Miércoles, 1 de diciembre de 2010
------------------------Por: Horacio Serpa
Colombia ha regresado a la política del buen vecino. Después de ocho años de un camino errático de alineamiento absoluto con Estados Unidos y desapego por la región, el presidente Santos le ha dado un viraje a nuestra política exterior y la ha puesto como prioridad en su agenda, teniendo como mandato el cumplimiento constitucional de la integración.
En solo tres meses de labor, el primer mandatario y su canciller, la diligente María Ángela Holguín, han convertido a Colombia en un milagro diplomático, como acertadamente calificó en Guyana, el presidente Lula de Brasil, la recomposición de las relaciones con Venezuela y ahora con Ecuador.
Lo que ha pasado ha sido un vertiginoso viaje por la diplomacia directa y el encuentro de países hermanos que nunca debieron pelearse. Los acontecimientos de Angostura, en los que murió bombardeado en territorio ecuatoriano el jefe de las Farc, Raúl Reyes, a manos de las fuerzas militares colombianas, son un hecho histórico que deberá servir como punto de referencia sobre lo que nunca debe repetirse.
Ecuador y Venezuela son nuestros principales aliados comerciales y hermanos de la Gran Colombia, herederos del pensamiento y la gesta del Libertador Simón Bolívar. El daño hecho por una doctrina internacional errática será reparado día a día con contundentes muestras de confianza del presidente Santos, un estratega y estadista con amplios conocimientos de comercio y política externa. Pero sobre todo, un demócrata que ha ubicado los derechos humanos y la solución del conflicto armado interno como puntos esenciales para crear condiciones que permitan fortalecer la democracia, consolidar la economía y atraer inversión extranjera.
Colombia está escribiendo con Venezuela y Ecuador una nueva página de hermandad y cooperación, en la que se le ha dado un grato adiós a los tambores de guerra y a los lenguajes desentonados. Ahora, le damos la bienvenida a los abrazos y las buenas intenciones. A los hechos de paz.
La pronta designación de los embajadores en Quito y Bogotá, será un contundente mensaje de que las heridas han sanado. Son muchos los temas que esperan un rápido abordaje bilateral, como los desplazados, cultivos ilícitos, libre tránsito de bienes, personas y capitales, y muchos más que le permitirán a las dos naciones beneficiarse de una fluida relación comercial, política y económica.
Con Venezuela las cosas también avanzan vertiginosamente. El presidente Chávez pasó de ser el potencial contradictor de Colombia, eje de los teatros de guerra de los halcones, a convertirse en el nuevo mejor amigo de su homólogo colombiano. Y ese nuevo mejor amigo está pagando las deudas contraídas con los empresarios nacionales y emplea un lenguaje sin agravios, con anuncios que nos benefician. Pero sobre todo, dejando que la fuerza de la integración fluya y se restablezca en la frontera.
El Presidente Santos está actuando con responsabilidad y sentido de futuro en las zonas limítrofes. Colombia ya no es el país incómodo en las reuniones subregionales. El buen vecino ha regresado para hacer el milagro de la hermandad entre los pueblos.
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