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sábado, 4 de enero de 2014

A propósito del buen uso del idioma

No “bestialicemos” tanto
Miguel de Cervantes
Por Héctor Gómez Kabariq*
A veces los periodistas, (y algunos dirigentes de cierta notoriedad), solemos inventar giros gramaticales o emplear frases de cajón que alcanzan a hacer carrera así le estemos “dando coces a don Andrés Bello”. Pero  también a veces es bueno hacer un alto en el camino para tratar de enmendar tales bestialidades.  Veamos algunos casos frecuentes.
Aún se habla en los medios de “pescas milagrosas” para relatar los secuestros masivos que los bandidos realizan en las carreteras del país. Paradójica herejía acudir a pasajes bíblicos para nombrar uno de los más repudiables y atroces delitos.
De un tiempo para acá a algunos políticos se les metió en la cabeza hablar de “santandereanos y santandereanas” o de “colombianos y colombianas”, cuando quieren referirse a todos los habitantes del departamento o de la nación. La Real Academia de la Lengua Española define esa práctica como una soberana estupidez dado que cuando se trata de mencionar a los dos géneros, basta el masculino. (Se imaginan que en el himno de Santander hubiera que cantar “santandereanos… y santandereanas”?).
Algunos colegas cuando dan cuenta de un accidente no dudan en decir “…pérdidas millonarias y varios heridos pero no hubo víctimas”.  Acaso los dueños de esos bienes perdidos y los heridos no fueron víctimas del accidente?. 
Otros emplean el vocablo “parlamentarios” para referirse a nuestros senadores y representantes, como si en Colombia tuviésemos Parlamento y no Congreso.  Y a nivel parroquial hay quienes, para referirse a la Asamblea Departamental de Diputados, hablan de “Duma”, como si viviésemos en Rusia. Unos más, buscando sinónimos para “alcalde” apelan a “burgomaestre”, soñando que se encuentran en Alemania o en los Países Bajos.
A una acción agradable como la de pasear la toman de los cabellos y sin ruborizarse hablan de “paseo millonario” y “paseo de la muerte” para dar cuenta de un atraco y de una criminal omisión. De milagro cuando hay muertos en balaceras no hablan de “el baile del plomo”.
Y los compañeros de deportes hacen lo propio. En el fútbol, por ejemplo, cuando el balón da en el brazo o en el antebrazo los narradores dicen que fue “mano”. Y al rectángulo donde se concretan los goles le dicen “arco”.
Son apenas algunos ejemplos de nuestras miles de diarias bestialidades. Lo peor es que, como lo oyen en los medios de información o en boca de personajes de cierta notoriedad, muchos creen que se trata de formas correctas de usar el idioma y las copian.
A propósito. Con alegría les informo que, tras 42 años de cotizar como periodista, Colpensiones me acaba de pensionar. Pero solo me habré de jubilar en un par de meses. Entretanto, me acojo a la pequeña diferencia que existe entre estos dos vocablos.

    * Presidente Círculo Periodistas de Bucaramanga   

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