¿Es posible ser políticamente correcto en Colombia?
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Ser políticamente correcto pasó de tener una connotación apacible y de respeto por el otro, a ser el escenario de disputas en donde el humor y el lenguaje están en el centro de la conversación.Tomado de: revistadiners.com.co
Por: Daniel Zamora
La corrección política se ha salido de control. De un tiempo para acá, cualquier frase, tuit o chiste entra inmediatamente en un terreno hostil vigilado por censores de control o policías del lenguaje, que desencadenan acciones de rechazo, indignación y ataques para quien dijo cualquier cosa, así se haya expresado sin la intención de ofender.
Esto ha hecho que el cuidado, el tacto y el empeño por no herir u ofender llegue a unos límites que resultan, como mínimo, exagerados. Lo políticamente correcto “se extravió en los radicalismos hasta convertirse en un movimiento tiránico que bordea el absurdo y da pie a burlas”, señaló la escritora Piedad Bonnett en una de sus columnas.
¿De dónde viene el ser políticamente correcto?
Aparecieron diccionarios como el Bias-Free Language (lenguaje libre de prejuicios), que propuso la Universidad de New Hampshire, en Estados Unidos, en el que sugiere utilizar el término “persona internacional”, para evitar extranjero; o “persona de talla” en lugar de “gordo”; o “persona que carece de las ventajas que otros tienen”, para señalar “pobre”; o “persona de riqueza material”, para decir “rico”.
En el libro La verdad de la tribu: la corrección política y sus enemigos, publicado el pasado mes de marzo, el periodista Ricardo Dudda describe el caso de unos estudiantes de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, que rechazaban leer algunos textos de la mitología griega, como Las metamorfosis, de Ovidio, pues “contiene material sensible y ofensivo que margina las identidades de los estudiantes.
Estos textos, creados a partir de historias narrativas de exclusión y opresión pueden ser difíciles de leer y discutir para un superviviente, una persona de color o un estudiante de origen humilde”, decían los estudiantes.
La susceptibilidad a flor de piel
En palabras de Dudda, esto “ejemplifica un clima de susceptibilidad bastante acusado y demuestra una obsesión nueva en la izquierda con la protección y la seguridad, un territorio antes dominado por la derecha: hay que proteger las mentes del trauma.
Es algo que recuerda a pánicos morales anteriores, como esas campañas que se dirigieron desde sectores conservadores contra la música metal o los videojuegos violentos”, escribió. Otros ejemplos de este estilo sucedieron en la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey, donde algunos estudiantes protestaron contra la lectura de los libros de Virginia Woolf, pues creían que, como hablaban del suicidio, este podría replicarse en quienes leen sus textos.
“El ensayista Jordi Costa escribió que ‘la corrección política es, en suma, una ortopedia lingüística que ataca el síntoma pero no el origen del sistema’. Lo cual no niega la evidencia de que el lenguaje puede llegar a perpetuar los prejuicios. Lo que habría que plantearse es el límite”, continuó en su columna la escritora Piedad Bonnett.
¿Qué es la corrección política y cuándo surgió?
En general, se puede decir que ser políticamente correcto es usar expresiones y llevar a cabo acciones cuyo fin sea evitar las agresiones, el conflicto u ofender a grupos de personas particulares. Su uso comenzó en la segunda década del siglo XX y lo utilizaba gente cercana a las ideologías marxistas y leninistas, en tono de burla, para referirse a quienes seguían al pie de la letra las directrices de sus partidos.
Para las décadas de 1980 y 1990 el escenario era distinto. Se encendió un debate en universidades y medios de comunicación sobre los alcances de la corrección política, que ya venía usándose como forma de protección de minorías.
Y es que en la discusión afloraron posiciones de todo tipo, desde aquellos que la defendían para proteger a sus comunidades de agresiones e insultos, hasta quienes argumentaban que sus ideas democráticas de igualdad eran “en realidad autoritarias, ortodoxas y de influencia comunista, cuando se oponen al derecho de las personas a ser racistas, sexistas y homofóbicas”, como lo detalló el profesor Herbert Kohl en su libro Uncommon differences: on political correctness, core curriculum and democracy in education.
No es de derecha o izquierda
Entonces aparece una característica, “lo políticamente correcto (PC) no es más de derecha, izquierda o de centro, está donde se encuentre algún tipo de poder. A veces el lenguaje sirve para defender ciertos derechos, pero no solo pensemos en el racismo, sino en el lenguaje hacia las mujeres; aparece la figura del piropo, que podía ser, hace cincuenta años, una forma elegante y simpática, y hoy está completamente descartado por las discusiones feministas”, explica Alessandra Merlo, profesora del Departamento de Lenguas y Cultura de la Universidad de los Andes.
“No hay alguien que defina exactamente qué cosas son políticamente correctas. Dependen de un contexto y un momento particular. No está escrito –y es importante que permanezca así porque hace creer que se actúa libremente–. Inclusive, diría que lo políticamente correcto no es decir lo que pienso, sino lo que considero conveniente sobre tal tema. Es la vía para ser aceptados socialmente, una manera correcta de encajar”, añade.
Ser políticamente correcto con buen humor
“Todos los chistes molestan a alguien. Por ejemplo, con el de: van dos y se cae el del medio, puede que alguno diga: me ofende porque mi padre siempre iba en medio y se cayó, no te metas con él. Eso puede pasar.
Ahora te ofenderán todos los chistes de ir en medio, todos los de caerse, todos te van a molestar. Te dirán cosas como: ojalá toda tu familia vaya en medio y se caiga, aprende a respetar, subnormal. Hay alguien así para todo”.
Así explica David Broncano, humorista español y presentador de televisión, el estado de hipersensibilidad de la gente respecto al humor.
La corrección política también influye sobre el humor en ciertos contextos.
Y Estados Unidos es tal vez el más interesante, pues, al tiempo que es la cuna del debate sobre la CP, algunos medios como la BBC señalaron el papel que estaban desempeñando los comediantes de ese país: ser los principales opositores al gobierno de Donald Trump, tal vez el presidente más políticamente incorrecto de la historia.
La comedia está por encima del bien y el mal
“La comedia le afecta. Si se burlan de él, si lo ridiculizan o simplemente muestran que no es popular, va a implosionar. Formemos un ejército de comediantes y lo derribaremos”, dijo el cineasta Michael Moore la noche previa a la toma de posesión del mandatario, en 2016.
“Ese ‘ejército’ tiene como voces relevantes a programas televisivos como The Late Show con Stephen Colbert (CBS), Last Week Tonight con John Oliver (HBO), Full Frontal con Samantha Bee (TBS), Late Night con Seth Meyers (NBC) y The Daily Show con Trevor Noah (Comedy Central)”, registró la BBC en 2016.
En términos colombianos
“Lo políticamente correcto es una de las batallas más duras que deben librar las personas librepensadoras”, explica el caricaturista Julio César González, “Matador”, “porque es una trampa muy sutil y versa principalmente en el lenguaje, en dotar de ropajes ‘adecuados’ a las palabras para que puedan estar con la suficiente ‘etiqueta’ y así no generar ninguna incomodidad”.
González, quien en varias ocasiones ha denunciado que sus caricaturas han tenido como resultado amenazas de muerte, “como cuando dibujaba al entonces candidato Iván Duque como un cerdito tierno”, ve que el fin del humor sería aquel en donde este fuera dominado por la idea de la corrección política:
“Sería una dictadura, una dictadura del aburrimiento, ya que el humor es un catalizador y transgresor de todas las instituciones humanas y divinas. Por eso, en momentos de mordazas, el humor tiene que buscar aún más la mordacidad en su mensaje, ser más sutil pero más contundente”.
El caso del lenguaje incluyente
El debate de la corrección política ha encontrado uno de sus escenarios en el lenguaje incluyente, o no sexista, cuyo fin es procurar una igualdad en el trato y eliminar sesgos que legitimen discursos de discriminación.
Algunas de las propuestas que han surgido han sido modificar sustantivos abstractos (reemplazar “los hombres” por “la humanidad”, o “los niños” por “la niñez”), o cambiar la escritura del pronombre “todos”, por “todes”, o “tod@s”, o “todxs”, cuando el grupo del que se habla esté compuesto por hombres y mujeres.
“Cuando se dice que las lenguas con género gramatical (como el castellano o el inglés en los pronombres de 3ª persona singular) son sexistas y que el sexismo desaparecería si no hubiera géneros, se olvida que en el mundo existen miles de lenguas sin género gramatical de ninguna clase, que son habladas por sociedades extraordinariamente sexistas”, señala Enrique Bernárdez, profesor de Filología de la Universidad Complutense de Madrid y colaborador del Instituto Cervantes.
¿Es discriminación?
“Existe una idea muy extendida que, sin embargo, es esencialmente falsa: que el lenguaje es directamente responsable de la discriminación. Que es el lenguaje el que crea el estereotipo o el sexismo. Imaginemos que –como se ha llegado a pedir– se quitara del diccionario la palabra negro, porque puede usarse en tono racista.
Tendríamos que buscar otra palabra para referirnos a todo lo que tiene ese color. Sucedió algo parecido en tiempos de Franco: Caperucita Roja se convirtió en Caperucita Encarnada, porque ‘rojo’ se rechazaba por su connotación política. Las intervenciones externas sobre el lenguaje rara vez son duraderas, y solo en circunstancias muy especiales”, añade.
Pero el lenguaje incluyente también encuentra defensores. Es el caso de Manuel Almagro Holgado, estudiante de doctorado en Filosofía y Lenguaje en la Universidad de Granada. “Es un gravísimo error pensar en el lenguaje como una simple concatenación de símbolos que pertenece a un ámbito completamente desligado de las acciones que llevamos a cabo. Quienes piensan que con el lenguaje no cambiamos nada en nuestra sociedad tienen que explicar, entonces, el fenómeno de la comunicación”.
¿Dónde queda el lenguaje en ser políticamente correcto?
“Es impreciso pensar que somos neutrales cuando usamos las palabras, porque eso muestra que hacemos afirmaciones sobre el lenguaje sin tener una mínima idea de cómo funciona. Resolver la situación de la palabra ‘todos’ (y otras muchas por el estilo que no son neutrales) depende de cómo te quieras comportar. Esto trata de ser precisos con el uso del lenguaje, respecto de unas normas gramaticales y de aquello que se consigue con él”.
Para la profesora de la Universidad de los Andes, Alessandra Merlo, la solución va por otro lado. “Siento que el lenguaje puede decir cosas, pero lo importante es lo que hacemos. Estudié Literatura y me he ocupado de la lingüística, me parece más interesante observar, por ejemplo, los femeninos del lenguaje de las lenguas romances, que no sabemos de dónde salieron; ¿por qué la silla es femenina?, ¿por qué la palabra matrimonio –que viene de madre y alude a lo familiar, al hogar– tiene como correspondiente masculino patrimonio, que ejemplifica el dinero, el capital? Hay que entender que hay injusticias y diferencias en el lenguaje y trabajar sobre ellas, más que inventarse construcciones que aparentemente resuelven”.