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lunes, 17 de febrero de 2014

Las épocas gratas de los 20 años...

       ¿Candidato de los viejos? ¡A mucho honor!
Horacio Serpa
“Yo también tuve 20 años”, les recuerdo algunas veces a mis alumnos y se ríen a carcajadas. Sonrío con picardía y al vuelo recuerdo épocas gratas. Hice militancia política desde los 16 años en el MRL; me posesioné como Juez a los 21; fui Alcalde a los 25 años, Representante a la Cámara  a los 31, Senador a los 43, Procurador a los 45, Ministro a los 47, Constituyente a los 48, Comisionado de Paz a los 49. A los 50 ya había hecho carrera política completa. A los 54 luché a brazo partido por la Presidencia de la República. Fueron enormes compromisos en la juventud y la madurez.
Lo recuerdo porque algún despistado pretendió ofenderme diciéndome que soy el candidato de los viejos al Senado de la República. Por supuesto y con mucho interés. Lo soy también de otros temas y compromisos, pero igualmente de mis contemporáneos, de la gente de la tercera edad. Nací en 1.943 y soy uno de ellos. Los puedo representar “con lujo de detalles”.
Somos 4.5 millones de viejos, si así quieren llamarnos a los mayores de 60 años. Menos de una cuarta parte tienen pensiones de miseria. La mitad vive en la pobreza absoluta. Algo más de un millón reciben cada dos meses un pequeño subsidio del Estado, que les sirve bastante a los más pobres. Pero todo esto es una situación injusta. Una hecatombe ética, inicua, inequitativa.
Con gusto, con compromiso social, me apersono de esta población marginada, sin seguridad social, sin amparo estatal, abandonada en gran parte, que sufre humillaciones, tiene hambre, está enferma, no cuenta con techo y una gran mayoría vive en los rincones, perdidas la esperanza y la dignidad.
Todos los viejos pobres deben tener subsidio o la media pensión que reclaman. Todas y todos han de contar con seguridad social. Las pequeñas pensiones deben reajustarse con el aumento del salario mínimo. En general, deben gozar de recreación, asistencia social, respeto, afecto. Lo merecen.
La actual sociedad debe bastante a las y a los mayores de edad. Su destino no debe ser esperar la muerte en medio de sufrimientos y tristezas.
Hay que ponerle vida a sus años. Ya que Dios y la sociedad me brindaron el privilegio de ser un veterano sano y con bienestar, en el Congreso promoveré la revolución social para la tercera edad. Pensionados, adultos mayores, ancianos, tendrán doliente en el Senado.

No debiera ser tarea solo de viejos. Buscaré la ayuda de los jóvenes, en nombre de sus padres, de sus abuelos y de su propio futuro. Porque si les va bien, llegarán a viejos. La vejez es grata, es una época de luz, de felicidad, pero con amor, con ingreso, con seguridad social y dignidad. Lucharé por mi clase, por mi gente mayor, por mi gremio pensional. ¡Con gusto, a mucho honor!

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