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domingo, 28 de julio de 2013

El chofer del tren

                                                           TRAFUGARIO
Por: JOSE  OSCAR FAJARDO
No se podría afirmar que fue por alucinación pero sí por una enorme irresponsabilidad del chofer el tren en Santiago de Compostela, en España, y miren lo que pasó. Para qué repetir el número de muertos y de heridos y hablar de una pena irremediable en los corazones de los familiares. Luto para toda una nación que todavía no sale de la perplejidad que les produjo el accidente que bien hubiera podido evitarse. Es más una escena de película que un hecho de la vida real. Y ahora qué, se pregunta uno y se pregunta la gente. Meterle quinientos años de cárcel al desquiciado conductor ¿de qué sirve?. Hace poco acá en nuestro país un joven conductor, aparentemente millonario pero embrutecido de trago, arremetió con su fina lancha un taxi y acabó con la vida de dos pasajeras y al conductor lo dejó herido aunque no de mucha de gravedad. No hace mucho un desquiciado borracho terminó con la vida de una niña de pocos años porque, celebrando un triunfo quién sabe de qué, disparó su arma al aire en varias ocasiones y uno de esos proyectiles se incrustó en la cabeza de la criatura y la mató. Y qué. En Colombia cada vez que se juega un partido de fútbol, ya sea de categoría profesional o no, por lo general ocurre mínimo un asesinato por sólo fanatismo o paranoia deportiva.
Por la carrera 27 de Bucaramanga, o por la 33, o por algunas otras vías rápidas, a altas horas de la noche se oye el retumbar del motor de esas enormes motos que no son otra cosa que cohetes con llantas. ¿Y? Las competencias de piques se siguen realizando en varios sitios de la ciudad, sobre todo en los fines de semana, y todo dentro de la mayor cordialidad y anuencia de las autoridades. Entonces lo que pasó en España con el tren que se descarriló, no debe causarnos el menor cosquilleo a los colombianos ya que esa conducta delictiva se convirtió en nuestra cotidianidad. Lo que tenemos es que entrar a preguntarnos y a cuestionarnos y a la vez a cuestionar a los gobernantes y al Estado porque es que, ¿dónde está el piloto?. En nuestro país cada día aumentan los accidentes de tránsito por borrachera de los conductores y parece que el Estado no existiera. Cómo es posible que no se haya podido establecer un sistema de normas y de leyes para acabar con este flagelo que enluta hogares y familias a la lata cada día que pasa. Porque la clave no está en zamparle cien años de cárcel al individuó que “ya mató” a una persona con su vehículo. O en el peor de los casos, la dejó en silla de ruedas para siempre. Ya de qué sirve el castigo, que hay que hacerlo, si no es acabar de acabar con la vida del infeliz borracho y con la de toda su familia que quedó muy probablemente en la pobreza o indefensos económicamente, y muertos también de tristeza. ¿Por qué más bien no prevenir?
Desde que lo hicieron, siempre he admirado a los ingleses que se dieron las mañas y se inventaron leyes, normas, argumentos, técnicas, metodologías, artimañas y brujerías hasta que fueron capaces de dejar fuera de combate y exterminados prácticamente para siempre a los muy famosos y temidos hooligans. Recurrieron a lo que tuvieron que recurrir pero los acabaron. Y a eso es que me refiero yo que debe hacer el Estado colombiano para ponerle coto y punto final a esta melodía de delitos que cada que pasa enluta más hogares y deja más familias en la cochina calle.

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