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lunes, 26 de diciembre de 2022

Una política de seguridad para la Paz

Mario González Vargas
La ilusión del cambio se ha venido enredando en una maraña de improvisaciones del gobierno, constantes, populistas y dirigidas a estimular la creatividad de las huestes de activistas que conforman mayoritariamente las nóminas de los altos cargos del estado. La última de ellas es sin lugar a dudas la de que “los campesinos pueden seguir sembrando coca mientras prueben cultivos sustitutos… hasta probar que el cultivo sustituto funciona, porque si funciona ya no hay necesidad de lo otro”. Parece la versión actualizada de los incentivos prodigados en la negociación con las Farc, que significó el crecimiento exponencial de los cultivos de coca, con todas sus perversas consecuencias sobre la seguridad ciudadana y nacional.

En un escenario que supuestamente ambiciona la conquista de una paz total, no debe soslayarse el influjo de la cocaína en el deterioro continuo de la inseguridad que afecta la preservación de la vida a lo largo y ancho de la nación y que se vale de la constante pérdida del control territorial por parte del estado. Las masacres ocurridas desde el 7 agosto siguen su curso ascendente y representan el 45% de las ocurridas en lo transcurrido del año, que se han escenificado en departamentos que ocupan el 57% del territorio nacional.

La paz total, sea con el Eln o con las organizaciones del multicrimen, como ahora se les apellida, no puede ignorar que los enfrentamientos entre ellos se deben a la cocaína y constituyen la causa principal de la espiral de muerte y dolor que estremece al país. El cambio en la lucha contra el narcotráfico debe ser prioritario, y percatarse que todo crecimiento de la cocaína en los departamentos fronterizos con Venezuela gozará seguramente de la aquiescencia de sus gobernantes enjuiciados por las autoridades pertinentes de los Estados Unidos.

La formulación de una política de seguridad, más allá de las enunciaciones teóricas y gaseosas de la llamada seguridad humana de la ONU, constituye prerrequisito urgente para potenciar la defensa de la vida en Colombia. Las primeras decisiones del gobierno no apuntan en esa dirección, como que tampoco asoman aún en los temas con el Eln, a pesar de que, entre agosto y noviembre de este año, la UIA registró que uno de cada tres enfrentamientos armados entre organizaciones al margen de la ley tuvo la participación directa del Eln. Para nadie es un misterio que el Eln, el Clan del Golfo y las dos disidencias de la Farc, se disputan a sangre y fuego el control de territorios para imponer sus condiciones en el mercado de la base de coca.

El gobierno no puede pretender que con la inercia que le impuso a las Fuerzas militares, con la decapitación de sus mandos, la reducción de su presupuesto y la consiguiente afectación de sus decisiones estratégicas, puedan ellas responder a las urgencias que confrontan, porque todas redundan en desmedro de la capacidad en la planeación operacional. La advertencia de los EEUU era previsible. Razón tienen los que piensan que una política apropiada de seguridad libraría al gobierno de toda sospecha.

viernes, 1 de enero de 2016

Ningún compromiso con la paz y ni con Colombia

El salario mínimo Vs trabajadores 2016
                              Por: Bernardo Socha Acosta
Los empresarios colombianos demostraron una vez más al país y al mundo, el poco compromiso por la paz y con Colombia. A ellos solo les interesa, ellos y nadie más.  Y lo demostraron en la mesa de negociaciones donde se buscaba concertar el salario mínimo para esos compatriotas que son unos héroes para sobrevivir junto con su familia con un irrisorio salario mínimo. Por algo Colombia ha sido calificada como uno de los países más estresantes para vivir, por los irrisorios salarios (bloomberg) y aún más, si analizamos por qué la OIT ha calificado a Colombia como el territorio con peores sueldos (kienyke.com) 
Es que la oferta que hicieron los gremios en la mesa de concertación, fue una vergüenza frente a quienes trabajan y hacen posible la riqueza de las empresas. Se nota que los encopetados ejecutivos de las Empresas, no se detienen a pensar, que si no fuera por la mano laboriosa de sus trabajadores, no sería posible que ellos devenguen  los más elevados y jugosos sueldos de un país como el nuestro y que sus empresas año tras año atesoren las más increíbles ganancias que no cumplen una función social por lo menos.  Pero a los empresarios nada les concierne, a pesar del momento que vive Colombia a la espera de  la firma de un proceso de paz, entre quienes  se cansaron de vivir la formalidad e informalidad y una comisión de representantes del gobierno.  Esos rebeldes que hoy negocian la pacificación del país, prefirieron en su momento provocar la violencia contra el estado y los grupos de poder, en busca de una liberación de las tremendas desigualdades e injusticias que se vieven, entre ellas el salario mínimo.
En esa franja de la población que devenga un salario mínimo en Colombia, está la más palpable demostración de diferencias sociales y de injusticia, y donde comienzan en buena parte los problemas del país. Esa franja de la población colombiana donde las diferencias sociales y económicas son tan marcadas, es donde se germinan, la violencia, la prostitución, el micro-tráfico, el terrorismo  y una serie más de los males que tiene Colombia, porque es que un salario mínimo no alcanza para sobrevivir.  Y a esta franja de la población, se suma la  que ni siquiera recibe un salario mínimo y debe a través de la informalidad e incluso con el delito conseguirse la supervivencia. Es así como se mantiene un espacio poblacional en alto riesgo, en el que el estado y los sectores privados debieran poner más atención para impedir la germinación de amenazas de distinta índole.
Pero de nada le sirve al estado tratar de rebajar los riesgos de esa gran franja poblacional representada en 12.5 millones de colombianos, entre quienes reciben el salario mínimo y quienes están por debajo de esa línea, si los que tienen el poder económico   no hacen nada, ni lo intentan, para bajar esos altos índices de   riesgo que son cada día peores.
Todos estos factores demuestran el negativo compromiso que tiene el poder económico en Colombia por que haya paz. Pues si no quieren que haya justicia social, (con sus acciones) cómo es posible que haya paz.
El salario mínimo para este año 2016, es de $689.455,  hubo un reajuste de 45.105 pesos, mes (1.503 pesos diarios), pero ya comenzaron a regir alzas en todos los factores de vida diaria, entre ellos los servicios públicos, los impuestos, el pago de salud, educación, la canasta familiar, etc, etc y en consecuencia dónde queda el reajuste de salario mínimo. Pues en nada absoluto. ¿Esa es la justicia social? Qué ironía. Colombia es el país donde los ricos son cada vez más poderosos con el sudor de los trabajadores y los pobres cada día más desarrapados por la acción del poder económico y la complacencia del estado.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Los personajes del Apocalipsis en contra de la paz

                           Por: Bernardo Socha Acosta
Cuando cualquier desprevenido ciudadano escucha que Colombia tiene cerca los días para vivir en paz y eso por su puesto causa enorme satisfacción, especialmente a quienes   han tenido que vivir la zozobra de la violencia  en los campos y en las pequeñas poblaciones del país, llega la estrella negra  de unos personajes que bien pudieran ser los anticristos  que anuncian el apocalipsis.
Nadie entiende cómo esos personajes que se nutren tras los escritorios,  con los impuestos  que pagan esos colombianos amedrentados   de la violencia, quieren que en este país nunca haya convivencia.  Es que pareciera que para ellos,  la guerra fuera la mejor opción.  Pero nadie entiende esa posición. Si bien es cierto que esa posición “apocalíptica” es el fruto de la democracia, tampoco entendemos por qué esos señores juegan y ponen en peligro un derecho al que tienen todos los colombianos de bien, como es el de vivir en Paz.  Y, si la paz es un derecho como lo consagra la Constitución nuestra, tampoco entendemos por qué esos personajes juegan con el derecho de los ciudadanos, tratando de confundirlos, peor de lo que, lo han estado por más de 60 años  de violencia.
Los observadores dicen que la forma como actúan esos personajes que devengan jugosas dietas y sueldos del estado colombiano, no es de ciudadanos honestos, sino de personajes que le estarían jugando una traición a la Patria, como es entorpecer el derecho constitucional a la paz.  Otros interpretan que esos personajes, actúan de esta forma porque  ven su futuro político en riesgo.  
Otras opiniones indican que quienes quieren atravesarse a la paz en Colombia, pareciera que no quisieran desprenderse de un flagelo  (la violencia) que ellos mismo ayudaron a crear con sus no muy salomónicas actuaciones desde los distintos puestos que han ocupado en la vida pública nacional.
Si el país logra salir adelante con el proceso de paz, a pesar de los acérrimos enemigos, Colombia y su gobierno,  merecerán  todos los elogios que se merecen los héroes,  y los enemigos merecerán los más severos reproches de los colombianos y de la clase política y económica internacional.
Es que no hay justificación para que unos encopetados que disfrutan de altas posiciones en el país, quieran violarle ese derecho a los colombianos, como es la posibilidad de vivir en un ambiente  de concordia nacional.
Por fortuna, esos personajes de la Apocalipsis  son muy pocos y cada día lo serán menos, porque los colombianos se dan cuenta del rencor entre  compatriotas que quieren crear.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Mientras el mundo aplaude la paz, unos pocos se atraviesan

La democracia, y la libertad de opinión, no pueden ser cómplices de la guerra
                        Por: Bernardo Socha Acosta
La opinión generalizada, que cualquier persona recoge en estos momentos,  en relación con el proceso de paz que el gobierno colombiano trata de librar contra viento y marea, es que la antropofagia colombiana quiere atravesarse a como dé lugar para impedir que el país goce algún día de ese clima de tranquilidad que existía antes de aparecer esos falsos redentores, y esos hace bastante, porque la violencia en Colombia lleva más de 50 años.
Algunos de quienes apoyan a los que se enseñorean erróneamente torpedeando la paz y atizando la guerra, se atreven a decir que esa es la democracia y que esa es la libertad de opinión.  
Pero  dónde está escrito que la democracia, y la libertad de opinión, sean sinónimos  de sometimiento de un pueblo que quiere la paz. Es erróneo  e increíble que unos mínimos colombianos,  que se precian de liderar masas,  quieran con argumentos por  fuera de contexto de los procesos de paz del mundo, pretender  que los colombianos vivamos otras cuantas décadas  azarosos de las matanzas que tanto unos como otros han causado.  Esa posición de quienes se atraviesan, pareciera  intencional, creyendo  temerosos que la paz haga descubrimientos que los comprometa con posibles oscuros hechos, y la posibilidad de comparecer por algo por fuera de la legalidad.
Pero, por qué tanta oposición de algunos al proceso de paz. Es que mientras los verdaderos líderes del mundo aplauden y se regocijan que los diálogos de La Habana  hayan avanzado significativamente y que tanto gobierno y guerrilla quieran hacer realidad ese deseo de la mayoría de colombianos, unos pocos quieran que el país siga con la devastadora guerra que baña en sangre y dolor a centenares de familias.
E interpretando el sentimiento de  las mayorías que quieren la paz, vemos que mientras el líderes de la cristiandad mundial, el Papa Francisco, y los gobiernos de las mayores potencias del mundo  entre ellas los Estados Unidos y Europa;  e individualmente los  gobiernos de  los países de Sur América  y de otros continentes, quieren y aplauden  que los avances de la búsqueda de paz para Colombia estén llegando felizmente a su final,  existan solo en Colombia, unos “poquitos” que quieran la guerra y que seguramente pretendan que el pueblo sometido a la violencia, los aclame como los defensores.  Que falta de respeto de esas personas  contra la mayoría de los colombianos deseosos  de  disfrutar de esa tranquilidad tan deseada que ofrece la paz, y que ya ni nos imaginamos cómo será vivir en paz, por tantos años de guerra, que han querido esconder algunos gobiernos.
Quienes deseamos paz en Colombia, para que crezca la riqueza y haya menos pobres pobres, queremos y nos gustan todas las manifestaciones de respaldo a una buena causa y rechazamos todo lo que pretenda sembrar más guerra. Solo vasta leer otros ejemplos de procesos de paz en el mundo. Ya lo explicó una máximo representante de la Corte penal Internacional. Pero es que algunos quieren ser más 'papistas' que el Papa.

viernes, 31 de julio de 2015

NO COLAPSARAN LOS DIALOGOS NI LA PAZ

Por Gerardo Delgado Silva
Dentro de los innumerables comportamientos atroces de la historia humana, podemos recordar que en el mundo siríaco se cuenta del Califa Omar, que reconstruyó el Estado Universal Siríaco, después de que éste permaneció en inacción durante mil años de instrucción helénica, que había escrito en respuesta a la pregunta de un General que acababa de lograr la rendición de la ciudad de Alejandría, y pedía instrucciones sobre cómo disponer de la famosa biblioteca: “Si estos escritos de los griegos coinciden con el Libro de Dios, son inútiles y no hace falta conservarlos; si no coinciden, son perniciosos y deben destruirse”.
Según esta leyenda, el contenido de una biblioteca que se había acumulado durante más de novecientos años, fue condenado entonces a ser consumido, como combustible para calentar los baños públicos. 
Hittler hizo lo que pudo en cuanto a quemar libros, aunque por el advenimiento de la imprenta le fue mucho más difícil alcanzar resultados “totales”, a los tiranos que recurren a esta medida en nuestro mundo.
Aquí en nuestra patria, los enemigos de la paz, que aplauden y veneran a los paramilitares, tienen una coincidencia espiritual con el fascismo,  y esas afinidades pueden detectarse con graciosa facilidad en la trayectoria de sus vidas, de extrema derecha, con fanatismo vesánico.  Parecen más preocupados por ajustar cuentas que por contribuir al advenimiento de la paz, la justicia, y la dignidad humana en nuestra patria.  Ese es un punto de enorme relevancia, cuando se dice luchar por valores.
Existe en estos individuos con su alma nazista, un problema psicológico: un inmenso orgullo, el placer de ser crueles, una desintegración neurótica.
Pero los factores psicológicos mismos deben ser comprendidos como moldeados por causas socio-económicas, pero su aceptación por parte de algunos colombianos de extrema derecha, ha de ser entendida sobre una base psicológica.
En realidad, hay ciertos rasgos que pueden considerarse característicos de esta clase a lo largo de toda la historia: Su amor al fuerte, su odio al débil, su mezquindad, su hostilidad, su avaricia, no solo con respecto al dinero, sino también a los sentimientos y sobre todo, a su ascetismo.
La esencia del carácter autoritario de los enemigos de la paz, se describe como la presencia simultánea de tendencias impulsivas sádicas y masoquistas.  El sadismo fue entendido como un impulso dirigido al ejercicio de un poder ilimitado sobre otra persona, y teñido de destructividad en un grado más o menos intenso, el masoquismo en cambio, como un impulso dirigido a la disolución del propio yo, en un poder omnipotente, para participar así de su gloria.
Los enemigos de la paz, tan conocidos en nuestra patria, indiferentes a la iniquidad, tienen una solidaridad ideológica con el nazismo y los paramilitares, pues comparten ese rincón oscuro de la conciencia donde duermen las pesadillas de la razón.  Es una parábola sin tiempo de lo que el terror y la muerte pueden ser en cualquier época y en cualquier lugar.
Son explícitos, como ya afirmábamos, los lazos que unen a los enemigos de la paz y los paramilitares.  Lo que hubo en esos años del anterior gobierno, fue una campaña de exterminio de parte de los paramilitares, contra sectores sociales específicos, buscando el control de toda una sociedad.  A narcos  tradicionales se sumaron nuevos personajes, y todos tejieron alianzas con los paramilitares.
Y surgió una nueva clase empresarial, formada por la élite del paramilitarismo.  Estos son desalmados, y la muerte horrenda que han dado a tanta gente, produce escalofrío.
Están en casi la mitad de los municipios en territorios de donde desplazaron a las FARC y al ELN con la siniestra política de masacrar campesinos y sindicalistas, acusándolos de ser “auxiliadores de la guerrilla”.  Ni hablar del barrido que han hecho de la intelectualidad independiente.
Los difíciles caminos de la paz hay que transitarlos con denuedo y decisión imperturbables, para que la justicia pueda abrirse paso en su sagrada misión.
Los enemigos de la paz están demostrando que la ira y la desmesura nacen de su ambición de poder, como en Tántalo.  Quieren ignorar el don de la justicia que es el contenido de la paz y llevar a los colombianos a ignorar los límites de la ética, carentes de presencia de espíritu, la maldad misma, unos monstruos de insignificancia y de rencores.
Es el momento que la solidaridad colectiva para la defensa de los grandes principios que han enriquecido la historia espiritual de Colombia.
Los enemigos de la paz constituyen la morralla de la historia colombiana.
Empero, algunos monstruosamente se consideran enviados de Dios, como el caso del Senador Uribe Vélez.
La resolución con la cual el gobierno de Santos, está entregándose para lograr la paz como  también a esa labor de sanidad espiritual, alcanzará la finalidad redentora de devolverles a los colombianos la seguridad de poder vivir y avanzar protegidos en sus fuegos.
Los colombianos de bien, como el mundo entero, anhelamos la paz, de la cual dijo Jesús: “Mi paz os dejo, mi paz os doy…”. Como existe conciencia para apoyar evidentemente los diálogos de la Habana, recordamos agradecidos las palabras de David, en el Salmo 42: “Júzgame tú Oh Dios, y toma en tus manos mi causa, líbrame de la gente impía y del hombre inicuo y engañador”.
Colombia está persuadida del leviatán denominado “Centro Democrático”, del Senador Uribe, donde milita José Obdulio Gaviria, asesor de su primo Pablo Escobar Gaviria, el más grande narcotraficante y terrorista del país. Colombia está persuadida de quienes son esos hombres inicuos y engañadores.

martes, 16 de junio de 2015

Partido liberal, paz y gobierno

Horacio Serpa
Hace  10 meses regresé al Senado después de 24 años de haber renunciado para ir a la Constituyente. Fui elegido por el  Partido Liberal que varias veces dirigí, al cual pertenezco ininterrumpidamente desde 1959, cuando siendo un colegial sin ciudadanía me afilié a las juventudes del Movimiento Revolucionario Liberal.
Busqué llegar al Congreso para colaborar en el logro de la paz, apoyando en este objetivo al Presidente Santos en su búsqueda de acuerdos de convivencia con las Farc, en las conversaciones de La Habana.
Muy satisfactorio fue volver a la dirección de mi Partido. No lo esperaba. Hace 7 meses, gracias a la confianza de Simón Gaviria y a la generosidad de la bancada liberal en el Congreso, formo parte de la Dirección Nacional Liberal  en compañía de once Senadores y Representantes que de buena fe, comprometidos con la divisa roja, asistidos por un fervoroso deseo de acertar, trabajamos por el País desde la democrática y social plataforma del liberalismo colombiano. Dichoso participo en esa tarea.
Seremos en octubre la primera fuerza política de Colombia. Reorganizamos al Partido y trabajamos en la revisión de la propuesta programática. A finales de Julio haremos nuestro Congreso Ideológico y estamos buscando y escogiendo las mejores y los mejores candidatos a Gobernaciones, Alcaldías, Asambleas y Concejos.
Apoyamos la paz con decisión pero rechazamos la violencia en todas sus asquerosas características. El comportamiento de las farc en las últimas semanas ha sido perversa y criminal. Nos duele la muerte de policías y soldados y consideramos irracional la destrucción del medio ambiente y de la infraestructura social e industrial que pertenecen a todos los asociados. El acuerdo de negociar en medio del conflicto no es patente de corso para acabar al país.
Apoyamos la gestión de gobierno del Presidente Santos. Lo apreciamos como persona, como demócrata, como gobernante sano y bien intencionado. Pero como Partido asumimos la independencia crítica y el control político. Reclamamos que a los opositores les respeten sus derechos y que a los amigos se nos trate como iguales. No estamos satisfechos con el desequilibrio que existe en las relaciones que el gobierno nacional tiene con los partidos de la Unidad Nacional.
El gobierno no muestra ningún interés por las propuestas programáticas del liberalismo. El monopólico manejo de los asuntos de la paz no le gusta al liberalismo. En muchos Ministerios e Institutos existen barreras para las iniciativas liberales. No es apropiado que solo un Partido de la Unidad Nacional pueda mostrarle al país las realizaciones del gobierno, el cual no mira el desgaste que significa respaldarlo.
El liberalismo lucha por defender a la clase media y por derrotar la pobreza. Estará en primera fila apoyando la búsqueda de la paz. Apoyará propuestas muy edificantes en la presenta campaña y con el apoyo de millones de compatriotas alcanzará la victoria que le permita trabajar con éxito por la Presidencia de la República en las elecciones del 2018.  
Bogotá D.C., 14 de Junio del 2015 (Reenviada por Nancy Guerrero)

jueves, 27 de noviembre de 2014

El capitalismo parece no tener compromiso con la paz

Por: Bernardo Socha Acosta
Los colombianos vemos con  perplejidad que  mientras el gobierno hace esfuerzos de una u otra forma, en relación con la búsqueda de la paz para el país, hay sectores decisivos  en los cambios que reclama la sociedad, que no parece comprometerse con algo en este largo camino.
Cuando los colombianos escuchamos  pronunciamientos en contra del proyecto de ley que grabaría el exceso de riqueza de algunos sectores capitalistas, entendemos por qué los teóricos y críticos  hablan tan mal   del llamado capitalismo salvaje.  Y, sí, es salvaje, porque muchos empresarios  solo piensan en atesorar   mucha riqueza, y no precisamente riqueza social, sino una riqueza que lastima la dignidad humana, como es la que han venido atesorando  los bien llamados CARTELES  de los pañales y del papel  higiénico.  Y quién sabe cuántos más carteles estén  comercializando con las necesidades del pueblo colombiano, sin un poquito de vergüenza y respeto. Esos son los que en los tantos años de violencia colombiana  han atizado cada día más la guerra y solo quieren más guerra para lucrarse, porque  saben que habiendo violencia, esta se convierte en cortinas de humo para que no se destapen las fechorías que se cometen contra los sectores populares, que  unos años atrás (2002 – 2009) avanzaban aceleradamente a la extrema pobreza y la mendicidad.
Ahora cuando el gobierno intenta buscar parte de los recursos para financiar el posconflicto, la mayoría de los empresarios se atraviesa para impedir  que con ese gravamen  a la excesiva riqueza se cumpla una labor social  y puedan esos hombres y mujeres que están en el conflicto (muchos obligados por la necesidad y el hambre) puedan reincorporarse a la vida civil y productiva de Colombia.  Entonces, cuál es el compromiso  de quienes lo tienen todo, de ayudar a que haya un poquito de justicia social. Es que  nadie puede ignorar que esa brecha que llaman los estudiosos, que dividen a los ricos y a los pobres, que son la mayoría,  se reduzca   para  destruir buena parte de los factores que han generado las guerrillas.
Si en una sociedad como la nuestra donde las desigualdades  son abismales, por los privilegios que han tenido quienes amasan el capital, mientras que en algunos gobiernos se han acentuado  las medidas tributarias contra  quienes  medio ganan para sobrevivir, entonces que le queda por hacer  a ese pueblo que observa esperanzado que haya paz para volver a sus parcelas.
Si en Colombia no se logra la pacificación que estamos esperando en esta ocasión, en buena parte por la falta de compromiso de quienes pueden hacerlo aportando algo de su inmensa riqueza, el panorama será muy sombrío y entonces la suerte oscura la tendremos que padecer todos sin   excepción. Ojalá que quienes tienen  en sus manos la riqueza nacional (e internacional) reflexionen, si es que les queda tiempo, para que si llega la paz, podamos disfrutarla todos. 

sábado, 14 de junio de 2014

Los triunfos de la paz

                                                      Trafugario
Por: José Oscar Fajardo
Son las once y veinte minutos de la noche del jueves anterior y estoy atravesando por una dura crisis de dualidad filosófica dentro de mi pensamiento. Siempre me ha fascinado el método paranoico-crítico de Dalí y tengo la dura impresión que está actuando dentro de mi cerebro. Primero por el partido del sábado contra el seleccionado de Grecia y segundo, por las elecciones del domingo en las que espero con vehemencia y preocupación que gane el candidato presidente. Tengo muchas razones de estar preocupado y los que conocemos la historia del país, tanto de otrora como de ahora, sabemos muy bien por qué. Desafortunadamente el que no conoce la historia está condenado a repetirla. Para poder conciliar el sueño me estoy sugestionando que vamos a ganar el partido contra Grecia por dos goles de Ibarbo y de James, a uno de ellos, y que Juanma Santos Calderón va a ganar por más de doscientos mil votos. Estoy autosugestionado y estoy sugestionando a los colombianos inteligentes por un método de “Persuasión Colectiva Esotérica” (PCE) que sólo conocemos los habitantes del Manicomio más grande del mundo porque son secretos que nos han enseñados los parasicólogos y metafísicos que allí abundan.
El profesor Malezza, personaje central de mi novela EL CANDIDATO DE LOS DIFUNTOS, que acaba de salir al mercado y que se está poniendo de moda en todos los círculos sociales, políticos e intelectuales por el refinado humor con que trata los sucesos nacionales e internacionales, me dijo así de una manera concluyente: “Va la madre, periodista, si no ganamos estas elecciones y la selección Colombia no le gana a Grecia por el marcador que usted predijo. Y le confieso desde ya que si eso no ocurre, me voy a vivir definitivamente a Ganímedes o a la estrella Aldebarán que es donde se guardan todos los secretos del universo”. Quiero comentarles a los lectores que en mi relato novelado, el profesor Malezza recibe, por haberle metido un putazo al imperialismo norteamericano, un tremendo “bolo ponch” de Mohamed Alí en pleno rostro que lo envía a la lona y lo deja 9 horas 26 minutos fuera de este mundo. Ya recuperado, dos días después, el metafísico Malezza, mediante un proceso esotérico apoyado en su magia brujilística,  le “mete” un sapo cimitarreño en la barriga a Mohamed Alí en retaliación, convirtiéndolo, para burlas en todo el planeta, en el primer negro norteamericano boxeador marica y preñado (consultar texto).
Yo pienso es en la inconmensurable alegría si gana el presidente Santos de nuevo la presidencia porque, sin ser un San Ignacio de Loyola, para bien de Colombia tampoco es un Lucifer como ciertas hierbas. Claro porque Lucifer de amigo, allá en el infierno dizque le gasta trago y percantas a uno. Pero de enemigo, hasta el mismo Profesor Malezza, quien se dio el gusto de mamarle gallo al imperialismo gringo vapuleando a uno de sus íconos legendarios como es Alí, le tiene un cuidado intensivo a Lucifer, por lo cual se reserva los comentarios al caso. Periodista, me dijo a mí. No se preocupe que usted se va conmigo para el CEFOU (centro de fuerzas ordenadoras del universo) y le voy a enseñar ciencias ocultas y metodologías metafísicas para que ayude con su pluma a que nadie vuelva a tener malas intenciones con la paz de Colombia. Por decir algo, le voy a enseñar como meterle un perro chanda  en la barriga a un enemigo político que le haya hecho daños al país, para que lo vea envejecer, al final de su brillante carrera, lleno de millones de dólares pero ladrando de desprestigio en la plaza pública sin que nadie le quiera escuchar una sola palabra, o en medio de los jardines de sus mansiones enajenado por la senectud y agobiado por la soledad.  

domingo, 1 de junio de 2014

“Hay que dejar de odiar para conseguir la paz”

Por qué Uribe no puede
Tomado de la Revista Semana
Por: María Jimena Duzán 
OPINIÓN La tercera razón tiene que ver con una frase de Frederik de Klerk, el líder de derecha sudafricano que negoció el fin del ‘Apartheid’: “hay que dejar de odiar para conseguir la paz”.
Ni el expresidente Uribe ni su candidato pueden hacer la paz en Colombia. Y esa incapacidad no se la han impuesto sus enemigos, sino ellos mismos. 
La primera razón para esa incapacidad tiene que ver con el hecho de que el uribismo es a la paz lo que la religión es a
l sexo. Lastimosamente, son incompatibles, por naturaleza. El uribismo se ha dedicado en esto últimos 12 años a reclutar adeptos sobre la base de que la única negociación posible con las FARC es la rendición de esa guerrilla y considera que cualquier paz negociada es una entrega al terrorismo, al castrochavismo y al comunismo ateo, como lo dijo en un trino la congresista del CD, Maria Fernanda Cabal, el día del triunfo de Zuluaga en la primera vuelta.
La oposición a ese proceso ha sido la fuente de su fuerza política y sus adeptos  están tan bien reclutados que se hicieron los de la vista gorda cuando el uribismo pasó de oponerse al proceso a sabotearlo. Les importó un comino que la campaña de su candidato  hubiera contratado los servicios de un hacker que compraba ilegalmente información de Inteligencia sobre las intimidades de los diálogos, con el propósito de que la campaña de Zuluaga pudiera saber con antelación lo que se venía y neutralizar cualquier avance en el proceso, cosa que ha ido sucediendo sin que el país se ruborice: Uribe supo de la tregua unilateral decretada por las FARC antes de que la guerrilla la anunciara y filtró las coordenadas del helicóptero de la Cruz Roja que transportaba a Pablo Catatumbo  hacia La Habana, filtración hecha no precisamente para facilitar su llegada a la isla.   
Cambiar el fundamento sobre el cual el uribismo ha edificado su credo político diez días antes de la segunda vuelta,  para salir a decir que si ganan ya no van a acabar el proceso de paz como lo dijeron hace cuatro meses, ni lo van a suspender, como lo dijeron hace una semana, sino que lo van a mantener porque ahora quieren lo que siempre han detestado que es “una paz negociada”, es una voltereta mortal que puede quebrar la espina dorsal al uribismo. 
La segunda razón, es más de forma pero igualmente infranqueable. El uribismo no cambió su posición por convicción sino que fue un acto de desesperación dirigido a ganar las elecciones. Saben que si quieren triunfar necesitan correrse al centro derecha. Y han demostrado que para conquistar esos votos están dispuestos a disfrazar al zorro con piel de oveja, como bien lo vaticinó Mauricio Cabrera. Su objetivo es tranquilizar a muchos colombianos de clase media, a empresarios medianos y grandes que fueron la base de su fuerza política hace unos años, pero que hoy están asustados (y no les falta razón), ante la posibilidad de que un triunfo de este Uribe radical y pendenciero, signifique no solo un recrudecimiento de la guerra interna sino la reactivación del conflicto con Venezuela, que podría eventualmente desencadenar una guerra.
Sin embargo, cuando el uribismo actúa desprovisto de su furia y deja de manipular nuestros temores, no resulta muy convincente. En esta ocasión se han servido de la decencia de Marta Lucía Ramírez, quien de nuevo vuelve a prestarse para lavarle la cara al uribismo a pesar de que fue Uribe quien la echó del Ministerio de Defensa y por la puerta de atrás. En esa ocasión, Marta Lucía tan altiva para unas cosas, permitió que Uribe le impusiera de asesor al tenebroso José Miguel Narváez, el subdirector del DAS que está preso, acusado de ser el para-ideólogo de las AUC y quien instigó a Castaño para que asesinara a Jaime Garzón y secuestrara a Piedad Córdoba. Esa vez la callaron. Y me temo que en este cuento, el zorro con piel de oveja también va a terminar tapándole la boca a Caperucita.
La tercera razón es probablemente la más difícil de remontar y tiene que ver con una frase que pronunció Frederik de Klerk, el líder sudafricano de derecha que firmó con Mandela los acuerdos que le pusieron fin al Apartheid. “Hay que dejar de odiar para conseguir la paz”, dijo. Ese requisito lo está cumpliendo  Santos de manera progresiva desde que decidió abrir esa compuerta de la paz. En cambio, el uribismo sigue empeñado en fundamentar su acción política en el odio y en la venganza. Y un jefe que mueve a su tribu, utilizando el odio como combustible para incendiar las almas, no puede conseguir la paz.
La última razón es que no veo a las FARC sentándose a la mesa con Uribe ni con su candidato. No lo hicieron cuando los buscó insistentemente durante su mandato, –historia que Uribe insiste en negar–, menos lo van a hacer ahora cuando está cegado por la sed de venganza. Solo agregaría esta impresión que me han dejado los frecuentes viajes que he hecho a La Habana a cubrir el proceso de paz: que a diferencia de lo que pasa con el uribismo, he visto cómo las FARC también han empezado a dejar de odiar para pensar en la paz. Reenviado por Georgin Flórez

lunes, 26 de mayo de 2014

La guerra y la paz

                                 Traugario Especial
                                         Por: José Ooscar Fajardo
Yo no puedo asegurar que cuando el escritor ruso León Tolstoi escribió esta singular novela, que se desarrolla en el suelo ruso, supiera que existía un país en América Latina que se llamaba Colombia, que es poco más o menos el Macondo de García Márquez, o el Manicomio más grande del mundo, de mi muy bien lograda autoría. La guerra y la paz es una novela que hoy por hoy y dadas las circunstancias sociales y políticas que vive el país, todo colombiano debería leerla por obligación moral. Pero desafortunadamente nosotros no leemos, de acuerdo con las estadísticas, ni siquiera dos libros per cápita por año, lo que nos hace unos pobres infelices intelectualmente. En ciencias y matemáticas somos los últimos, en índice de comprensión de lectura somos los últimos y en la solución de problemas cotidianos somos los últimos. Muchas pichurrias, como dicen ahora los estudiantes de universidad, y de los colegios ni se diga. La universidad de Harvard dedica unos seis mil millones de dólares al año en investigación científica. Nuestros gobernantes casi toda la plata, la que no se roban, no todos, se la meten a la guerra, por lo menos hasta este momento. Y hay gente que venera y adora la guerra hasta tal punto, que esta hace parte arraigada de la cultura colombiana.
Yo tenía la fe y la esperanza que el presidente Santos tendría la oportunidad única y feliz de acabar con este flagelo que como a los enfermos de Lepra, nos tiene podridos en vida. Hoy, desconcertado y preocupado hago este arqueo de ideas. Si gana el expresidente Uribe la próxima vuelta de las elecciones, para qué nombrar a Zuluaga si él va a ser una simple marioneta, lo primero que va a hacer  es romper los diálogos con la guerrilla de las Farc y hasta aquí llegó la alegría. El tercer punto del acuerdo, que ya estaba pactado, el abandono total del negocio del narcotráfico en todos los sentidos por parte de las Farc, queda anulado. Recordemos que este facilitaría el control por parte de la justicia colombiana y de la DEA, el ejercicio del narcotráfico de gran escala. Pero la guerrilla, como tiene que autofinanciarse, volverá entones a lo de antes y recuperará para la guerra los dos mil quinientos millones de dólares anuales que le permitirán sostener la contienda contra el Estado hasta que pasen otros cien años de soledad. Entonces volveremos a la guerra total prolongada y los ríos de sangre, de lodo y de mierda anegarán los campos colombianos como en los mejores tiempos de la violencia de los años cincuenta.
Cómo me sorprende que algunos sectores del pueblo sean tan indolentes. Cómo no comprender que una guerra no le conviene a ningún ser de La  Tierra. Sea liberal, conservador, godo, cachiporro, judío, musulmán, machista, gay, fetichista, negro, blanco, “morao”, desteñido por el vitíligo, católico, evangélico, eyaculador precoz, gran masturbador, reproductor de fina estampa, mendigo, petrolero, azadonero y todo lo que usted pueda imaginar, de  ninguna manera le sirve la guerra. Cómo siento su desilusión doctor Santos. Cómo no entender que con la plata de la guerra, que son muchos billones de pesos, podremos conseguir los primeros puestos en las pruebas Pisa para la educación y ya no volver a ser los más yeguas del planeta. Cómo no entender que en Colombia la gente se muere por falta de atención médica en los andenes a la entrada de los hospitales y que eso se podría remediar con la plata de la guerra. La guerrilla arreciará la guerra urbana por ser más difícil de combatir, y los movimientos sindicalistas serán seriamente reprimidos. Y los que hacemos oposición, tendremos que irnos a vivir a lo más profundo del infierno. Si Satanás nos arrienda una covacha.  

miércoles, 17 de julio de 2013

Solidaridad con el país, del proceso de paz

Gilberto Echeverry y Guillermo Gaviria
Horacio Serpa
El proceso de paz exige un gran sentido de solidaridad con el país. Ha sido medio siglo de barbaridades, imputables a las guerrillas, a los paramilitares, a quienes desde el Estado han cometido abusos, arbitrariedades y delitos. También a los narcotraficantes, cuyas acciones delincuenciales y violencia han estado vinculados al conflicto, apoyando a unos o a otros, incidiendo con sus propias atrocidades, al incremento de  la inhumana conflagración.
De ahí que cuando se habla de reconciliación surjan tantas inquietudes y reparos. Hay mucho rechazo a que los acuerdos conlleven definiciones que terminen creando connivencia con el crimen, exculpando los delitos de lesa humanidad, permitiendo que a la altas esferas políticas del país puedan llegar quienes han afrentado en materia grave a la comunidad con crímenes que no merecen perdón.
Soy de los que creen en la necesidad de encontrar salidas que permitan poner fin al conflicto. No serán ya las amnistías y los indultos de otras épocas y de ninguna manera la exculpación para los autores de delitos de lesa humanidad. Existe la justicia transicional y no puede dejar de tenerse en cuenta que en materia penal las responsabilidades no son globales sino personales. Así genere controversia y el argumento no guste, debe examinarse la intencionalidad política que existe en la formación de las estructuras guerrilleras.
No obstante, en desarrollo de esta prolongada e inhumana guerra han ocurrido muchísimos casos que no corresponden al enfrentamiento armado entre Estado y subversivos. Son las víctimas inocentes, desarmadas, indefensas. Como lo fueron el exministro Gilberto Echeverry y el Gobernador Guillermo Echeverry. Increíble lo que pasó. Eran adalides de la paz, convencidos de la necesidad de la solución política del conflicto, comprometidos con la causa de la no violencia. Fueron secuestrados precisamente cuando iban al frente de una marcha por la paz en Antioquia.
Dos grandes seres humanos. Duele mucho pensar en su injusto cautiverio y en la forma cobarde como fueron asesinados. Ningún crimen se justifica pero a algunos se les busca explicación. A estos no, imposible. Guillermo y Gilberto fueron masacrados a mansalva, para sentar un precedente malvado, absurdo, en un acto horrible que sigue generando indignación.  
Recordar a Gilberto y a Guillermo es traer a la memoria a dos personas consagradas al servicio público. Íntegros, realizadores, optimistas, con un sentido progresista de la política, practicantes del criterio de la solidaridad. Por eso cayeron, porque no deseaban que se prolongara la guerra ni que la violencia abrazara hasta su destrucción a tanta gente inocente.
De vivir, hoy estarían luchando porque saliera adelante el proceso de paz en La Habana. No soy capaz de decir que su sacrificio debe servir para construir instancias de perdón y reconciliación. Muchos sabemos lo que ha significado su ausencia en los campos del servicio y de la política y Dios conoce el sufrimiento enorme de sus familiares y allegados. Pero me atrevo a pedir que acabemos esta guerra para que no muera la gente  buena como Guillermo y Gilberto.
Bogotá D.C., 16 de Julio del 2013 - Colomna, Nuevo Siglo

jueves, 2 de mayo de 2013

Comentarios sin fundamento sobre el proceso de paz

                           Hay que acabar con los fantasmas”
Horacio Serpa
La frase no es mía. Se la escuché al representante Iván Cepeda el lunes en Hora 20, de Caracol, referida a la cantidad de comentarios infundados que se vienen haciendo sobre el proceso de paz.
Me parece  apropiada para decir que hay demasiadas exageraciones, mentiras, verdades a medias, desinformaciones y equivocaciones girando alrededor de las conversaciones que se adelantan en La Habana, entre Gobierno y Farc. Se ha dicho que se va a acabar la propiedad privada; que se limitará la libertad de empresa; que la guerrilla quiere imponer un modelo de desarrollo comunista; que el Ejército y la Policía se van a reducir a la tercera parte; que se van a nombrar por decreto 20 Senadores y 40 Representantes a la Cámara. Otros estropicios adicionales se han escuchado, para meter susto, desprestigiar el proceso y destruir esta posibilidad de lograr que después de 49 años de subversión no haya más guerrilla.
Hay que acabar con esos fantasmas. No he escuchado decir que los guerrilleros se van a indultar o a amnistiar. Tampoco que se va a absolver a los responsables de crímenes de lesa humanidad. Mucho menos que se buscan unos acuerdos en los que, de lograrse, los subversivos entren a la legalidad conservando las armas con las que hacen la guerra. Tampoco es verdad que se van a repartir alcaldías y gobernaciones a granel.
Falta mucha confianza con el Presidente Santos y con la comisión  negociadora. Es injusto creer que se chifló el mandatario y que Humberto de la Calle con sus acompañantes estén de rodillas rogándole a la guerrilla el favor de suscribir unos acuerdos, cualesquiera que ellos sean. Es indelicado repetir especulaciones o simples rumores sin primero comprobar los comentarios o las consejas.
Lo peor de seguir llenando el proceso de paz de fantasmas, es que se puede echar a perder una posibilidad sería de conciliación. Se trata es de conseguir que la guerrilla entre al sistema legal. No es que quienes estamos en lo institucional nos metamos al de la guerrilla. Es para que se acaben las muertes que genera la guerra. Se trata es de brindarle a la juventud unos espacios apropiados en los que puedan desarrollar sus invaluables conocimientos. Es para que haya más inversión y se pueda producir y generar riqueza con tranquilidad.
Mucho hay que hacer, con proceso o sin proceso. Respetar los derechos humanos, por ejemplo. Fortalecer la democracia. Expedir el Estatuto de Oposición ordenado por la Constitución. Elaborar el Estatuto del Trabajador, también ordenado desde 1.991. Revisar el modelo económico para superar la ominosa desigualdad que sufrimos. Tener un nuevo sistema de salud. Crear más espacios de participación. Mejorar el ejercicio de la política. Reformar el sistema agrario. Generar ingreso con equidad. Luchar contra la corrupción. No son ni mucho menos consignas revolucionarias. Son necesidades para lograr el bienestar y vivir mejor.
Podemos lograrlo si cada colombiano o colombiana piensan en las ventajas de un país en paz. Pero hagámoslo.  
Bogotá D.C., 30 de Abril del 2013 – columna del NuevoSiglo

sábado, 27 de abril de 2013

Difícil dirección hacia la paz

                              Por: Pedro Gerardo Tabares C.
Los pronunciamientos en contra de la paz y la orientación hacia ella, con sus utópicos, pero necesarios apoyos, presentan las consabidas causas de enfrentamiento que los momentos históricos traen.
No hay pueblo en que la política haya influido con tan aguda divergencia, que se mantenga en el tiempo indefinidamente la aceptación de acuerdos o de imposición unilateral que acepte cualquiera de las partes, máxime cuando los comportamientos de una de ellas debe reconocer como contraria a la sociedad existente sus actuaciones y que por esa circunstancia causa graves traumatismo en la economía, las relaciones interpersonales, el dominio territorial que conlleva a calificativos muy pero que en nada práctico beneficia su pronunciamiento para el núcleo social en que se tornan pragmáticos.
Quienes han perdido batallas, se les ha truncado en atentados o aún vencido en batallas, no siempre con lo que se han pagado sus equivocaciones han sido sanciones que los elimine, sino que hasta han regresado al seno de una sociedad que los ha esperado para cambiar de alguna manera la concepción de la maldad.
Por eso cualquier radicalismo impide solucionar graves conflictos, y nuestro país no es ajeno a esa situaciones, por lo cual quienes no tienen dirección material de los acontecimientos con sólo su percepción y agudeza de pensamiento se tornen en orientadores decisorios de todo aquello cuya concepción es totalmente diferente, hasta el punto que que impida que haya nuevas propuestas, cuando las precedentes no han tenido acogida, y por ende sin resultados.
El pensamiento humano tiene aristas que quizá no se alcanza a comprender, cuando repudiamos una concepción, pero ésta se aplica quitándole alguna variante de la que el pensador que la entronizó modifica el conglomerado social con su aceptación, y aún en las democracias se modifica diametralmente la manera de pensar en una sociedad determinada, como se puede observar a cada momento.
Quienes por su calidad de intelectuales, directores de masas, intérpretes de pensamiento religiosos, o cultores de anquilosadas teorías que consideran válidas, pueden intervenir para morigerar sus candentes ataques, dejando un mínimo de criterio a quienes tienen decisión, claro está que con su aporte mesurado para buscar ese rótulo que ha sido la incógnita difícil de encontrar a través de los tiempos: la paz, que teóricamente está incluido en la Constitución Política Colombiana.

jueves, 28 de marzo de 2013

Desconceptuando el proceso de paz

Expresidente Pastrana le dio la alternativa a Carrillo
Horacio Serpa
Sin proponérselo, claro está, el ex Presidente Pastrana Arango le dio la alternativa política al Ministro del Interior Fernando Carrillo. Sintió en el alma los requerimientos del ex Constituyente sobre las declaraciones que expresó el domingo para desconceptuar el proceso de paz del presidente Santos, y le contestó duro, al pleno rostro, para dejarlo fuera de combate. Pero lo que hizo fue graduarlo en alta política y reconocerlo como auténtico vocero del presidente Santos. No importa que dijera que no se rebajaría a discutir con el Ministro. Ya lo había hecho. Feliz debe estar el funcionario.
Todos sabemos que Fernando Carrillo es un hombre sano, de irreprochable trayectoria. Joven fue protagonista en la Séptima Papeleta, en la Academia y en la Constituyente. Luego se desempeñó como Ministro de Justicia del expresidente Cesar Gaviria Trujillo, en esa época turbulenta en la que el capo de capos se voló de La Catedral. Luego de seguir su carrera de especializaciones en las más connotadas universidades extranjeras, desempeñó en el BID importantes funciones en Washington, París y Brasilia. De allí vino a apoyar la gestión del actual gobierno.
El doctor Pastrana fue notablemente injusto con el Ministro del Interior. Todos sabemos que no fungió como “camarero de Pablo Escobar”, apreciación que da para mucho en la mente de quienes no están bien informados sobre los hechos de esa época difícil, en la que fue secuestrado por la mafia quien luego fuera Alcalde Bogotá. El doctor Pastrana cometió lo que los abogados de antes llamábamos “exceso en la legítima defensa”.
El expresidente Pastrana debiera pensar un ratico en por qué sus recientes declaraciones sobre el proceso de paz causaron tantas inquietudes y preocupaciones en los que consideramos viable la estrategia de buscar la reconciliación por medio de los diálogos, en el marco de una estrategia política que en tantas partes del mundo, aquí mismo, se ha realizado con buenos resultados. Él ha sido abanderado de esa causa. El proceso de paz del Caguán fracasó, pero fue un esfuerzo importante, de buena fe, en la que sin duda hizo todo lo posible por salir adelante. Siempre he elogiado  como un golpe de audacia y de valor ir a hablar con Marulanda Velez, a San Vicente del Caguán.
Ola Política hizo un análisis serio de las declaraciones del expresidente. Nada le parece bueno. Todo es equivocado, extemporáneo, irresponsable, descomedido, de imprevisibles y  desastrosas consecuencias. No puede ser para tanto. Ni el Presidente Santos está chiflado ni es un irresponsable ni sus colaboradores son tan descriteriados como para que su gestión en La Habana pueda calificarse de inútil, absurda, inconveniente, improcedente e inapropiada. Fue lo que dijo el doctor Pastrana el domingo.
Nadie duda de la importancia del expresidente. Al contrario, se le reclama y hasta cuestiona es porque sus antecedentes, su dimensión política y sus opiniones merecen consideración. Pero se volvió de una  susceptibilidad extrema. Y “cuando Dios quiere perder a los hombres, los vuelve soberbios”.
Madrid (España), 26 de Marzo, 2013 – Columna del Nuevo Siglo

Una fuerza política aniquilada por las armas

Reparar a la Unión Patriótica
Tomado de: Anarkismo.net
Tomado de Kienyke
Por Antonio Sanguino | 
Tenemos suficientes razones para sentir vergüenza ante el mundo. Una de ellas es el genocidio de la Unión Patriótica. Una sociedad que permita la eliminación a sangre y fuego de un movimiento político tiene pocos motivos para enorgullecerse. Paradójico que la UP concebida como un instrumento de paz terminara en un baño de sangre. Fundada en 1985 en el marco del fallido proceso de paz entre el Gobierno Betancourt y las FARC, buscaba ofrecer un mecanismo de participación política legal para cuando esta organización guerrillera firmara la paz.
Pocos casos similares se pueden enumerar. Seguramente las sangrientas dictaduras militares de Centroamérica y el Cono Sur. Pero en democracia es difícil encontrar una fuerza política a la que hayan asesinado dos candidatos presidenciales, ocho congresistas, trece diputados, setenta concejales, once alcaldes y tres mil quinientos militantes y activistas. Un verdadero genocidio puesto en conocimiento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, cometido por una alianza criminal de agentes del Estado, grupos paramilitares, bandas de narcotraficantes, empresarios agrícolas y políticos tradicionales. Un torbellino de razones se trenzó en esta matazón. Pero el investigador Mauricio Romero en su trabajo “Autodefensas y Paramilitares” defiende la hipótesis de que fue una ofensiva contra las reformas derivadas de la paz de los ochentas.
Nos dirán que, sin embargo, tenemos la democracia más antigua del continente. Que elegimos sin interrupción y por voto popular durante todo el Siglo XX y lo corrido del XXI -salvo la breve y consentida dictadura de Rojas Pinilla- Presidente y Congreso de la República, Concejos municipales y Asambleas Departamentales. Y más recientemente Alcaldes y Gobernadores.
Nos recordarán que tenemos partidos históricos que como el Liberal y el Conservador son de los más antiguos de América. Y que la mujer colombiana adquirió ciudadanía política desde 1957, mucho antes que muchas democracias consolidadas del mundo. Por todo ello, la estabilidad institucional se esgrime como un valor de nuestro sistema político.
Pero estos argumentos no alcanzan para explicar la atávica violencia que caracteriza el régimen político colombiano. Es un rasgo permanente acudir a la violencia para dirimir nuestros conflictos públicos. Como también ha sido una costumbre usar la violencia para perseguir al opositor político. Desde la “Patria Boba” hasta nuestros días, para solo hablar del período republicano.
Por ello, erradicar el uso de la violencia con fines políticos es quizás el principal desafío de la democracia colombiana. Es una tarea inmensa. La paz con las guerrillas contribuye a ello. Pero se requiere una verdadera revolución cultural en la manera como asumimos y tramitamos los conflictos políticos. Y actos reparativos que envíen el mensaje de la no repetición. Restituir la personería jurídica de la UP y otorgar favorabilidades adicionales para esta fuerza política puede ser uno de ellos. Y un acto verdadero de reconciliación que cumple además los artículos 151 y 152 de la Ley de Víctimas sobre reparación colectiva de Organizaciones Políticas. Los victimarios sabrán con ello que fracasaron en su intento de asesinar a la UP. Y el mundo, que estamos dispuestos a encarar nuestras vergüenzas.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Elecciones en Venezuela y Paz en Colombia


Horacio Serpa
Siendo dos Países diferentes es claro que Colombia y Venezuela tienen intereses comunes. No es solo su origen, su historia, su amistad de casi siempre. Es su presente en las actividades diplomáticas, en la relación que existe entre la gente de la zona fronteriza, en la necesidad de desarrollar conjuntamente obras de desarrollo regional, en lo importante que es el movimiento de personas y el intercambio comercial, en el mutuo y estratégico apoyo para que uno y otro se unan en el propósito de superar debilidades y aprovechar fortalezas. El futuro, desde luego, debe ser más hermanado y de mejores consecuencias.
Por eso los colombianos celebramos que haya transcurrido sin mayores sobresaltos el proceso electoral para elegir Presidente de la República. Desde luego que hubo contradicciones y enfrentamientos políticos. Ocurre en todas partes y es algo muy propio de las democracias. Se esperaban muy contundentes en la querida República vecina,  en la que por circunstancias conocidas existe un ambiente de agudos distanciamientos entre sectores sociales, empresariales, comunitarios y políticos. Pero en líneas generales, de las elecciones venezolanas se puede decir que transcurrieron normalmente.
La oposición tuvo en la persona y la actuación política de Enrique Capriles una digna representación. Escogido como candidato por las diferentes organizaciones políticas desafectas al gobierno del Presidente Chávez, obró con diligencia, inteligencia y coraje. Puso un punto alto en la discusión de la propuesta de gobierno y fue un severo contradictor de la administración que esperaba suceder. Dio la pelea democrática con insistencia y pundonor. Logró una enorme votación y aun perdiendo alcanzó los más encomiables merecimientos y se convirtió en una figura política de primer orden de cuyo arrojo y capacidad se habla en todo el Continente.
El Presidente Chávez también se lució en la contienda. En su estilo frontal le puso la cara a los contradictores, a quienes en ocasiones fustigó con energía defendiendo su proyecto revolucionario. No se sabe como, pero cuando muchos esperaban ver a un candidato disminuido por la enfermedad, se sobrepuso a las graves dolencias diagnosticadas y supo congregar a su alrededor importantes sectores políticos y comunitarios que le dieron la victoria por cuarta vez consecutiva.
Es de esperarse que en Venezuela se mantenga la tranquilidad que distinguió las horas poselectorales. El candidato opositor reconoció la integridad de la organización electoral, aceptó el triunfo del Presidente Chávez y pidió garantías para ejercer la oposición, a las que tiene derecho. Este, a su vez, abandonó el criticado triunfalismo de otras épocas y en un lenguaje moderado invitó a entendimientos que ojalá se den para el bien de toda la Nación. La contradicción continuará pero ojalá en un ambiente de sana emulación democrática.
Colombia busca la paz y no se puede desconocer que el apoyo que brindará el Presidente Chávez será determinante. En ese sentido y porque es de conveniencia vital para los dos Países, deben fortalecerse sus relaciones diplomáticas, políticas y comerciales. En Colombia todos debemos contribuir a ese empeño.
Bogotá D.C.,  10 de Octubre, 2012

martes, 9 de octubre de 2012

Cartas del lector

Construyamos la paz
Amigo Bernardo:
Las negociaciones entre el Estado colombiano y las organizaciones populares armadas y el consiguiente proceso de paz se abren paso en Colombia por un camino lleno de escollos y dificultades; todas las circunstancias prevén que este proceso de reciente iniciación será difícil y accidentado, tiene enemigos internos y externos muy poderosos que se resisten a la paz y tratarán de sabotearlo.
El triunfo de Chávez en Venezuela es una voz de aliento y un apoyo muy importante para sembrar y cosechar la paz en mi martirizado país; después de más de cincuenta años de lucha revolucionaria y de múltiples y horrorosos sufrimientos del pueblo colombiano parece llegada la hora de poner fin a la lucha armada y avanzar en la búsqueda de la igualdad, el entendimiento y la convivencia por las vías pacíficas; en este campo el proceso de cambio social que avanza vertiginoso en Venezuela constituye un horizonte lleno de esperanza y optimismo; sin embargo, parodiando la canción: la búsqueda de la paz es azarosa, nunca, en ningún país y en ninguna sociedad ha existido un camino fácil y trillado, el camino hacia la paz debe construirse sobre la marcha con inteligencia, perseverancia e imaginación y con la firme convicción y claridad ideológica para que las partes estén dispuestas a retroceder y a corregir el rumbo cuantas veces sean necesarias.
Los procesos sociales son dinámicos y, en ellos, el nivel de previsibilidad es escaso; solo la generosidad, la buena fe y la claridad de las partes podrán poner fin al conflicto, apaciguar los espíritus y lograr la paz y la justicia por las vías del entendimiento y la negociación; la guerra siempre será el peor escenario para una sociedad; personalmente, como la mayoría de mis compatriotas, soy optimista y apoyaré como simple ciudadano todos los esfuerzos en favor de la paz; yo también estoy hastiado de esta larga y cruel guerra que ha marcado la vida de mi generación; los colombianos queremos y merecemos vivir en paz.
Esta es la hora de la paz. Viva Venezuela, la cuna y la patria de la libertad en América Latina. Viva Colombia, viva la paz.
Atento saludo,
Reinaldo Ramírez

martes, 25 de septiembre de 2012

Opinión del ex ministro Horacio Serpa

Hay TIEMPO para la paz
                                    Nuevo Siglo
Horacio Serpa
La última edición de El Tiempo, dirigida por Juanes en una simbólica expresión de solidaridad con la paz y con un cambio de actitud, fue sencillamente ejemplar. Significó mucho en este momento en el que el gobierno del Presidente Santos y las Farc se reúnen para avanzar hasta el final en el propósito compartido de poner fin al conflicto armado.
Leyendo todas las páginas de El Tiempo, todos los artículos, los diferentes informes, las estadísticas, las declaraciones, ese precioso material informativo y analítico sobre la necesidad del entendimiento nacional, surge sin dificultades mayores una auténtica solidaridad con la convivencia y con todos los esfuerzos que se hagan para superar la situación de enfrentamientos y violencia que el país soporta hace medio siglo.
Es importante impulsar ese sentimiento de reconciliación a que se refiere el diario capitalino. Entendernos a pesar de las diferencias, perdonarnos no obstante la gravedad de los daños, ser capaces de vivir sin rencores ni resentimientos, darnos la oportunidad de llegar a un nivel superior de convivencia, son propósitos que debemos practicar y estimular para que de verdad encontremos “tiempos mejores para el país”
“El sistema en que vivimos está viciado. Es la hora del cambio”. Palabras sabias de Juanes que deberíamos acoger todas y todos los colombianos.  
Desde luego, nada cambia si no hacemos lo indispensable para lograrlo. Aquí no caben apoyos morales ni solidaridades retóricas. El cambio se produce si actuamos, si entendemos al otro para que este y los demás nos entiendan, si aportamos en sentimientos y en lo material, si estamos dispuestos a juntarnos con el agresor de ayer y a procurarle la posibilidad de una nueva vida, sobre la base de que él entienda que el cambio es misión de todos y que se requiere su participación para gozar las bondades de una nueva situación.
En Oslo y La Habana se va a negociar el silencio de las armas. Nunca más podrán ser utilizadas sino por una autoridad que siendo legítima y equilibrada las use  para asegurar la permanencia de la paz que se está negociando y garantice a cada persona, a cada niño, a cada anciana, el goce cabal de sus derechos constitucionales y el mejor bienestar personal y familiar.
La responsabilidad del Gobierno y de las Farc es enorme. Casi cincuenta millones de personas dependemos de su sabiduría, de sus sanos propósitos, de su disposición de entender que  el actual estado de cosas, perjudicial y violento, propicia el desmantelamiento de las instituciones republicanas, impide el crecimiento económico del país y mantiene la situación de desigualdad que nos agobia como nación.
Está demostrado que con la guerra todos perdemos. Al contrario, si llega la paz todos ganamos. Por eso es que debemos mantener el actual momento de respaldo a tantos esfuerzos que se adelantan para conseguir tranquilidad, progreso y justicia.
Porque la paz es justicia, comprensión, tolerancia, respeto, entendimiento entre quienes son diferentes. La paz es un acto de valor. ¡Asumámoslo!
Bogotá D.C., 25 de Septiembre, 2012[1]                        

domingo, 16 de septiembre de 2012

Umbral de paz

Por Gerardo Delgado Silva
Nuestras Constitución Política, reconoce la paz como un derecho y un deber, agregando que “es de obligatorio cumplimiento”.
Empero, este reconocimiento no es simplemente una formulación jurídica, letra inane.  Adquiere sentido al procurar un contenido de equidad y de justicia, como lo señaló Juan XXIII, en su camino hacia la grandeza.  Palabras más, palabras menos, la paz debe tener un contenido de justicia, y la justicia un contenido de paz, colocándolas en el decoroso nivel que les corresponde en la existencia humana.  Por eso, la “vieja filosofía de Grecia nos ha legado una leyenda según la cual cuando los hombres quisieron fundar la ciudad, los dioses para hacer posible que la ciudad perdurase, le dieron como regalo inapreciable la justicia”.
En nuestra patria, por desgracia ha existido un rosario de guerras y desenfrenos fratricidas que engendran otros, en una rueda de estupidez hasta hoy.
Es una tragedia que arde por los cuatro costados.  Las madrugadas en Colombia amanecen más temprano, emponzoñadas de carnicería soberbia, de holocausto bárbaro.  Una guerra que no se ha podido superar en  más de 50 años, de la cual el Informe Nacional de Desarrollo Humano, con el auspicio del PNUD y la Agencia Sueca de Cooperación, sostiene desde hace años que es “una guerra de perdedores”. 
Los mecanismos contemplados por el Señor Presidente Santos con el propósito de suscribir un acuerdo para acabar con la guerra y comenzar el proceso de paz, es el más encomiable y deseable de los objetivos políticos, es decir, avanzar en aquellos hechos indicadores de que se está llegando al final de la guerra.
El Gobierno tiene que optar por el arreglo propiamente político, como ocurrió en Irlanda y Suráfrica por ejemplo.  La paz hace imperativo materializar una larga lista de reformas y cambios a favor de los más desprotegidos, a los cuales las élites y los gobiernos han hecho a un lado por tantos años.
Para Colombia resultan particularmente interesantes las enseñanzas de paz y lecciones que encierra la experiencia salvadoreña, en donde padecieron por más de 20 años una atroz guerra interna, que sobrepasó en intensidad, destrucción y número proporcional de víctimas al conflicto Colombiano.  Después de varios años de negociación directa y diálogos se firmó el célebre acuerdo, que inauguró una nueva era de convivencia y progreso para esta martirizada nación Centroamericana.
Cuando se entiende el agotamiento de la guerra y existe el coraje para ensayar otro camino, todo es posible si hay voluntad, realismo y decisión, como es el propósito del Presidente Santos, para lograr la restauración del país.
No se trata tan sólo de una inclinación irrevocable de su espíritu, sino también de un deber.  Comportamiento que llevará a los Colombianos a una nueva visión y servirá para acrecer las reservas que en el ser humano valora y dan dignidad a la vida.
Y es que la violencia nunca acaba con la violencia.  Son elocuentes las afirmaciones: “No hay victoria si no se pone “fin a la guerra”, como expreso Montaigne; o como en el mismo sentido señaló John Marshal: “El único modo de vencer en la guerra, es evitarla”.
Así lo demostraron liberales y conservadores al suscribir hace más de cien años, unos tratados que pusieron fin a la guerra que se llamó de los mil días. Terrible contienda.  Toda una carnicería, como la batalla de Palonegro, donde según el historiador Gabriel Camargo Pérez, “sucumbieron cuatro mil ciudadanos en la más cruenta batalla de América Latina…”.
Ahora bien.  La paz no se limita tan solo a la ausencia de guerra, incluye una ambiciosa agenda de profundas transformaciones políticas y socioeconómicas, que han sido ingredientes de todas las guerras colombianas. Las Farc, deben comprometerse a la desmovilización y entrega de armas.  Es imperativo devolver incondicionalmente a los secuestrados en cumplimiento de una obligación jurídica, contemplada en la Convención de Ginebra y los correspondientes protocolos anexos.
La inicua desigualdad en la distribución del ingreso, el ominoso régimen de tenencia de la tierra, los abusivos privilegios que han crecido a la sombra de la política. El penosísimo acceso a la educación y a la salud, deben ser objeto entre muchos otros, de drásticos cambios. Y que, por tanto, se impone buscar a esos males - como lo está haciendo el Presidente Santos – sus hondas raíces. De no ser así, aunque se firme la paz con las Farc, podemos estar seguros, otros, empuñando fusiles o cacerolas, no tardarían en reemplazarlas.
Es tan transcendental esta feliz idea del Presidente Santos, que la comunidad internacional, la Unión Europea y la iglesia católica respaldan el dialogo para la normalización del país.
Se hace indispensable la culminación de un gran movimiento patriótico que se sume al valeroso comportamiento del Señor Presidente, acogiéndonos a la credibilidad política que ha logrado construir.  El Gobierno tiene ya el terreno abonado con la Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras, que está cumpliendo, para empezar a cubrir la inmensa deuda social del Estado. Con la “Política de Desarrollo Agrario”, que está promoviendo, ha surgido el proyecto de Ley de Tierras y Desarrollo Rural, el sendero para la equidad.
Los detractores del dialogo, con el Señor Uribe a la cabeza, reafirman sus marcados rasgos e irrefrenables deseos beligerantes y una desmedida paranoia, en cuyo nombre se cometieron muchas injusticias, como las atrocidades de los llamados falsos positivos. Genocidios “notorios y preocupantes”, tal como lo evidenció el informe del Observatorio de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario de la Coordinación Colombia – Europa – Estado Unidos.
Así mismo, con acusadora precisión este documento señaló “el incremento de las detenciones arbitrarias, una de las consecuencias más visibles de la aplicación de la política de seguridad democrática”.  Y afirmó posteriormente “la paulatina y creciente paramilitarización de la sociedad y las instituciones colombianas…”.
Sostiene el informe que “en el campo económico, el poder que ejercen los grupos paramilitares – se refieren a la administración anterior – es creciente” y agregan que: “Además del control que tienen sobre actividades ilegales, ente las cuales la más prospera continua siendo el narcotráfico, esos grupos han logrado acrecentar sus proyectos agroindustriales de exportación (por ejemplo palma aceitera), contando con el auspicio de programas gubernamentales; se han apoderado de abundantes recursos públicos destinados para la inversión social (tierras, salud, educación y vivienda, entre otros renglones).
En este orden de ideas manifiesta: “Políticamente se multiplicaron los vínculos entre grupos paramilitares y narcotraficantes con gobernadores, alcaldes y parlamentarios”.
Es una práctica recurrente de la ultraderecha apelar a los dobles criterios o raseros.  Tariq Alí proporciona una versión libre pero fiel a la recomendación: “vamos a castigar los crímenes de nuestros enemigos y recompensar los crímenes de nuestros amigos”.  Así pues, los que se oponen irracionalmente al diálogo, convalidan el doble criterio, cuyas desastrosas consecuencias están a la vista, sumiendo a Colombia en el inevitable desfallecimiento moral, que nos agobia.
Y bien. La conducta del señor Presidente Santos, no es una muestra de debilidad.  Se constituye por el contrario en un acto de responsabilidad y de grandeza, convertido en paradigma y modelo.
No fueron ciertamente las armas las que impusieron la resistencia en Francia y los países ocupados, sino el vigor patriótico de sus intelectuales. 
A quienes amamos la paz y la civilidad, nos asiste el ánimo ferviente de solidaridad y de plegarias para que el Todopoderoso trasmita al Señor Presidente, la energía espiritual indispensable, a fin de que se haga realidad su misión trascendente, por el prestigio de Colombia y la guarda de su futuro en todos los aspectos de nuestra vida repúblicana.
                                                                                              Para bersoa comunicaciones 

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