--------------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO
CREERLE A LOS POLITICOS
CREERLE A LOS POLITICOS
El jueves de esta semana que termina tuve una charla con un
político que sin quererlo, lo sé muy bien, me ofendió pero eso me dio pie para
yo ripostarle a él personalmente y para escribir esta columna dedicada
precisamente a los políticos. Por esta época preelectoral, cae como anillo al
cuello. Voy a expresar lo que creo yo que deben hacer todos los hombres
dedicados a la controvertida profesión de la política. La considero
controvertida porque sirve para hacer cosas muy buenas si el individuo que la
practica es bueno. Y malas, si el individuo que la practica es malo. Y de esos
hay bastantes en la viña del señor.
Todo empezó porque mi amigo político dijo
que los periodistas querían “echársela toda”, según su propia expresión, y que
estaban “extorsionando” a los políticos. Yo no voy a calificar a los
periodistas porque, quién soy yo para hacerlo. Lo que sí debo reconocer es que
los hay muy buenos y otros que no lo son. Pero, personalmente, yo “me hago
restiar” por mi profesión porque mi título universitario es legítimo y además
no me lo gané en un parrandón. Y respaldo a mis colegas que se lo merecen, así
me toque un duelo contra los molinos de viento. Con todo el respeto, a los
políticos que les caiga el guante, les insinúo que practiquen lo siguiente.
Uno. Tenga siempre en cuenta que la mayor torpeza de un político es creer
estúpido a los demás.
Dos. No subestime a un periodista ni mucho menos lo
ningunee, porque por modesto que sea ese periodista, algún día, si se lo
propone, lo convierte en un Richard Nixon irremediabmente.
Tres. No hable de ética, ni de moral, ni de
sus impolutos actos a lo largo de su vida y de su profesión, porque ipsofacto
despierta dudas. Recuerde que en todo partido de fútbol, hay “faules” y
canilleros.
Cuatro. No ataque a su contrincante u opositor político con
palabras soeces o con agravios, sobre todo de bajo coturno, porque con eso le
está demostrando incapacidad mental e indefensión profesional e intelectual. Un
buen argumento retórico y un discurso florido, es un bon bon bun con cianuro
para sus contrincantes.
Cinco. No grite
a su oponente porque no habla más hermoso el que grite más duro. No lo
califique de lo que de pronto es usted y nadie le ha hecho caer en la cuenta, o
usted por sus propios medios no ha caído en la cuenta. O se da cuenta pero se
hace el pendejo.
Seis. Recuerde que la magia del político está
en hacerse querer y que su fracaso está en hacerse odiar. Y hacerse odiar es
demasiado elemental. Si no me creen, pregúntenle a… fulano de tal. (Casi se me suelta uno que todos conocen).
Siete. No sea arrogante, ni petulante, ni engreído. Fíjese que mengano es
demasiado modesto y eso que es cien millones de veces más preparado que usted.
Sea auténtico, como es usted en realidad, que ese también es un derecho fundamental.
Ocho. No crea que usted tiene todo el dinero del mundo para comprar lo que
usted quiera y para hacer ver a sus oponentes como monigotes. Tenga en cuenta
que Bill Gates o Carlos Slim, tienen un poquitico más que usted. Nueve. Cuando
eche discursos o se dirija al público a través de la TV o de las emisoras de
radio, procure ser lo más sencillo y auténtico que pueda. No se rebusque la
labia ni acuda a un lenguaje sobre-escogido porque eso se le nota a leguas y
hasta su muchacha de servicio se va a reír de usted. Entre más claro y sencillo
hable, más bonito se le oye. Y no vaya a recitar ruanazos como, “algotros
pensarán”, porque así pierde las elecciones. Recuerde que se dice, algunos
otros. O esta otra perla: Yo “insofapto”
les ayudaré así me toque “matame” por ustedes. Acá usted corre el riesgo de que
le caiga un rayo en la lengua y se la moche para siempre, y así en esas
condiciones, jamás llegará a ser ni siquiera presidente de las damas rosadas.