Colombia, miércoles 26 de agosto de 2009HORACIO SERPA
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El acuerdo militar entre Colombia y Estados Unidos, que permitirá el uso de siete bases militares al ejército más poderoso del mundo en la nación más estratégica del Continente, tiene con los pelos de punta a los líderes regionales y han convertido la próxima cumbre de Unasur en centro de la atención continental.
El acuerdo militar ha sido tema de debate global, no solo por tratarse de un instrumento en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, sino por sus implicaciones geoestratégicas y políticas, en un continente en donde Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua sienten amenazada su seguridad.
La voz de los líderes regionales se ha hecho sentir para exigir claridad y transparencia sobre el tema, pero sobre todo garantías de que se respetarán sus fronteras y el acuerdo nunca se convertirá en un instrumento de expansión imperialista, ni en punta de lanza de futuros ataques contra las revoluciones socialistas y los movimientos políticos de izquierda de la región.
El acuerdo, según se ha conocido, se negoció en secreto por los gobiernos de Colombia y Estados Unidos durante los últimos cuatro años. Así que no se trata de un asunto de última hora, sino de algo que se encontró en el camino el Presidente Obama y ahora defiende con ahínco la secretaria Clinton. Pero que preocupa al presidente Lula, el líder pausado y sereno de Brasil y timonel de Unasur.
Brasil ha dicho que el acuerdo amenaza su seguridad nacional. Igual creen Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, y son muchas las reservas de Argentina, Chile y México. Estamos asistiendo a un nuevo nivel de la cooperación colombo-americana y a una escalada en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, en tiempos en los que Obama ha dicho que habrá un nuevo concepto sobre el tema.
La cumbre de Unasur es el escenario ideal para esclarecer todas las dudas. Lula ha invitado a Obama a darle la cara a los latinoamericanos y ofrecer las explicaciones que hasta ahora se han negado, con el argumento de que es un asunto bilateral entre Bogotá y Washington. Unasur, con tan solo un año de creada, afronta su verdadera prueba de fuego. El presidente Uribe, poco dado a sentarse con sus similares a rendir cuentas, seguramente tendrá que poner el pecho.
En los actuales momentos la diplomacia colombiana necesita reestructurarse y mostrarse como una política autónoma y real. Porque hasta ahora parece un apéndice de los intereses del Departamento de Estado. No podemos dejar que prospere el criterio de que Colombia vive de espaldas a América Latina y de rodillas a los Estados Unidos.
Ir a Unasur a dar explicaciones y dar la cara será la mejor forma de demostrar que el acuerdo no es la apuesta máxima por la solución militar del conflicto armado interno, y un nó rotundo a la paz, la integración y la cooperación regional. Unasur es una oportunidad para retomar el camino de la diplomacia. Volver a Inicio >