miércoles, 29 de mayo de 2024

Los axiomas del conflicto

Mario González Vargas
La paz total nos regresó a los dantescos escenarios que vivimos en los años finales del 90 y en algunas de las décadas siguientes, con la violencia indiscriminada contra las poblaciones y la destrucción sistemática de las infraestructuras de productividad, seguridad y bienestar de la sociedad. Los ataques contra las cabeceras municipales por las organizaciones armadas en tratativas con el gobierno y cobijadas por ceses del fuego bilaterales, sumados a los enfrentamientos entre ellas, se han multiplicado al amparo de diálogos estériles y de mecanismos de verificación prácticamente inexistentes.

El Pacifico colombiano es hoy escenario de la brutalidad del Eln, el Clan del Golfo, el Emc y la Nueva Marquetalia que se agudiza en la medida en que las dubitaciones se acrecientan en el alto gobierno que parece carecer de la capacidad o voluntad de enfrentarlos, mientras las estructuras del crimen organizado aumentan su presencia y su control, animadas por la ausencia de medidas eficaces y contundentes por parte del gobierno. El Chocó, el sur de Bolívar, el Valle del Cauca, especialmente en las inmediaciones de Cali, el Cauca y Nariño, son teatros de ignominia por parte de las organizaciones al margen de la ley, con una fuerza pública limitada por ceses al fuego que solo ella respeta, y sin saber lo que pasará con los secuestros, la extorsión, el desplazamiento y reclutamiento de menores. Pobre respuesta la del Ministro de Defensa al calificar la situación después de dos años de gobierno: “no es el fracaso de la política de seguridad. Lo que pasa es que no hemos logrado, todavía, alcanzar los plenos resultados que esperamos”;

El gobierno carece de estrategia política, y sin ella no es posible elaborar y ejecutar acciones militares apropiadas, porque el uso de la fuerza constituye un instrumento político legitimo para alcanzar la preservación de seguridad y convivencia propias de la vida social. En situaciones como las que vivimos, corresponde al gobierno definir los objetivos y las metas, y a las Fuerzas Armadas la consecución de los mismos. El estadista debe tener claridad sobre las características del conflicto y los objetivos y resultados que se propone, que determinan a su vez el accionar de la fuerza pública y los medios para alcanzarlos.

Para el presidente, los objetivos militares deseados parecieran no corresponder a sus objetivos políticos. Esa percepción desorienta al mando de la Fuerza Pública, porque trastorna la definición de los tiempos y de las acciones requeridos para el alcance de sus legítimos objetivos, a la vez que desconcierta a la ciudadanía, desencantada e indefensa, que termina descreída de su apoyo y compelida a someterse a los dictados de los delincuentes. No cabe ignorar el nuevo arsenal de los delincuentes que altera la relación de fuerzas. Equivocarse sobre la naturaleza del enemigo conduce inevitablemente a la derrota. Es un axioma de la guerra desde los tiempos de Sun Tsu, que no debería ignorar el presidente. Ninguna de las organizaciones armadas que asolan el territorio nacional ostenta naturaleza o carácter político, ni representa postulados ideológicos que supuestamente guíen su accionar. Su pretensión de cobijarse bajo banderas de insurrección política ya no tiene vigencia y no entenderlo aumenta sus pretensiones y debilita a las autoridades. Victimizarse y descorazonar a sus fuerzas militares no traza propiamente el sendero de la victoria.

sábado, 25 de mayo de 2024

El síndrome de la rumiación acabará con los políticos


Por Bernardo Socha Acosta
La rumiación mental se está convirtiéndose en otra de tantas enfermedades degenerativas y hasta contagiosas que amenazan con la destrucción de las personas y  los pueblos.

Dicen los psicólogos que el síndrome de la rumiación mental, es un estilo repetitivo de las personas que la sufren, por la obsesión incontrolada que padecen con pensamientos negativos que los atrapa y ansían causarle el mal a sus contradictores por encima de sus propias consecuencias.

Y, la maldita rumiación, no es una metáfora figurativa, sino una realidad que vivimos y nos está tratando de someter como los efectos de una pandemia.

Y, lamentablemente parece que buena parte de la clase llamada dirigente, está siendo víctima de ese síndrome, la rumiación, al demostrar siempre acciones negativas que amenazan a los conglomerados sociales.

Ya esta condición anormal, se ha globalizó porque hizo metástasis en otras zonas del mundo, donde la rumiación se ha apoderado de quienes se creían con simpatía, eran los grandes hombres constructor del bien, pero hoy todo ha cambiado y se han convertido lamentablemente en los grandes destructores de la humanidad.

Y lamentablemente nuestro medio no es ajeno y la anormal condición, está atacando de forma despiadada y destructiva, y no solo está atacando a los llamados dirigentes sino a muchos débiles seguidores que actúan con la misma sevicia destructiva sin importarles el bien común. Cada palabra que pronuncian o escriben estas personas parece esgrimir el veneno de la maldad y la destrucción.

Tomada de Psicólogos Madrid
La condición ENFERMA de muchos políticos
, es pensar erróneamente que solo ellos pueden seguir llevando las riendas del país, en una peligrosa maniobra que acarrea toda clase de estancamiento social y económico, sin que esos actores se den cuenta que no están afectando a sus contradictores, sino a ellos mismos y a la sociedad entera, sociedad que sin duda más tarde puede cobrársela.

Y esa enfermedad que es psicológica, para infortunio del país, cada vez es más aberrante y peligrosa, porque quienes la sufren, se transforman en actores maniáticos extravagantes que no se sabe a dónde los pueda llevar. Con esas conductas, los llamados dirigentes parecen no interesarle la suerte de su país, viéndolos como actúan en una alta corporación como el Congreso de la república. Eso de negarle al pueblo colombiano la oportunidad de tener logros para superar tanta pobreza y hambre, no es de dirigentes normales, sino de dirigentes mezquinos que no piensan sino es su propio bienestar.

Por eso, es ya hora de que el pueblo no siga siendo cómplice del fracaso nacional y de una vez por todas cambie a quienes en las cámaras legislativas solo se dedican a cobrar sus altas mesadas mensuales que, reciben sin ninguna contraprestación en favor del pueblo. Parece que ellos reciben las grandes millonadas mensuales solo para hacerle la maldad a los Colombianos.

Debe ser el pueblo el que actúe en las urnas para eliminar todo lo incompetente que hay y que bastante mal le ha causado a la nación.

Y hay que actuar porque en nuestro país, hay quienes prefieren jugarse a Colombia, que aceptar la voluntad popular y trabajar positivamente para forjar nuevamente una sociedad de progreso.

Pero, lamentablemente se ve con tristeza que el futuro no avizora sino catástrofes, como las que está trayendo la cruda y despiadada violencia, que no es otra cosa que la respuesta a los errores y abusos del pasado político.

Los actores de la rumiación no quieren reconocer que tantos años del abuso de poder político y económico, es la causa de la desdicha que los colombianos estamos pareciendo.

En nuestro medio la rumiación mental se extendió en este cuatrienio por la frustración de las llamadas mayorías políticas, frustración que hace que quienes la sufren se obsesionen por el poder que hoy no tienen y que no podrán alcanzarlo si continúan con el ATAQUE AL PAÍS. Es que es tanta la ceguera política, que no se dan cuenta que sus actitudes mediocres y repetitivas los continuará alejando de la simpatía popular.

La maldita rumiación, que no es una metáfora figurativa, sino una realidad que vivimos, será necesaria derrotarla con el apoyo de la sociedad de bien, porque si no se actúa, las consecuencias serán desastrosas dice Pilar Conde al analizar en términos generales esta condición de la rumiación obsesiva.

viernes, 24 de mayo de 2024

2026 y un nuevo acuerdo nacional

Mario González Vargas
El desastre de la gestión de gobierno de Petro lo ha conducido a violentar los tiempos y a abrir las compuertas para el inicio de las elecciones de Congreso y presidenciales del 2026. El presidente así lo entiende, y conturbado por los índices decrecientes de aceptación ciudadana a su errático y disparatado desempeño, ha escogido alimentar la polarización que le permite galvanizar a los propios e intimidar a sus críticos, incendiando el alma de los suyos y acentuando la inseguridad de sus opositores.

Apuesta a los réditos que le pueden proporcionar los beneficios de expandir una burocracia inepta para el cumplimiento de sus tareas, pero comprometida en los beneficios que dispensa en la tarea electoral; confía en el reparto de subsidios a los más vulnerables; simula ignorar el asalto de sus alfiles a los presupuestos de las entidades públicas; y se vale de la rampante corrupción que aqueja a muchos de los operadores políticos para controlar congresistas de diversos partidos.

Con desaciertos y sin otra estrategia que la de procurar sumar a la paz total a todas las organizaciones armadas criminales, se ha visto obligado a la confrontación militar con ellas, siempre y exclusivamente animadas por las riquezas que procura el narcotráfico, la minería ilegal, el secuestro y la extorsión, pero que, con sus hordas, han extendido su control territorial y la vulneración de los derechos fundamentales de las poblaciones sometidas a su barbarie.

Un fracaso más, que explica la desazón de la opinión pública que se evidenció en la rabia expresada por la juventud en su encuentro con el presidente el pasado miércoles, conminado a trabajar en vez de pronunciar discursos populistas que nada resuelven. Es la suma de un electorado que se consideraba propio, a las tribulaciones que padecemos los colombianos, y que se agrega a la inseguridad rampante, la desaceleración económica, la caída de la inversión, el aumento del desempleo y el estancamiento del crecimiento; una tempestad que afectará a todos los estamentos de la sociedad.

Constituyente ni referendo habrá; no tiene Petro como construirlos, pero insistir en ellos induce a batallas desgastadoras que buscan hacer tardía la necesaria alternativa que convoque al país a la recuperación de un destino posible y a la construcción de una arquitectura institucional que responda a los vientos de cambio que hoy sacuden al orbe entero. Es una esperanza que animó la marcha del 21 de abril y que debe concretarse antes de que sea tarde. Alguien ya la calificó de “pospetrismo”, y no da espera su realización.

La ruptura constitucional de Petro no prosperó. Fuera del pacto histórico, ninguna fuerza política se aventuró a semejante dislate. Las Fuerzas Militares recordaron que su mandato es la defensa de la Constitución y las obsecuentes mayorías del gobierno en el congreso se han esfumado. El discurso de Petro el 1 de mayo puso pesada lápida al desquiciado propósito de sustitución constitucional por una aventura ya conocida y sufrida en estas latitudes por apesadumbradas naciones, hoy huérfanas de libertades y democracia. Está abierto el camino para un nuevo acuerdo nacional que se imponga por sobre la pretensión de continuidad del petrismo y que convoque desde el centro izquierda hasta la derecha para el cambio en democracia. Ojalá sepamos transitarlo.

viernes, 17 de mayo de 2024

Más y no menos democracia

Mario González Vargas
Gobernar nunca ha sido tarea fácil, mucho más cuando se cumple en periodos en los que las sociedades se ven confrontadas a la inminencia de cambios que los pueblos reclaman para avizorar mejores horizontes que permitan la satisfacción de sus legítimas expectativas. Ese parece ser el reto que confrontan todos los gobiernos en el agitado periodo de la historia que nos ha correspondido vivir.

A los colombianos las exigencias del presente nos sorprenden con un timonel al mando que aún permanece anclado en credos ideológicos que hicieron crisis en la octava década del siglo pasado, hoy percibidos como quimeras para sortear las realidades y las incógnitas que afrontamos. Ello explica no solamente sus desaciertos, sino también sus fracasos, que siembran cada día más inquietudes sobre su capacidad de guiar a la nación por senderos inexplorados que difícilmente se acoplan con las certidumbres de un pasado agotado en sus premisas y concepciones.

En los 21 meses de su gestión todos los indicadores le son adversos, sin quebrantar el espíritu del gobernante que aún insiste en sus desvaríos fundado en un supuesto mandato intangible surgido de una mínima mayoría electoral en el 2022, además contrastada por los resultados de las elecciones del 2023. Ello explica el creciente cúmulo de insatisfacción ciudadana ante la terca reiteración de fórmulas erradas que se han visto acompañadas de escándalos como el haber infringido los límites del gasto en su campaña a la presidencia, y de corrupción desbordada en la UNGRD que involucraría a ministros y congresistas afines al gobierno, que minan aún más la credibilidad del gobernante y de su gestión.

Anticiparse a desconocer los resultados de las investigaciones que se adelantan constituye una ruptura constitucional que pretende convertir en insurrección popular con la realización de asambleas populares, a manera de poder constituyente, que le permitiría atornillarse en el poder. Al supuesto golpe blando que atribuye a la oposición, le opone el golpe de estado desde las alturas del poder, que describe sin ambages: “Yo seguiré hasta donde el pueblo diga. Si el pueblo dice más adelante, más adelante iré, sin ningún temor, sin ningún miedo. Iremos hacia donde el pueblo colombiano ordene. El presidente solo tiene un comandante al frente y ese comandante se llama el pueblo de Colombia”. Apología de un delito contra el orden constitucional para suplantarlo por uno constituido a su antojo “por asambleas populares en todos los pueblos de Colombia.”

Nadie debe confiarse en el adagio de que del dicho al hecho hay mucho trecho. Una situación de estos alcances y naturaleza despierta interés en el Eln, el Emc y la Nueva Marquetalia, hoy empoderados, que no escatimarán la posibilidad de una participación en el nuevo régimen. Al fin y al cabo, se consideran hermanados con el actual gobierno en las metas que se propusieron con la subversión y en la destrucción del actual andamiaje institucional. Confrontamos la mayor amenaza reciente contra el orden constitucional y el régimen democrático que debe ser confrontada por el Congreso, las Cortes, los Órganos de Control y los partidos políticos que tienen en sus manos el destino de nuestra democracia, defendiéndola en sus cimientos y perfeccionándola en sus contenidos, tareas que exigen nuestro permanente respaldo. El cambio requiere más y no menos democracia.

miércoles, 8 de mayo de 2024

Preservar la democracia, prioritaria tarea de un Acuerdo Nacional

Mario González Vargas
Las marchas convocadas por Petro el día de los trabajadores, si bien registró más o menos la mitad de los manifestantes del 21 de abril, le permitió pronunciar un discurso de un populismo rabioso, con el que ajustó cuentas con propios y extraños. Los primeros fueron notificados de que el Rey no tiene herederos y que son vanos e inaceptables todos los esfuerzos de moderación que habían expresado Iván Cepeda, el ministro Velasco y la asesora predilecta. Fustigó la sensatez que todavía parece subsistir en algunos integrantes de su gabinete, invitando a sus innominados ministros a dar un paso al costado. Para sus contradictores, no ahorró calificativos injuriosos que acrecentaron los fundados temores que se ciernen sobre la seguridad y vida de sus opositores.

Calificar de marchas de la muerte a las del 21 de abril, que fueron expresiones de esperanza a pesar de los desafueros y desatinos de un presidente enardecido y sembrando odios, no permite ni resquicios de confianza en un futuro que se cierne azaroso para una democracia que solo demanda acuerdos para su perfeccionamiento. Escogió la intolerancia para notificarnos de que el cambio por él concebido no tiene reversa. Así, y con la fantasiosa acusación de que se quiere matar al presidente, pretende ocultar la ineptitud de su gestión, la sombra de corrupción que se extiende hasta su propia familia y que marca en buena parte sus relaciones con el Congreso.

Su instrumento favorito para establecer un régimen dictatorial es su concepción del poder constituyente, pensado como un proceso de asambleas populares con el que arrasaría con el ordenamiento constitucional vigente y consagraría la nueva arquitectura jurídica que le permitiría eternizarse en el poder. A eso lo llama “abrirle las puertas al poder popular” figura conocida desde tiempos de Fidel Castro y hoy replicada en Venezuela y Nicaragua, desastres que todos conocemos. Ese es el trasfondo de su iniciativa que requerirá de la participación y guarda del Eln, el Emc, y la Nueva Marquetalia, de consuno con las guardias indígenas y campesinas, alineadas gracias a incontables beneficios monetarios.

Para alcanzar su objetivo intenta derrumbar la institucionalidad vigente. Empezó con el debilitamiento de las Fuerzas Militares y de Policía, confinadas en sus cuarteles, desmoralizadas y hasta desarmadas, como se lo ha propuesto con la ruptura de relaciones con el Estado de Israel, proveedor del armamento indispensable para la seguridad nacional y de todos los instrumentos propios de las tareas de comunicaciones e inteligencia, ciberdefensa y ciberseguridad. Viene el turno del Congreso con prebendas a granel, de desenlace incierto por el conocido apetito de muchos de sus miembros. Mañana será el Poder Judicial, señalado desde la Plaza de Bolívar por las banderas del M-19, a manera de simbólica y trágica advertencia de un pasado que podría convertirse nuevamente en realidad. La provisión de vacancias en las altas Cortes y los procesos de elección de Procurador, Contralor y Defensor del Pueblo constituyen el próximo objetivo del incontenible presidente.

Ojalá no caigamos en el contrasentido de que sea en el seno del Congreso, que simboliza y convierte en realidad la participación política del ciudadano, en donde se sacrifique la democracia. Salvaguardarla constituye la primeara tarea de “Un Acuerdo Nacional”.

jueves, 2 de mayo de 2024

La participación ciudadana vs el transfuguismo

Mario González Vargas
Las multitudes de ciudadanos que se expresaron en las marchas del 21 de abril constituyen la manifestación más genuina de la insatisfacción de los colombianos con la política tal como la ejercen desde el Palacio de Nariño y en los numerosos partidos políticos que han terminado por representar solamente los intereses de sus directores y de sus representantes en las corporaciones de elección popular. Rechazaron a la vez la ineptitud del gobierno y la decadencia de los partidos que, por gracia de la financiación del estado, la “mermelada” dispensada por los gobiernos y la expedición de avales, han convertido su desempeño en un negocio lucrativo que se ejerce hoy con impudicia en el Congreso, las Asambleas departamentales y los Concejos municipales.

No extraña entonces que la respuesta a la movilización ciudadana haya sido la tramitación del proyecto de ley de transfuguismo con el que pretenden reducir la representación política y las obligaciones que de ella se desprenden al favorecimiento de sus inconfesables intereses. No en vano el respaldo al transfuguismo convoca a representantes de casi todos los partidos políticos, los tradicionales como los nuevos, usufructuarios de la propensión a facilitar la participación en semejante botín de todas las nuevas colectividades que han obtenido graciosamente personería para ser partícipes de la piñata que se vislumbra. Pretenden justificar el transfuguismo en la diversidad de opiniones en el seno de los partidos, como si ellas no fueran propias de la naturaleza del debate democrático que encuentra en los propios estatutos de los partidos los mecanismos de resolución de conformidad con las mayorías prevalecientes en cada discusión.

El proyecto auspiciado por el gobierno e impulsado por su bancada procura despojar a los partidos y organizaciones políticas de las curules para endosárselas a los particulares sin importar el conflicto de intereses en la que incurrirían los congresistas al aprobarlas y favorecerse a si mismos. La intención del gobierno es propender por la unificación de las fuerzas que integran el pacto histórico y atraer congresista de otras bancadas con miras a las elecciones del 2026.

El propósito que subyace es el de fortalecer la posibilidad de un un partido único de Gobierno que estaría compuesto por todos los que integran el Pacto Histórico y por quienes cedan a los gajes ofrecidos y dispensados por el dueño del poder ejecutivo. Al tiempo que el presidente estimula la polarización, sus ministros procuran acuerdos para revivir la reforma a la salud y facilitar la aprobación de sus otras iniciativas, todas dirigidas al imperio de la estatización que hoy padecen en otros países que capitularon mansamente ante las dictaduras que los aquejan. Parece ser la actitud de los liberales, víctimas impávidas del conejo presidencial sobre el umbral para cotizar en Colpensiones que pasará del 2.3 al 4% en el texto final que aprobará la Cámara. Triste papel de los partidos atragantados de beneficios que entregan su dignidad y sus idearios al sátrapa en ciernes. Las marchas del 21 de abril entronizaron un nuevo instrumento de participación en la política que producirá alcances insospechados en la democracia colombiana. Expresan mandatos para la contención de dictaduras, la degradación de la política y el advenimiento de una mayor participación ciudadana que pongan fin al deterioro que confronta nuestra democracia.

lunes, 22 de abril de 2024

El congreso de la república responsable de la situación de Colombia

Las prevenciones de la subversión frente al panorama del país
Por Bernardo Socha Acosta

Intentar corregir los impresionantes errores del pasado inmediato de nuestra Colombia, con una rama del poder atravesada en el camino de lo que podría ser la salida para un país cada día más sumido en el flagelo de la desdicha del odio, la envidia, la violencia, el resentimiento, la desmedida ambición política y la desgracia de la corrupción, es intentar vagar entre el venenoso aliento de víboras y los afilados colmillo de los cocodrilos.

Un gobierno que ha intentado ponerle las rueda al país en busca de una evolución positiva, pero sin respuesta de una de las ramas del poder, es más que imposible, mientras el país sigue sumiéndose en la desesperanza entre las masas populares, mientras los politiqueros hacen fiesta ignorantemente sin calcular que, los resultados de esta torpe oposición va a costarle caro a Colombia y, no serán solo los pobres los que paguen esa irracionalidad politiquera, sino todos los colombianos sin mirar estrato, color, credo y política. Así como todos podremos ser, directa o indirectamente responsables de la crisis por la que ya está invadida Colombia, todos pagaremos el error de haber llevado a formar parte de las ramas del poder a, unos politiqueros ambiciosos desmedidos e incultos de la sociología que les impide reconocer, qué es lo que sociedad necesita.

Ya lo decía el presidente de uno de los gremios más importantes de la economía colombiana, que el congreso de la república es responsable de la situación que se está cerniendo sobre ella, porque una sola de las ramas del poder no puede desarrollar ejecutorias por el bien nacional.

Y, sin justificar la guerra
, pero, para cualquiera que tenga una mediana capacidad de pensar, no es una casualidad que los grupos subversivos a pesar de habérseles puesto muchas gabelas sobre las mesas de diálogo por la paz, no han modificado su actuar, y es precisamente por las prevenciones que genera la politiquería en el Congreso de la república y en cualquier otro escenario donde los políticos corruptos desafían al pueblo con sus torpes y equivocadas mayorías, posiciones que son las que ya tienen a Colombia como todos sabemos; pero, por la terquedad e ignorancia de muchos, cada vez que hay elecciones vuelven a llevar la mediocridad política a donde se hacen las leyes. para que cometan toda clase de desafueros y malgasten BILLONES del presupuesto nacional. 

Este es la peor desgracia del país. Y que los políticos, no piensen que todo es una graciosa “JUGADITA” porque la ley de la compensación existe… 

Siendo consecuentes con lo que esta pasando con las ramas ejecutiva y legislativa en nuestro país, los consejeros del gobierno deben instar al presidente Gustavo Petro, a recoger los proyectos de ley que infructuosamente llevó al congreso, y no desgastarse más, dedicándose entonces en lo que resta de su mandato, a ejecutar lo que se puede hacer sin la ayuda de los mal llamados PADRES DE LA PATRIA, que ni trabajan ni dejan actuar. Pero eso sí. Al retirar los proyectos, debe dejar una clara constancia ante los colombianos, del por qué de la determinación. Igualmente no pretender más sanear el Fondo de estabilización del petróleo que dejó en bancarrota el anterior gobierno y FRENAR de un tajo el aumento de los costos de los combustibles, para que en algún momento posterior, algún otro sabio presidente lo haga con el consabido golpe acumulado a los consumidores.

El cambio en modo de tinieblas

Mario González Vargas
Este es el gobierno de la más lucida incompetencia. Hace más de un año fueron varias las advertencias de senadores y expertos sobre el complejo panorama del sector eléctrico del país, que hoy por incapacidad y desidia de los ministros del ramo se nos ha convertido en peligro de racionamiento en todo el territorio nacional. Reiteradas fueron las advertencias y alarmas proferidas, desechadas con olímpica despreocupación por el presidente y su corte de funcionarios encargados del tema. Petro no quiso desde el inicio de su mandato integrar la Comisión de Regulación de Energía y Gas (Creg) que hasta hace pocos días solo contó con la presencia de solo uno de sus miembros, Hoy, integrada a las volandas, su presidente no tuvo manifestación distinta a la de informarnos que la opción más probable es la “un racionamiento de energía en Colombia.”

El Gobierno estaba advertido: “Se observa con preocupación la disminución en la disponibilidad de las plantas hidráulicas asociadas a los niveles de sus embalses por otras restricciones, lo cual puede llevar a situaciones de riesgo para la atención de la demanda en algunas horas del día por no contar con la potencia necesaria para mantener una operación confiable y segura del Sistema Integrado Nacional (SIN), en especial en los periodos de máxima demanda”, aseguro XM. El ministro de Minas y Energía, al igual que su desastrosa antecesora, desestimó las alertas, señalando, como arúspice que no es, que “el fenómeno del Niño está en su última fase y que atrás quedaron los meses más duro de sequía.”

Procuraduría y Contraloría han tomado cartas en el asunto. La Contraloría instó al gobierno a ejecutar un plan de choque para garantizar el suministro de energía y promover un marco regulatorio transitorio que permita a los proyectos de generación que se encontraren listos conectarse al sistema, sin merecer respuesta hasta la fecha. A su vez, la Procuraduría instó al Ministerio de Minas y Energía a informar sobre las medidas adoptadas para mitigar el riesgo de desabastecimiento y de interrupción de suministro de energía en el país, y sobre los planes de emergencia y contingencia para atender las amenazas generadas por el Niño, sin concitar atención alguna.

Por el contrario, insiste el ministro en afirmar contra toda evidencia, que las semanas que vienen son importantes para superar el fenómeno, porque tenemos todas las capacidades para superarlo.

Todo parece indicar que estamos a punto de que se reduzca la capacidad hídrica del país que podría obligar a un racionamiento de incalculables perjuicios, sin que se escuchen reacciones y protestas de casi todos los partidos políticos, engolosinados con las ofertas de mermelada del gobierno. Es tan profunda e incontenible la decadencia de la política que el mayor interés de la mayoría de partidos y movimientos radica en la aprobación del proyecto de ley de transfuguismo en vez de las urgencias que amenazan la vida de los ciudadanos y la sostenibilidad de la economía nacional.

Como es frecuente en este gobierno, Petro, en medio de sus incontables delirios, tuvo premonición de la sequía que hoy nos amenaza. Pero, como siempre, se limita a la expresión de sus presentimientos en vez de ejecutar. El cambio en tinieblas. Así gobiernan los agitadores.

domingo, 14 de abril de 2024

Un bullicioso interrogante

¿Es posible ser políticamente correcto en Colombia?

Foto: OSPAN ALI en Unsplash

Ser políticamente correcto pasó de tener una connotación apacible y de respeto por el otro, a ser el escenario de disputas en donde el humor y el lenguaje están en el centro de la conversación.
Tomado de: revistadiners.com.co

Por: Daniel Zamora
La corrección política se ha salido de control. De un tiempo para acá, cualquier frase, tuit o chiste entra inmediatamente en un terreno hostil vigilado por censores de control o policías del lenguaje, que desencadenan acciones de rechazo, indignación y ataques para quien dijo cualquier cosa, así se haya expresado sin la intención de ofender.

Esto ha hecho que el cuidado, el tacto y el empeño por no herir u ofender llegue a unos límites que resultan, como mínimo, exagerados. Lo políticamente correcto “se extravió en los radicalismos hasta convertirse en un movimiento tiránico que bordea el absurdo y da pie a burlas”, señaló la escritora Piedad Bonnett en una de sus columnas.

¿De dónde viene el ser políticamente correcto?

Aparecieron diccionarios como el Bias-Free Language (lenguaje libre de prejuicios), que propuso la Universidad de New Hampshire, en Estados Unidos, en el que sugiere utilizar el término “persona internacional”, para evitar extranjero; o “persona de talla” en lugar de “gordo”; o “persona que carece de las ventajas que otros tienen”, para señalar “pobre”; o “persona de riqueza material”, para decir “rico”.

En el libro La verdad de la tribu: la corrección política y sus enemigos, publicado el pasado mes de marzo, el periodista Ricardo Dudda describe el caso de unos estudiantes de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, que rechazaban leer algunos textos de la mitología griega, como Las metamorfosis, de Ovidio, pues “contiene material sensible y ofensivo que margina las identidades de los estudiantes.

Estos textos, creados a partir de historias narrativas de exclusión y opresión pueden ser difíciles de leer y discutir para un superviviente, una persona de color o un estudiante de origen humilde”, decían los estudiantes.

La susceptibilidad a flor de piel

En palabras de Dudda, esto “ejemplifica un clima de susceptibilidad bastante acusado y demuestra una obsesión nueva en la izquierda con la protección y la seguridad, un territorio antes dominado por la derecha: hay que proteger las mentes del trauma.

Es algo que recuerda a pánicos morales anteriores, como esas campañas que se dirigieron desde sectores conservadores contra la música metal o los videojuegos violentos”, escribió. Otros ejemplos de este estilo sucedieron en la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey, donde algunos estudiantes protestaron contra la lectura de los libros de Virginia Woolf, pues creían que, como hablaban del suicidio, este podría replicarse en quienes leen sus textos.

“El ensayista Jordi Costa escribió que ‘la corrección política es, en suma, una ortopedia lingüística que ataca el síntoma pero no el origen del sistema’. Lo cual no niega la evidencia de que el lenguaje puede llegar a perpetuar los prejuicios. Lo que habría que plantearse es el límite”, continuó en su columna la escritora Piedad Bonnett.

¿Qué es la corrección política y cuándo surgió?

En general, se puede decir que ser políticamente correcto es usar expresiones y llevar a cabo acciones cuyo fin sea evitar las agresiones, el conflicto u ofender a grupos de personas particulares. Su uso comenzó en la segunda década del siglo XX y lo utilizaba gente cercana a las ideologías marxistas y leninistas, en tono de burla, para referirse a quienes seguían al pie de la letra las directrices de sus partidos.

Para las décadas de 1980 y 1990 el escenario era distinto. Se encendió un debate en universidades y medios de comunicación sobre los alcances de la corrección política, que ya venía usándose como forma de protección de minorías.

Y es que en la discusión afloraron posiciones de todo tipo, desde aquellos que la defendían para proteger a sus comunidades de agresiones e insultos, hasta quienes argumentaban que sus ideas democráticas de igualdad eran “en realidad autoritarias, ortodoxas y de influencia comunista, cuando se oponen al derecho de las personas a ser racistas, sexistas y homofóbicas”, como lo detalló el profesor Herbert Kohl en su libro Uncommon differences: on political correctness, core curriculum and democracy in education.

No es de derecha o izquierda

Entonces aparece una característica, “lo políticamente correcto (PC) no es más de derecha, izquierda o de centro, está donde se encuentre algún tipo de poder. A veces el lenguaje sirve para defender ciertos derechos, pero no solo pensemos en el racismo, sino en el lenguaje hacia las mujeres; aparece la figura del piropo, que podía ser, hace cincuenta años, una forma elegante y simpática, y hoy está completamente descartado por las discusiones feministas”, explica Alessandra Merlo, profesora del Departamento de Lenguas y Cultura de la Universidad de los Andes.

“No hay alguien que defina exactamente qué cosas son políticamente correctas. Dependen de un contexto y un momento particular. No está escrito –y es importante que permanezca así porque hace creer que se actúa libremente–. Inclusive, diría que lo políticamente correcto no es decir lo que pienso, sino lo que considero conveniente sobre tal tema. Es la vía para ser aceptados socialmente, una manera correcta de encajar”, añade.

Ser políticamente correcto con buen humor

“Todos los chistes molestan a alguien. Por ejemplo, con el de: van dos y se cae el del medio, puede que alguno diga: me ofende porque mi padre siempre iba en medio y se cayó, no te metas con él. Eso puede pasar.

Ahora te ofenderán todos los chistes de ir en medio, todos los de caerse, todos te van a molestar. Te dirán cosas como: ojalá toda tu familia vaya en medio y se caiga, aprende a respetar, subnormal. Hay alguien así para todo”.

Así explica David Broncano, humorista español y presentador de televisión, el estado de hipersensibilidad de la gente respecto al humor.

La corrección política también influye sobre el humor en ciertos contextos.

Y Estados Unidos es tal vez el más interesante, pues, al tiempo que es la cuna del debate sobre la CP, algunos medios como la BBC señalaron el papel que estaban desempeñando los comediantes de ese país: ser los principales opositores al gobierno de Donald Trump, tal vez el presidente más políticamente incorrecto de la historia.

La comedia está por encima del bien y el mal

“La comedia le afecta. Si se burlan de él, si lo ridiculizan o simplemente muestran que no es popular, va a implosionar. Formemos un ejército de comediantes y lo derribaremos”, dijo el cineasta Michael Moore la noche previa a la toma de posesión del mandatario, en 2016.

“Ese ‘ejército’ tiene como voces relevantes a programas televisivos como The Late Show con Stephen Colbert (CBS), Last Week Tonight con John Oliver (HBO), Full Frontal con Samantha Bee (TBS), Late Night con Seth Meyers (NBC) y The Daily Show con Trevor Noah (Comedy Central)”, registró la BBC en 2016.

En términos colombianos

“Lo políticamente correcto es una de las batallas más duras que deben librar las personas librepensadoras”, explica el caricaturista Julio César González, “Matador”, “porque es una trampa muy sutil y versa principalmente en el lenguaje, en dotar de ropajes ‘adecuados’ a las palabras para que puedan estar con la suficiente ‘etiqueta’ y así no generar ninguna incomodidad”.

González, quien en varias ocasiones ha denunciado que sus caricaturas han tenido como resultado amenazas de muerte, “como cuando dibujaba al entonces candidato Iván Duque como un cerdito tierno”, ve que el fin del humor sería aquel en donde este fuera dominado por la idea de la corrección política:

“Sería una dictadura, una dictadura del aburrimiento, ya que el humor es un catalizador y transgresor de todas las instituciones humanas y divinas. Por eso, en momentos de mordazas, el humor tiene que buscar aún más la mordacidad en su mensaje, ser más sutil pero más contundente”.

El caso del lenguaje incluyente

El debate de la corrección política ha encontrado uno de sus escenarios en el lenguaje incluyente, o no sexista, cuyo fin es procurar una igualdad en el trato y eliminar sesgos que legitimen discursos de discriminación.

Algunas de las propuestas que han surgido han sido modificar sustantivos abstractos (reemplazar “los hombres” por “la humanidad”, o “los niños” por “la niñez”), o cambiar la escritura del pronombre “todos”, por “todes”, o “tod@s”, o “todxs”, cuando el grupo del que se habla esté compuesto por hombres y mujeres.

“Cuando se dice que las lenguas con género gramatical (como el castellano o el inglés en los pronombres de 3ª persona singular) son sexistas y que el sexismo desaparecería si no hubiera géneros, se olvida que en el mundo existen miles de lenguas sin género gramatical de ninguna clase, que son habladas por sociedades extraordinariamente sexistas”, señala Enrique Bernárdez, profesor de Filología de la Universidad Complutense de Madrid y colaborador del Instituto Cervantes.

¿Es discriminación?

“Existe una idea muy extendida que, sin embargo, es esencialmente falsa: que el lenguaje es directamente responsable de la discriminación. Que es el lenguaje el que crea el estereotipo o el sexismo. Imaginemos que –como se ha llegado a pedir– se quitara del diccionario la palabra negro, porque puede usarse en tono racista.

Tendríamos que buscar otra palabra para referirnos a todo lo que tiene ese color. Sucedió algo parecido en tiempos de Franco: Caperucita Roja se convirtió en Caperucita Encarnada, porque ‘rojo’ se rechazaba por su connotación política. Las intervenciones externas sobre el lenguaje rara vez son duraderas, y solo en circunstancias muy especiales”, añade.

Pero el lenguaje incluyente también encuentra defensores. Es el caso de Manuel Almagro Holgado, estudiante de doctorado en Filosofía y Lenguaje en la Universidad de Granada. “Es un gravísimo error pensar en el lenguaje como una simple concatenación de símbolos que pertenece a un ámbito completamente desligado de las acciones que llevamos a cabo. Quienes piensan que con el lenguaje no cambiamos nada en nuestra sociedad tienen que explicar, entonces, el fenómeno de la comunicación”.

¿Dónde queda el lenguaje en ser políticamente correcto?

“Es impreciso pensar que somos neutrales cuando usamos las palabras, porque eso muestra que hacemos afirmaciones sobre el lenguaje sin tener una mínima idea de cómo funciona. Resolver la situación de la palabra ‘todos’ (y otras muchas por el estilo que no son neutrales) depende de cómo te quieras comportar. Esto trata de ser precisos con el uso del lenguaje, respecto de unas normas gramaticales y de aquello que se consigue con él”.

Para la profesora de la Universidad de los Andes, Alessandra Merlo, la solución va por otro lado. “Siento que el lenguaje puede decir cosas, pero lo importante es lo que hacemos. Estudié Literatura y me he ocupado de la lingüística, me parece más interesante observar, por ejemplo, los femeninos del lenguaje de las lenguas romances, que no sabemos de dónde salieron; ¿por qué la silla es femenina?, ¿por qué la palabra matrimonio –que viene de madre y alude a lo familiar, al hogar– tiene como correspondiente masculino patrimonio, que ejemplifica el dinero, el capital? Hay que entender que hay injusticias y diferencias en el lenguaje y trabajar sobre ellas, más que inventarse construcciones que aparentemente resuelven”.
Fuente: Tomado de: revistadiners.com.co

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