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domingo, 26 de abril de 2015

El futuro se construye

 Por Sergio Isnardo Muñoz
Por alguna razón cultural, cuyos orígenes son difíciles de desentrañar, muchos seres humanos obran más en función del pasado que del futuro. A la hora de adoptar modelos de trabajo, por ejemplo, se aferran a lo que conocen, aunque su inefectividad haya sido reiteradamente demostrada. Pareciera que les aterra mirar al mañana y que se sienten más a gusto en terreno conocido, en las formas tradicionales de pensar y de actuar.
Pero, frente a los cambios que actualmente vive el país—en lo político, lo económico, lo cultural y lo social—es imposible seguir actuando de esta manera. Con cierto sentido de urgencia, considero que ha llegado el momento de actuar más en función del futuro, porque nuestra sociedad está inmersa en numerosos problemas para los cuales no hemos podido encontrar solución en los modelos existentes.
Analicemos, por ejemplo, el tema del transporte y la movilidad: no han faltado quienes propongan acabar Metrolínea, debido a las fallas que evidentemente presenta, y regresar al transporte urbano tradicional. Los nostálgicos consideran que el transporte antiguo “tenía sus fallas, pero era bueno” y que, en cualquier caso, era mejor que el nuevo sistema. De la misma manera, hay quienes consideran que Bucaramanga debería volver a ser la aldea de 1950, cuando no existía congestión vehicular, inseguridad, desempleo ni todo ese cúmulo de problemas que constituye nuestra vida de hoy. La nostalgia es poderosa…
Pero este modelo de pensamiento no resuelve la crisis que actualmente padece la ciudad. Y, puesto que es completamente imposible volver al pasado—aún en el evento de quisiésemos, realmente, hacerlo—no nos queda sino mirar hacia delante para salir del pantano en que nos encontramos: para los males del Siglo XXI, soluciones eficaces del Siglo XXI.
Este principio también se aplica a la actividad política. Si bien es cierto han existido, y existen fallas en el ejercicio de esta actividad, no hay posibilidad alguna de retroceder a los tiempos en que los concejales no ganaban sueldo y muchos desempeñaban tareas provechosas para la comunidad. ¿Qué sigue, entonces? Trazar los lineamientos de un ejercicio político que responda a las exigencias del presente y del futuro.
Hago estas reflexiones, porque vivir anclados en el pasado, añorando tiempos supuestamente mejores, no resuelve los problemas administrativos de una urbe que reclama el aporte de visiones nuevas—tanto de la política, como de la gestión pública, los negocios, el arte, la cultura—, para atender las crecientes necesidades de la gente.
Por estas y muchas otras razones, en octubre próximo, Bucaramanga va a elegir un alcalde con visión de futuro, capaz de liderar una verdadera transformación que nos lleve de la ciudad que tenemos a la ciudad que queremos y nos ubique finalmente en el circuito de las urbes admiradas de este planeta. 

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