Por qué Uribe no puede
Tomado de la Revista Semana
Por: María Jimena Duzán
OPINIÓN La tercera razón tiene
que ver con una frase de Frederik de Klerk, el líder de derecha sudafricano que
negoció el fin del ‘Apartheid’: “hay que dejar de odiar para conseguir la paz”.
Ni el expresidente Uribe ni su
candidato pueden hacer la paz en Colombia. Y esa incapacidad no se la han
impuesto sus enemigos, sino ellos mismos.
La primera razón para esa
incapacidad tiene que ver con el hecho de que el uribismo es a la paz lo que la
religión es a
l sexo. Lastimosamente, son
incompatibles, por naturaleza. El uribismo se ha dedicado en esto últimos 12
años a reclutar adeptos sobre la base de que la única negociación posible con
las FARC es la rendición de esa guerrilla y considera que cualquier paz
negociada es una entrega al terrorismo, al castrochavismo y al comunismo ateo,
como lo dijo en un trino la congresista del CD, Maria Fernanda Cabal, el día
del triunfo de Zuluaga en la primera vuelta.
La oposición a ese proceso ha
sido la fuente de su fuerza política y sus adeptos están tan bien reclutados que se hicieron los
de la vista gorda cuando el uribismo pasó de oponerse al proceso a sabotearlo.
Les importó un comino que la campaña de su candidato hubiera contratado los servicios de un hacker
que compraba ilegalmente información de Inteligencia sobre las intimidades de
los diálogos, con el propósito de que la campaña de Zuluaga pudiera saber con
antelación lo que se venía y neutralizar cualquier avance en el proceso, cosa
que ha ido sucediendo sin que el país se ruborice: Uribe supo de la tregua
unilateral decretada por las FARC antes de que la guerrilla la anunciara y
filtró las coordenadas del helicóptero de la Cruz Roja que transportaba a Pablo
Catatumbo hacia La Habana, filtración
hecha no precisamente para facilitar su llegada a la isla.
Cambiar el fundamento sobre el
cual el uribismo ha edificado su credo político diez días antes de la segunda
vuelta, para salir a decir que si ganan
ya no van a acabar el proceso de paz como lo dijeron hace cuatro meses, ni lo
van a suspender, como lo dijeron hace una semana, sino que lo van a mantener
porque ahora quieren lo que siempre han detestado que es “una paz negociada”,
es una voltereta mortal que puede quebrar la espina dorsal al uribismo.
La segunda razón, es más de
forma pero igualmente infranqueable. El uribismo no cambió su posición por
convicción sino que fue un acto de desesperación dirigido a ganar las
elecciones. Saben que si quieren triunfar necesitan correrse al centro derecha.
Y han demostrado que para conquistar esos votos están dispuestos a disfrazar al
zorro con piel de oveja, como bien lo vaticinó Mauricio Cabrera. Su objetivo es
tranquilizar a muchos colombianos de clase media, a empresarios medianos y
grandes que fueron la base de su fuerza política hace unos años, pero que hoy
están asustados (y no les falta razón), ante la posibilidad de que un triunfo
de este Uribe radical y pendenciero, signifique no solo un recrudecimiento de
la guerra interna sino la reactivación del conflicto con Venezuela, que podría
eventualmente desencadenar una guerra.
Sin embargo, cuando el
uribismo actúa desprovisto de su furia y deja de manipular nuestros temores, no
resulta muy convincente. En esta ocasión se han servido de la decencia de Marta
Lucía Ramírez, quien de nuevo vuelve a prestarse para lavarle la cara al
uribismo a pesar de que fue Uribe quien la echó del Ministerio de Defensa y por
la puerta de atrás. En esa ocasión, Marta Lucía tan altiva para unas cosas, permitió
que Uribe le impusiera de asesor al tenebroso José Miguel Narváez, el
subdirector del DAS que está preso, acusado de ser el para-ideólogo de las AUC
y quien instigó a Castaño para que asesinara a Jaime Garzón y secuestrara a
Piedad Córdoba. Esa vez la callaron. Y me temo que en este cuento, el zorro con
piel de oveja también va a terminar tapándole la boca a Caperucita.
La tercera razón es
probablemente la más difícil de remontar y tiene que ver con una frase que
pronunció Frederik de Klerk, el líder sudafricano de derecha que firmó con
Mandela los acuerdos que le pusieron fin al Apartheid. “Hay que dejar de odiar
para conseguir la paz”, dijo. Ese requisito lo está cumpliendo Santos de manera progresiva desde que decidió
abrir esa compuerta de la paz. En cambio, el uribismo sigue empeñado en
fundamentar su acción política en el odio y en la venganza. Y un jefe que mueve
a su tribu, utilizando el odio como combustible para incendiar las almas, no
puede conseguir la paz.
La última razón es que no veo a las FARC sentándose a la mesa con Uribe ni con su candidato. No lo hicieron cuando los buscó insistentemente durante su mandato, –historia que Uribe insiste en negar–, menos lo van a hacer ahora cuando está cegado por la sed de venganza. Solo agregaría esta impresión que me han dejado los frecuentes viajes que he hecho a La Habana a cubrir el proceso de paz: que a diferencia de lo que pasa con el uribismo, he visto cómo las FARC también han empezado a dejar de odiar para pensar en la paz. Reenviado por Georgin Flórez
La última razón es que no veo a las FARC sentándose a la mesa con Uribe ni con su candidato. No lo hicieron cuando los buscó insistentemente durante su mandato, –historia que Uribe insiste en negar–, menos lo van a hacer ahora cuando está cegado por la sed de venganza. Solo agregaría esta impresión que me han dejado los frecuentes viajes que he hecho a La Habana a cubrir el proceso de paz: que a diferencia de lo que pasa con el uribismo, he visto cómo las FARC también han empezado a dejar de odiar para pensar en la paz. Reenviado por Georgin Flórez