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sábado, 3 de noviembre de 2012

Es un problema político

       TRAFUAGRIO
Por: JOSE OSCAR FAJARDO
Hace unos pocos días atrás el exalcalde de Bogotá, Enrique Peñaloza, fue invitado a Bucaramanga a dar una conferencia sobre la problemática de la ciudad, y en su perorata este fue uno de sus conceptos. “El problema de Metrolínea no es técnico sino político”. Y ello es demasiado cierto. Pero para mí, ese no es el problema y mucho menos el más grave. El problema es que ese es el problema más grave que padece el país: que todo problema, salvo los de amibiasis y paludismo, pelagra y diarrea en la niñez, todo es un problema político. No es que yo quiera salvarle el pellejo al doctor Luchito Bohórquez por amiguismo porque, ni siquiera nos saludamos y mucho menos él sabe quién carajos soy yo. Y yo le ayudo a completar al doctor Peñaloza sus argumentos. Bucaramanga no sólo tiene uno sino tres problemas graves, fuera de los demás, que es como para partirse uno la testa de sólo pensar en ellos. El de los vendedores ambulantes y el espacio público. El de transporte y movilidad, y el del botadero de las basuras y el aseo en general.
Los de empleo, salud, seguridad, accidentalidad y N problemas más, dejémoslos para el siglo entrante. Con los tres iniciales tiene el señor alcalde para volverse loco de la cabeza. Yo no estoy diciendo que eso exime al señor alcalde de su responsabilidad. Pero sí hay muchos problemas de todos los órdenes en la ciudad, que son heredados, no de una sino de varias administraciones atrás. Téngase en cuenta que Bucaramanga es muy poco el espacio físico que tiene para crecer, mientras que demográficamente no para de incrementarse, casi que en progresión geométrica, y cada día que pasa. La malla vial de los años 70s es muy poco lo que ha variado al día de hoy relativamente, mientras que el parque vehicular se ha acrecentado en una desmedida proporción. No doy guarismos aritméticos para no dañarle el diciembre a la gente. La ciudad es muy poco o nada lo que industrialmente tiene para mostrar, comparándola con las principales ciudades del país, mientras cada día que pasa crece y crece más el lucro cesante.
Lo que pasa es que el Dane le llama empleo a vender chicles y chance a lo largo de la calle 35 y sus alrededores. Para completar, los colombianos y de eso no se excluye a los santandereanos, sufrimos de inmediatismo, de “yadeunavez” sin sacarle punta, y creemos que un político, sobre todo cuando es de nuestras preferencias, como la lámpara de Aladino arregla los problemas en un abrir y cerrar de ojos. No, queridos lectores míos. La mayoría de la soluciones de los problemas sociales obedecen en gran parte a cambios sociocultarales y estos se dan generalmente a largo plazo. Si ustedes repasan la historia y revisan la génesis del mercantil-capitalismo en Colombia, van a tener que remitirse a los árabes porque ellos fueron los que se inventaron los bazares y las ventas callejeras y desde allá nos viene esa herencia cultural. Repito, yo en ningún momento le estoy salvando el pellejo al alcalde con el asunto de los vendedores ambulantes, ya que este es un problema muy áspero de resolver. ¿Por qué? Porque todos los actores del conflicto tienen la razón. El Estado debe salvaguardar el espacio público que es de toda la comunidad. Claro. Pero ¿luego no debe también salvaguardar el sagrado derecho al trabajo y de supervivencia de todos los colombianos? Y eso que el doctor Peñaloza habló de que el problema es político pero no dio las explicaciones suficientes. Que Colombia es un país de abogados.
El problema medular y a la vez letal, es que Colombia es un país diseñado por abogados, construido por abogados, dirigido por abogados y administrado por abogados. No se le haga raro ver en Colombia un Ministro de Transporte abogado. Un Ministro de Minas y Energía abogado. Un Ministro de Salud Abogado. Por eso en Colombia los problemas técnicos los arregla un abogado y claro que los arregla como un abogado. Entonces para qué darle garrote al alcalde, dado qué, sin decirnos mentiras, soluciones fáciles no hay.

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