Por Luis Eduardo Jaimes Bautista (J.B.)
Los profesionales de la psicología saben que
cuando se normalizan conductas anormales, al final, éstas se vuelven
patológicas. Cuando se incrementa el maltrato del compañero que insulta o
menosprecia a su compañera, al final, la violencia de género se instala. Cuando
se deja que el adolescente grite a su madre, no estudie, ni trabaje, consiga
dinero para salir toda la noche, vuelva bebido, etc., al final se convierte en –desadaptado-
psicópata. Cuando los organismos de orden público y seguridad: Policía y
militares –algunos confabulan con la delincuencia- se pierde la confianza y se
está a merced del delito y el crimen. ¿Qué puede hacer el ciudadano que es
respetuoso, cumplidor del deber y la ley y pide protección de la
delincuencia?
Lo que está sucediendo con la actual crisis de la
familia, los organismos del estado y la economía, en nuestra sociedad globalizada y con troneras de la
apertura que llevamos muchos años dando por buenas situaciones totalmente
inmorales, ilógicas e intolerables desde cualquier pensamiento normal y,
finalmente, con la crisis, sin soluciones. Durante estos tiempos estamos
asistiendo pasivamente, a los pequeños estallidos de minorías, y un sinfín de
despropósitos totalmente inviables, que se han normalizado y que al final se
han vuelto patológicos también. Y, como dice el refrán, “quien siembra vientos,
recoge tempestades” o “cría cuervos y te sacaran los ojos”
Dentro de todas las inmoralidades hay una que es
la peor: la premeditación y alevosía. No se puede creer que personas
importantes, ejecutivos y directivos de grandes empresas financieras, bancos y
agencias, dirigentes políticos, grandes empresarios, economistas, letrados e
intelectuales, policías, cuerpos investigativos y varios, supieran lo que la gente normal y corriente
sabe; muchos desde el más pobre hasta el
más rico, sabe que tener dinero más de lo que se tiene es meterse en el lumpen
de la sociedad de los vivos, -y los bobos pagando los platos rotos- un espacio
para el delincuente.
Es evidente
que lo que pasa tiene que pasar. Es impajaritable. La situación es
insostenible. Pero casi nadie dice nada. ¿Por qué? porque los que tienen la
responsabilidad de decirlo y tienen estudios o proyecciones callan a medias.
Saben que pasaría, pero también saben que a “ellos” no les afectará: todos los
que se enriquecieron a partir de la indecencia y la inmoralidad, tienen sus
ganancias a buen recaudo, sus sueldos asegurados y sus contratos blindados.
Saben también, y esto es lo más terrible, que quien los afecta o pagan la
crisis, casi siempre son los pobres y desgraciados que van a ser mucho más
pobres y mucho más desgraciados. ¿Esto importa? Una vez aceptada la inmoralidad
de los últimos años, en la que los sueldos de ejecutivos, banqueros,
empresarios, políticos y militares, son indecentemente superiores a los de los
trabajadores y trabajadoras, ¿qué importaba la indecencia? ¿Y el resto de los
mortales? ¿Por qué se consigue tapar la boca a la justicia e investigadores,
todos los que no se beneficiaron de esta gran estafa y ahora van a pagar los
platos rotos con los escándalos? ¿Cómo pueden silenciar las voces críticas?
¿Cuál es la anestesia que utilizan para poder seguir con esta farsa? ¿Por qué
se acepta un crecimiento económico subterráneo impresionante –tráfico de
drogas, contrabando, estafas, robo al Estado- al mismo tiempo que un
estancamiento de los salarios y la calidad de vida de los trabajadores? ¿Cómo
se piensa vivir si la canasta familiar todos los meses sube y con bajos
salarios y un consumo desenfrenado?
Como nadie
coloca el grito en el cielo porque no existen sindicatos comprometidos, todo
con el paso del tiempo va en aumento desorbitado, esto sin mencionar servicios
públicos y vivienda. ¿Cómo se asiste impertérrito ante la destrucción de los
ecosistemas que nos dan una vida digna? ¿Cómo dejamos que se de trabajo a los desplazados,
pero se les niega su derecho a su territoriedad? ¿Cómo se puede criticar la
falta de trabajo, la privatización de la educación, cuando los empresarios
brindan trabajos precarios a los universitarios y trabajos rasos a los jóvenes
sin preparación? ¿Cómo permitir que la política, de derechas, de centro y de
izquierdas, se convierta en un gran negocio, en donde lo único que les importa
es el beneficio personal? ¿Nadie dice
nada ante la abdicación de sus obligaciones y principios más sagrados en la
Constitución - violentada, remendada- y los sindicatos y partidos democráticos
callan? ¿Asistimos al aumento imparable de violencia infantil y juvenil sin
reclamar atención y reinserción? ¿Cómo pensamos que podríamos vivir con unos
horarios laborales imposibles de conciliar con una vida afectiva y el cuidado
de los hijos e hijas? ¿Cómo estamos aceptando unas reformas educativas cuyo
único fin es la escuela domesticadora y domesticada? ¿Quién cambiará el
país, si en ningún lugar enseñamos a
hacerlo?
El problema
de nuestra crisis, está en que unos pocos son los que están causando el daño y
la mayoría nos quedamos callados. Señor Presidente esperamos su voz de aliento.
*Poeta y
Escritor