Por alguna razón cultural,
cuyos orígenes son difíciles de desentrañar, muchos seres humanos obran más en
función del pasado que del futuro. A la hora de adoptar modelos de trabajo, por
ejemplo, se aferran a lo que conocen, aunque su inefectividad haya sido
reiteradamente demostrada. Pareciera que les aterra mirar al mañana y que se
sienten más a gusto en terreno conocido, en las formas tradicionales de pensar
y de actuar.
Pero, frente a los cambios que
actualmente vive el país—en lo político, lo económico, lo cultural y lo
social—es imposible seguir actuando de esta manera. Con cierto sentido de
urgencia, considero que ha llegado el momento de actuar más en función del
futuro, porque nuestra sociedad está inmersa en numerosos problemas para los
cuales no hemos podido encontrar solución en los modelos existentes.
Analicemos, por ejemplo, el
tema del transporte y la movilidad: no han faltado quienes propongan acabar
Metrolínea, debido a las fallas que evidentemente presenta, y regresar al
transporte urbano tradicional. Los nostálgicos consideran que el transporte antiguo
“tenía sus fallas, pero era bueno” y que, en cualquier caso, era mejor que el
nuevo sistema. De la misma manera, hay quienes consideran que Bucaramanga
debería volver a ser la aldea de 1950, cuando no existía congestión vehicular,
inseguridad, desempleo ni todo ese cúmulo de problemas que constituye nuestra
vida de hoy. La nostalgia es poderosa…
Pero este modelo de
pensamiento no resuelve la crisis que actualmente padece la ciudad. Y, puesto
que es completamente imposible volver al pasado—aún en el evento de
quisiésemos, realmente, hacerlo—no nos queda sino mirar hacia delante para
salir del pantano en que nos encontramos: para los males del Siglo XXI,
soluciones eficaces del Siglo XXI.
Este principio también se
aplica a la actividad política. Si bien es cierto han existido, y existen
fallas en el ejercicio de esta actividad, no hay posibilidad alguna de
retroceder a los tiempos en que los concejales no ganaban sueldo y muchos
desempeñaban tareas provechosas para la comunidad. ¿Qué sigue, entonces? Trazar
los lineamientos de un ejercicio político que responda a las exigencias del
presente y del futuro.
Hago estas reflexiones, porque
vivir anclados en el pasado, añorando tiempos supuestamente mejores, no
resuelve los problemas administrativos de una urbe que reclama el aporte de
visiones nuevas—tanto de la política, como de la gestión pública, los negocios,
el arte, la cultura—, para atender las crecientes necesidades de la gente.
Por estas y muchas otras razones, en octubre próximo, Bucaramanga va a elegir un alcalde con visión de futuro, capaz de liderar una verdadera transformación que nos lleve de la ciudad que tenemos a la ciudad que queremos y nos ubique finalmente en el circuito de las urbes admiradas de este planeta.
Por estas y muchas otras razones, en octubre próximo, Bucaramanga va a elegir un alcalde con visión de futuro, capaz de liderar una verdadera transformación que nos lleve de la ciudad que tenemos a la ciudad que queremos y nos ubique finalmente en el circuito de las urbes admiradas de este planeta.
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