casino online Jorge Iván Cuervo R.
Tomado de El Espectador, Sábado, 16 de junio de 2007
Cada vez se hace más evidente que el clima de opinión que por un momento parecía consolidarse en torno de llegar hasta las últimas consecuencias en conocer la verdad de la parapolítica y del paramilitarismo, como punto de partida para conocer también la otra verdad, la de las guerrillas y la de los abusos del Estado, y de esa manera hacer un corte de cuentas con la historia, se está desmontando lenta y progresivamente.
La aplicación de la llamada Ley de Justicia y Paz, no exenta de dificultades y de dudas sobre sus verdaderos alcances para garantizar algo de verdad, algo de justicia y algo de reparación, en un horizonte de paz, está siendo bastante tormentosa, como quiera que los jefes paramilitares la están usando como espacio de estrategia política para maximizar sus expectativas individuales. Es así como de la mano de avezados abogados, han usado las debilidades de la ley, especialmente en lo que tiene que ver con la diligencia de versión libre -donde el fiscal de conocimiento tiene muy poca posibilidad de conducción- para explayarse a su conveniencia y modular sus confesiones en función de la precariedad probatoria que sustenta todo el proceso de la parapolítica.
De otra parte, los políticos vinculados por la Corte Suprema de Justicia están usando distintas estrategias para evadir la responsabilidad que les cabe: que se les declare sediciosos acudiendo a una reforzada interpretación de la vigencia de la Ley de Justicia y Paz -la cual, cuando fue presentada por el abogado de uno de ellos en Palacio, fue calificada por un asesor presidencial como “jurídicamente viable y políticamente presentable”-, la aprobación de una ley que les otorgue beneficios en función de diferenciar las responsabilidades y dosificar las penas, la presión para que el Gobierno conceda privilegios especiales que van desde la casa por cárcel hasta la excarcelación por confesión y, finalmente, la renuncia al fuero parlamentario para de esa manera lograr ser investigados por fiscales y jueces expuestos a las influencias de sus redes sociales y políticas en las regiones.
Pero no sólo se trata de lo que hacen los involucrados directamente en el proceso de la parapolítica. También varios formadores de opinión se empeñan en señalar que un proceso de verdad hasta las últimas consecuencias no es conveniente, ni es equitativo en relación con anteriores procesos donde no hubo este tipo de exigencias, argumento engañoso con el cual pretenden hacernos creer que si en el pasado las cosas no se hicieron bien, ahora tampoco es posible ni deseable hacerlo.
Hago parte de una generación que puede decir que no tiene compromisos con anteriores procesos de negociación, así que no nos sentimos vinculados por esa especie de chantaje histórico. Si para que conozcamos la verdad de ahora es necesario conocer la verdad de antes, pues entonces pensemos en una comisión de la verdad estilo Perú, donde queden consignadas todas las atrocidades de los distintos actores que fueron objeto de amnistías en su momento. ¿Cuál es el miedo a hacerlo? ¿Cuál es el miedo de enfrentar la verdad?
Es preciso señalar que no sólo han cambiado las circunstancias internacionales que legitiman los procesos de justicia transicional, sino que esta sociedad se ha transformado. No somos la sociedad del Frente Nacional ni la del narcoterrorismo de los ochenta; mal que bien hemos madurado, y hoy parecen estar dadas las condiciones para aprovechar esta oportunidad histórica y reinventarnos como sociedad.
El comediante Andrés López definió la cultura colombiana como la cultura del “deje así”, para significar que no nos gustan los cortes de cuentas ni asumir las responsabilidades, tanto en la acción individual como colectiva.
En medio de cortinas de humo lanzadas por el Gobierno, de la precariedad investigativa de la Fiscalía, de la desactivación paulatina de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la mano del señor Corlazolli -para eso lo trajeron-, de los chantajes de los jefes paramilitares, de la crueldad de las Farc con los secuestrados, queriendo sacar dividendos políticos del intercambio humanitario, de la indolencia de la llamada sociedad civil, hipnotizada por realities y telebobelas, no podemos permitir que se diluya el clima de opinión propicio para un proceso sincero de verdad histórica. Es preciso consolidar una masa crítica de opinión para impedir que no pase nada, que dejemos así, que hagamos borrón y cuenta nueva, que nadie responda ahora, porque nadie lo hizo en el pasado, y de esa manera dejar sembradas las semillas de un nuevo colapso de la ética pública.
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