680.000 predios rurales– y
distribuirlos de manera muy concentrada, entre unos pocos magnates.
Aunque
el uribismo más cerril la niegue, fue escandalosa la concentración de
los recursos. En la línea de crédito –apenas unos 27 mil préstamos al
año–, el 7% de los beneficiados se quedó con el 70% de la plata y 161
recibieron $416 mil millones, lo mismo que les tocó a 79 mil. En el
Incentivo a la Capitalización Rural (ICR), 1.108 recibieron una suma
igual a 75.338 ($321 mil millones) y en riego y drenaje a 107 les
tocaron los mismos recursos que a 6.309 ($36.760 millones). Otros
ejemplos: en créditos durante 2007, cuatro ingenios azucareros
recibieron tres veces más que todo el Tolima y dos veces que Caldas; en
Bolívar dos empresas se quedaron con el 73% del total y a un banquero le
tocó el 30% de la plata del Meta.
Esta
política plutocrática –que es la misma de Santos, aunque lo oculten–
también la destapó el escándalo de Carimagua y un estudio de Uniandes y
el Cega. Según este, en programas diferentes de AIS, entre 2000 y 2007,
el 5% de los favorecidos se quedó con el 71% de los créditos
redescontados, el 1% con el 64% de la cartera sustituta, el 1% con el
45% de las garantías del FAG y el 10% con el 72% del ICR, 33% del cual
fue para los palmeros, cifras que los llevaron a concluir: “Estos apoyos
están altamente concentrados por producto y aun por beneficiario”.
El
más escandaloso de los favoritismos se dio en torno a los subsidios de
riego, en verdad donaciones del ciento por ciento de lo recibido. Una
familia recibió $6.985 millones, otra $2.973 millones y otra más $2.429
millones; ocho poderosas familias recibieron $20.597 millones. Para
completar, 45 grandes propietarios rurales que le donaron $550 millones a
Álvaro Uribe para su segunda campaña a la Presidencia recibieron de AIS
$33.497 millones y diez que le aportaron $128 millones para el
referendo de la reelección recibieron de AIS $16.549 millones. Esas
fueron las verdaderas pirámides, concluí.
También
demostré que la reglamentación y las decisiones de AIS las controló el
Ministerio de Agricultura y no el IICA. Y puse en evidencia que la
concentración de la plata era un objetivo del programa, en especial en
el riego. A una finca le aprobaron cinco proyectos: Campo Grande 1, 2,
3, 4, y 5, luego ni siquiera intentaron ocultarla.
En
cuanto a la legalidad o no de las actuaciones de los funcionarios
–porque una cosa puede ser indeseable pero legal, o viceversa– en el
debate pregunté por qué se usó de manera arbitraria el IICA, organismo
de la OEA, tras la que intentaron escudarse los implicados, agregué que a
mi juicio había por lo menos una violación de las normas cuando se
revivió un proyecto de riego que había sido negado y les pedí a los
órganos de la justicia que investigaran a fondo, como tiene que ser.
Porque los congresistas no somos autoridades judiciales, la suficiente
información nos resulta imposible de conseguir y el debido proceso es un
criterio democrático irrenunciable.