Cada vez son más patéticos los viajes del Presidente Uribe a los Estados Unidos a implorar el favor de ese gobierno para llevar adelante sus planes de entrega y sometimiento al Imperio. Lejanos están los días en que el Presidente Uribe se paseaba sonriente y jactancioso en un carrito de Golf conducido por George W. Bush en su finca de recreo.
En sus últimos viajes el Presidente Alvaro Uribe ha debido pagar grandes sumas del erario público a varias empresas especializadas en relaciones públicas que, en estas calendas, ante el desgaste internacional ocasionado por los escándalos de la parapolítica y la corrupción galopante, sólo le consiguen audiencias con personajes segundones de la corte imperial de los Estados Unidos y, desde luego, los resultados son cada vez más pobres e insignificantes.
El llamado Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, TLC, que el Presidente Uribe ordenó aprobar a marchas forzadas y sin ninguna discusión previa a sus sumisas mayorías en el Congreso de Colombia, muere sin pena ni gloria, en los anaqueles de las mayorías demócratas opuestas a las políticas neoliberales del Presidente George W. Bush, quien ahora gobierna con el sol a las espaldas, agobiado por el descrédito de su país, la derrota de sus tropas de ocupación en Irak y Afganistán y el repudio de los pueblos del mundo.
Causa verdadera desazón y pena ajena su última incursión; en este viaje el Presidente se hizo acompañar por su Ministra negra, por un séquito de burócratas y un líder sindical amaestrado; este tragicómico episodio rememora el regreso a la metrópoli de los conquistadores europeos luego de sus viajes de conquista y depredación por las tierras americanas; aquellos aventureros regresaban donde sus monarcas y patrocinadores con sus naves cargadas con los tesoros, producto de sus rapiñas y depredaciones; volvían triunfantes a sus puertos de origen acompañados de animales y especies raras y de aborígenes que capturaban y apartaban de sus tierras y familias para ser exhibidos como trofeo de conquista ante los monarcas y grandes señores de su tiempo.
En periplo presidencial, ni siquiera la condecoración gratuita otorgada al Ex Presidente Clinton tuvo relevancia; en la meca del poder imperial estos espectáculos, estos actos de sumisión, carecen ya de interés; la continua reiteración de los libretos empleados por la mayoría de los gobernantes tercermundistas les ha hecho perder la fascinación inicial y sus actuaciones vergonzantes son tomadas por los poderosos como un gesto de oprobio e ignominia de los pueblos sometidos que sólo los mueve al desprecio y a la compasión.
REINALDO RAMIREZ
Bucaramanga, Junio 12 de 2007
En sus últimos viajes el Presidente Alvaro Uribe ha debido pagar grandes sumas del erario público a varias empresas especializadas en relaciones públicas que, en estas calendas, ante el desgaste internacional ocasionado por los escándalos de la parapolítica y la corrupción galopante, sólo le consiguen audiencias con personajes segundones de la corte imperial de los Estados Unidos y, desde luego, los resultados son cada vez más pobres e insignificantes.
El llamado Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, TLC, que el Presidente Uribe ordenó aprobar a marchas forzadas y sin ninguna discusión previa a sus sumisas mayorías en el Congreso de Colombia, muere sin pena ni gloria, en los anaqueles de las mayorías demócratas opuestas a las políticas neoliberales del Presidente George W. Bush, quien ahora gobierna con el sol a las espaldas, agobiado por el descrédito de su país, la derrota de sus tropas de ocupación en Irak y Afganistán y el repudio de los pueblos del mundo.
Causa verdadera desazón y pena ajena su última incursión; en este viaje el Presidente se hizo acompañar por su Ministra negra, por un séquito de burócratas y un líder sindical amaestrado; este tragicómico episodio rememora el regreso a la metrópoli de los conquistadores europeos luego de sus viajes de conquista y depredación por las tierras americanas; aquellos aventureros regresaban donde sus monarcas y patrocinadores con sus naves cargadas con los tesoros, producto de sus rapiñas y depredaciones; volvían triunfantes a sus puertos de origen acompañados de animales y especies raras y de aborígenes que capturaban y apartaban de sus tierras y familias para ser exhibidos como trofeo de conquista ante los monarcas y grandes señores de su tiempo.
En periplo presidencial, ni siquiera la condecoración gratuita otorgada al Ex Presidente Clinton tuvo relevancia; en la meca del poder imperial estos espectáculos, estos actos de sumisión, carecen ya de interés; la continua reiteración de los libretos empleados por la mayoría de los gobernantes tercermundistas les ha hecho perder la fascinación inicial y sus actuaciones vergonzantes son tomadas por los poderosos como un gesto de oprobio e ignominia de los pueblos sometidos que sólo los mueve al desprecio y a la compasión.
REINALDO RAMIREZ
Bucaramanga, Junio 12 de 2007
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