Por Horacio Serpa
La economía Colombia está adolorida. Todo conspira para disminuir los ingresos del fisco y mantener en ascuas a los exportadores, industriales, campesinos y ciudadanos. La revaluación, la caída de las remesas, el aumento del desempleo, los altos precios de la gasolina son síntomas permanentes de una situación que amenaza el crecimiento del país, aumenta la incertidumbre y prende las alarmas.
La caída del dólar, cuya cotización alcanza niveles registrados hace nueve años, está destruyendo la industria de las flores. Los productores están arrendando sus tierras y en Miami se cierran las empresas importadoras. Ahora miles de mujeres forman parte de las cadenas de desocupadas, lo que golpea con fuerza la economía.
Los exportadores reciben cada vez menos por sus productos y sus plantillas disminuyen porque ya no necesitan tanta mano de obra, aumentándose el desempleo; renegocian sus deudas, y están cerrando las empresas a la espera de nuevas oportunidades.
Sucede igual con muchas empresas exportadoras de productos como el calzado, los textiles y el cuero. Los empresarios e industriales están padeciendo los estragos de la situación económica. Nada para la crisis revaluacionista. Los productos colombianos se han vuelto poco competitivos por sus altos costos de producción y la avalancha de productos chinos, hindúes y coreanos. Caras largas se ven por todas partes.
En Estados Unidos se siente con fuerza el huracán de la recesión. Como en cualquier país tercermundista crece el desempleo, los precios del petróleo aumentan, la gente cambia los hábitos de consumo y se baja de la cultura del carro, para darle paso a la bicicleta y al transporte público.
Además, los estragos de la guerra en Irak y la crisis de las hipotecas, tienen a ese país en graves dificultades, cuyos efectos estremecen las bolsas de valores del planeta. En Colombia se sienten con fuerza. La caída de las remesas es un golpe contundente a nuestras finanzas. Los compatriotas envían menos dólares, que valen menos, dejando un roto enorme en los bolsillos de todos.
¿Por qué nuestro peso se ha convertido en una de las monedas más duras del mundo? Si no hay industrias gigantes, si la construcción está en retroceso, si no somos grandes exportadores de crudo, ni de productos terminados, ¿por qué nuestra moneda vale cada día más? En buena parte, porque la bonanza cocalera no para de irrigar sus grandes ganancias verdes en la economía.
La narcoeconomía sigue voyante e incentiva una cultura traqueta del lujo y la ostentación, que permite una economía en ciertos aspectos mentirosa. El dinero ilícito nos ha convertido en un paraíso para los mafiosos. El dólar sigue cayendo y puede alcanzar los 1.500 pesos. Nadie sabe hasta dónde llegará el problema, que puede superarse si aceptamos todas sus causas reales.
Señores economistas, sean sinceros. Los miles de millones de dólares del narcotráfico inciden notablemente en la revaluación. Si no lo reconocen no se encontrará la solución y seguirán siendo cómplices de la crisis. Falta franqueza, falta verraquera.
Bucaramanga, 17 de Junio de 2008 > Regresar a Inicio >
La economía Colombia está adolorida. Todo conspira para disminuir los ingresos del fisco y mantener en ascuas a los exportadores, industriales, campesinos y ciudadanos. La revaluación, la caída de las remesas, el aumento del desempleo, los altos precios de la gasolina son síntomas permanentes de una situación que amenaza el crecimiento del país, aumenta la incertidumbre y prende las alarmas.
La caída del dólar, cuya cotización alcanza niveles registrados hace nueve años, está destruyendo la industria de las flores. Los productores están arrendando sus tierras y en Miami se cierran las empresas importadoras. Ahora miles de mujeres forman parte de las cadenas de desocupadas, lo que golpea con fuerza la economía.
Los exportadores reciben cada vez menos por sus productos y sus plantillas disminuyen porque ya no necesitan tanta mano de obra, aumentándose el desempleo; renegocian sus deudas, y están cerrando las empresas a la espera de nuevas oportunidades.
Sucede igual con muchas empresas exportadoras de productos como el calzado, los textiles y el cuero. Los empresarios e industriales están padeciendo los estragos de la situación económica. Nada para la crisis revaluacionista. Los productos colombianos se han vuelto poco competitivos por sus altos costos de producción y la avalancha de productos chinos, hindúes y coreanos. Caras largas se ven por todas partes.
En Estados Unidos se siente con fuerza el huracán de la recesión. Como en cualquier país tercermundista crece el desempleo, los precios del petróleo aumentan, la gente cambia los hábitos de consumo y se baja de la cultura del carro, para darle paso a la bicicleta y al transporte público.
Además, los estragos de la guerra en Irak y la crisis de las hipotecas, tienen a ese país en graves dificultades, cuyos efectos estremecen las bolsas de valores del planeta. En Colombia se sienten con fuerza. La caída de las remesas es un golpe contundente a nuestras finanzas. Los compatriotas envían menos dólares, que valen menos, dejando un roto enorme en los bolsillos de todos.
¿Por qué nuestro peso se ha convertido en una de las monedas más duras del mundo? Si no hay industrias gigantes, si la construcción está en retroceso, si no somos grandes exportadores de crudo, ni de productos terminados, ¿por qué nuestra moneda vale cada día más? En buena parte, porque la bonanza cocalera no para de irrigar sus grandes ganancias verdes en la economía.
La narcoeconomía sigue voyante e incentiva una cultura traqueta del lujo y la ostentación, que permite una economía en ciertos aspectos mentirosa. El dinero ilícito nos ha convertido en un paraíso para los mafiosos. El dólar sigue cayendo y puede alcanzar los 1.500 pesos. Nadie sabe hasta dónde llegará el problema, que puede superarse si aceptamos todas sus causas reales.
Señores economistas, sean sinceros. Los miles de millones de dólares del narcotráfico inciden notablemente en la revaluación. Si no lo reconocen no se encontrará la solución y seguirán siendo cómplices de la crisis. Falta franqueza, falta verraquera.
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