Trafugario
Por: José Óscar Fajardo
Estoy seguro que el tema del
fanatismo lo he tratado en este espacio en múltiples ocasiones y con el mismo
rigor. Sobre todo cuando se tratan asuntos de religiones, de fútbol o de
política. Por qué digo de fútbol solamente y no de todos los deportes. Porque
precisamente es este deporte el encargado de remover los instintos más
primitivos del ser humano para convertirlo en fanático. Reitero, el fanatismo
es una condición o un estado mental en el cual la persona pierde gran parte de
su racionalidad representada en la lógica que tienen las cosas correctas y por
lo tanto, sólo ella tiene la razón. Para el alienado fanático en el mundo
solamente hay una explicación para todo lo que existe y ocurre en la sociedad,
en el mundo y en el universo, y es exactamente la de él. Empeoran las cosas si
se tiene en cuenta que el único animal que tiene dos herencias es el ser
humano. La herencia genética mediante la cual hereda todos los caracteres
físicos como color de piel, de pelo, estatura y demás, con enfermedades o taras
genéticas como son algunas condiciones mentales. Incluso hay científicos de la
materia que se atreven a decir que algunos tipos de depresiones como la
sicótica, tiene origen hereditario, es decir que el individuo viene con ella
dentro de su mapa genético y por lo tanto no tiene posibilidad de curación.
Los fanatismos religiosos,
deportivos, políticos y otros, además de las costumbres en general, son
herencias culturales que también vienen impresas en el ADN sociocultural de los
individuos que son la verraquera cuando son buenas o que de la misma manera son
la verraquera cuando son malas. En nuestro medio los campesinos son, o tienden
a ser alcohólicos porque en su dieta alimentaria, heredada culturalmente,
figura una bebida espirituosa que es el guarapo el cual ingiere desde su más
tierna edad. Por eso los colombianos llevamos la “bacanidad” metida en la sangre. Un fanático
político godo, cachiporro o de izquierda, es equiparable a un Hooligan del
fútbol inglés, irlandés o argentino, e igualmente peligroso a un
fundamentalista Shiíta, Sunní o Kurdo. Entonces
ustedes pueden calcular cuáles son los resultados de una mezcla de fanatismo
futbolístico colombiano revuelta con guarapo, chirrinche y aguardiente mataburros
y adicionándole a eso una libra de basuco y/o marihuana, per cápita. Y todos
encaramados como chimpancés en motos, carromatos o en mazdas y chevrolets
durante tres o cuatro días sin sacarle punta. Igual que una señora política,
importante ella, diciendo por medios de comunicación masivos que “En el
infierno espero que se encuentren García Márquez y Fidel Castro”. Que
intelectualidad.
Pero lo que me parece más
aberrante todavía, es que personas que se supone tienen excelentes conocimientos
de sicología de masas, por qué no de sicoanálisis, de sicología de la
publicidad, de teoría de medios de comunicación, de persuasión y alienación y
muchas otras asignaturas profesionales que vemos los que hemos estudiado
Comunicación Social, anden gritando y vociferando por poderosos medios de
comunicación expresiones como, “Amigos fanáticos del fútbol, de usted depende
el triunfo de nuestra selección”; “Amigos fanáticos del fútbol, no se queden en
casa; vaya al estadio y apoye a su equipo que de ello depende…”. Eso equivale a
decir: “Queridos amigos, no hay cosa que produzca más placer que beberse uno
unas botellas de aguardiente y luego clavarse un cuchillo en la barriga”. Me
estoy refiriendo, eso sí con mamadera de gallo fajardiana, no garcía-marquiana,
a los comunicadores en cuyos mensajes emplean con vehemencia y desvergüenza la
expresión “fanáticos del fútbol”, porque me parece una aberración linguística y
periodística aparatosamente extendida por
todo el país, sin calcular las consecuencias que al lado de ella subyacen. Para
mayor información consultar en “El candidato de los difuntos” 311 209 81 46.