Por Horacio Serpa Uribe.
El
cobarde secuestro de la niña Nhora Valentina Muñoz, hija del alcalde
Fortul, Arauca, ha estremecido al país. Nuevamente los niños están en el
ojo del huracán de la violencia en Colombia. Ojalá esta vez los
captores escuchen la voz del pueblo y regresen pronto sana y salva a la
pequeña, arrebatada de las manos de su madre, al parecer por las Farc en
venganza contra su padre, en el marco del proceso electoral.
De
tiempo atrás los niños han sido protagonistas de la guerra fratricida
que nos sacude. Bien porque los actores armados los reclutan a la fuerza
para rearmar sus grupos ante el embate de las fuerzas armadas, por
venganzas contra quienes se niegan a pagar extorsiones o simplemente
como objetivos que caen en atentados mortales contra la población civil.
Las
Naciones Unidas, el CICR, la Presidencia de la República, la defensoría
del Pueblo, la Procuraduría y las Organizaciones de Derechos Humanos
realizan permanentes labores para proteger a los niños y niñas del
conflicto armado interno. Por desgracia, sus voces no llegan hasta la
conciencia de los jefes de las organizaciones armadas, que ven en los
pequeños un banco de combatientes siempre listo para saquear cuando
criminalmente lo requieren.
En
la guerra en Casanare, entre los hombres de Martín Llanos y Carlos
Castaño, miles de niños y adolescentes fueron reclutados a la fuerza
para soportar esa guerra infame, que dejó miles de muertos y
desplazados. Igual ocurrió con el reclutamiento forzado liderado por los
paramilitares en el norte del país. Aún después de muchos años de su
desmovilización, los jefes paramilitares se han negado a decir cuántos
niños reclutaron y cuántos nunca regresaron a sus familias.
Lo
peor es que en el rearme de las Bacrim, nuevamente se conocen
informaciones sobre reclutamiento de menores. Iguales noticias se
escuchan de las Farc, que han sufrido golpes contundentes en los últimos
años en su infraestructura militar, que los ha llevado a un repliegue
tras las pérdida de miles de hombres y mujeres abatidos o
desmovilizados.
Los
niños son el botín más fácil. Las víctimas invisibles en un país de
depredadores de los derechos humanos. En los falsos positivos también
hubo menores de edad, de Ciudad Bolívar y Soacha, principalmente, que
fueron engañados para morir a manos de personas descompuestas, que
deshonraron a la Fuerza Pública.
Hace
bien el país en levantarse contra el secuestro de Nhora Valentina. Su
plagio es una afrenta al país. Una cachetada a la democracia. Un reto
para el Estado, que debe proteger a la infancia. La Fuerza Pública
adelanta una valiente labor de búsqueda de la pequeña, que esperamos
obligue a los secuestradores a liberarla.
Tenemos
que levantarnos todos contra este tipo de delitos, que son de lesa
humanidad. Mientras llega el fin negociado del conflicto armado, bien
harían los grupos ilegales en aplicar las normas del Derecho
Internacional Humanitario y comprometerse a no secuestrar ni reclutar
menores. Liberen a Nhora Valentina. ¡ No sean cobardes!
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