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miércoles, 7 de abril de 2010

Nunca es tarde para el acuerdo humanitario

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Han pasado ríos de tinta, sangre y plomo en los últimos años mientras los secuestrados por las Farc se pudren en la selva, mueren en penosas condiciones, son liberados a cuentagotas o se rescatan en operaciones que ponen en jaque a la guerrilla pero no resuelven el drama de quienes se quedan atados a la incertidumbre.

La guerra no ha parado un solo instante en los últimos cincuenta años. En 1998 se intentó ganar la paz en una negociación fallida, que frustró al país y le abrió el camino a una cruzada de intensa lucha armada que devoró el presupuesto nacional y cerró las puertas a la salida negociada. En resumen: ni hemos ganado la paz, ni hemos ganado la guerra. Y seguimos perdidos en el torbellino de la confrontación y la desesperanza.

La entrega de los despojos mortales del Coronel Julián Guevara, es el episodio más triste de esa novela de horror que padece el país, cuyos capítulos se transmitían cada cierto tiempo en la televisoras nacionales e internacionales. Muerto en cautiverio, las Farc tardaron cuatro años en devolver sus restos, gracias a la mediación valerosa y altruista de Piedad Córdoba y la Iglesia.

Pero el capítulo final no se ha escrito. Porque 22 compatriotas siguen en la selva, en medio de las condiciones más adversas, vistiendo con honor el uniforme de las Fuerzas Militares y la Policía, sin que se escuchen sus plegarias que buscan un Acuerdo Humanitario. Por el contrario, en la propia Catedral Primada de Colombia, se niega esa posibilidad y se reafirma la orden del rescate militar.

En medio de la campaña electoral es imposible dejar de plantear el tema del Acuerdo Humanitario como un asunto vital. Porque el futuro que se le ofrece a la nación no puede ser el de más guerra y tierra arrasada, ni más destrucción de nuestra economía y nuestro bienestar. ¿Si otros países han podido, por qué Colombia no?

La solución negociada del conflicto armado no significa la rendición de la democracia, ni entrega, ni apaciguamiento, como pregonan los que todavía lloran el fin de la doctrina Bush de lucha contra el terrorismo. La época del miedo que inspiró Bush, ya terminó. Ahora estamos en la era de la democracia y la ibertad, de Obama.

Es prehistórico seguir haciendo apología de la guerra total y cerrar las puertas a un Acuerdo Humanitario que permita a la política integrarse a la estrategia militar para buscar una salida real al conflicto armado. Hay que tener valor para asumir dicho mandato histórico. Quien quiera ser Presidente de Colombia tiene que hablar claro sobre este aspecto trascendental. Es imposible que la única oferta para gobernar sea la de mantener una guerra costosa, interminable y difícil de ganar si se libra solo en el campo militar.

Todos los colombianos anhelamos que se acaben las Farc, pero no queremos que en ese camino acabemos con Colombia. Pensemos en serio en el Acuerdo Humanitario.

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