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miércoles, 12 de octubre de 2011

No más niños y niñas en la guerra

Por Horacio Serpa Uribe.

El cobarde secuestro de la niña Nhora Valentina Muñoz, hija del alcalde Fortul, Arauca, ha estremecido al país. Nuevamente los niños están en el ojo del huracán de la violencia en Colombia. Ojalá esta vez los captores escuchen la voz del pueblo y regresen pronto sana y salva a la pequeña, arrebatada de las manos de su madre, al parecer por las Farc en venganza contra su padre, en el marco del proceso electoral.
De tiempo atrás los niños han sido protagonistas de la guerra fratricida que nos sacude. Bien porque los actores armados los reclutan a la fuerza para rearmar sus grupos ante el embate de las fuerzas armadas, por venganzas contra quienes se niegan a pagar extorsiones o simplemente como objetivos que caen en atentados mortales contra la población civil.
Las Naciones Unidas, el CICR, la Presidencia de la República, la defensoría del Pueblo, la Procuraduría y las Organizaciones de Derechos Humanos realizan permanentes labores para proteger a los niños y niñas del conflicto armado interno. Por desgracia, sus voces no llegan hasta la conciencia de los jefes de las organizaciones armadas, que ven en los pequeños un banco de combatientes siempre listo para saquear cuando criminalmente lo requieren.
En la guerra en  Casanare, entre los hombres de Martín Llanos y Carlos Castaño, miles de niños y adolescentes fueron reclutados a la fuerza para soportar esa guerra infame, que dejó miles de muertos y desplazados. Igual ocurrió con el reclutamiento forzado liderado por los paramilitares en el norte del país. Aún después de muchos años de su desmovilización, los jefes paramilitares se han negado a decir cuántos niños reclutaron y cuántos nunca regresaron a sus familias.
Lo peor es que en el rearme de las Bacrim, nuevamente se conocen informaciones sobre reclutamiento de menores. Iguales noticias se escuchan de las Farc, que han sufrido golpes contundentes en los últimos años en su infraestructura militar, que los ha llevado a un repliegue tras las pérdida de miles de hombres y mujeres abatidos o desmovilizados.
Los niños son el botín más fácil. Las víctimas invisibles en un país de depredadores de los derechos humanos. En los falsos positivos también hubo menores de edad, de Ciudad Bolívar y Soacha, principalmente, que fueron engañados para morir a manos de personas descompuestas, que deshonraron a la Fuerza Pública.
Hace bien el país en levantarse contra el secuestro de Nhora Valentina. Su plagio es una afrenta al país. Una cachetada a la democracia. Un reto para el Estado, que debe proteger a la infancia. La Fuerza Pública adelanta una valiente labor de búsqueda de la pequeña, que esperamos obligue a los secuestradores a liberarla.
Tenemos que levantarnos todos contra este tipo de delitos, que son de lesa humanidad. Mientras llega el fin negociado del conflicto armado, bien harían los grupos ilegales en aplicar las normas del Derecho Internacional Humanitario y comprometerse a no secuestrar ni reclutar menores. Liberen a Nhora Valentina. ¡ No sean cobardes!

miércoles, 21 de mayo de 2008

El naufragio de Karina


Por HORACIO SERPA

NAUFRAGÓ Karina. Se quedó sola en el monte, aislada, olvidada por el Secretariado de las Farc. 24 años de vida insurgente terminaron cuando se entregó al DAS, gracias a la mediación de su hija. Ella abandonó sin mirar atrás las ideas por las que luchó con pasión y le permitieron construir la imagen de una guerrillera temible, sanguinaria, arrojada.

La seguridad democrática terminó por arrinconarla. La muerte de Iván Ríos a manos de su escolta de confianza, y la amputación de su mano para probar que estaba muerto, le ablandaron el espíritu revolucionario. Karina prefirió llegar por sus propios pasos a la reconciliación y no metida en una bolsa negra, amputada y desfigurada.

Con su entrega se va desmoronando el mito de una guerrilla invencible, a la que era imposible cerrarle los espacios. De las Farc van desgajándose troncos cada vez más enormes. Pareciera como si el roble se estuviera convirtiendo en un inmenso balso, endeble y carcomido por la incertidumbre. Un palo que se cae llevándose a muchos a su paso.

Los guerrilleros han perdido la confianza. Están diezmados, reconoce Karina. Unos se harán matar, dice ella con su tono paisa y su desencanto de la lucha armada, ajada, golpeada, atormentada. Otros llegarán a la negociación, porque, repite ella, esa es la única salida a la guerra. Tiene razón. La negociación es la vía, pero a ella no se llegará pronto. Los guerreros siempre están dispuestos a esperar el momento de devolver los golpes. No se sabe cuántos muertos pasarán antes de un primer acuerdo, de un guiño que permita creer en el fin negociado del conflicto.

A las Farc se le está cerrando el espacio. El computador mágico de 'Raúl Reyes' los está desnudando. Les ha arrebatado los secretos. Pero ya nadie sabe qué es verdad, ni qué es mentira, aunque alguien dijo que estas hay que repetirlas hasta que todos las crean. Los vecinos ahora parecen cercados por las filtraciones, las relaciones bilaterales siguen en la inmunda. Nadie tiene la llave para resolver las cosas. El lenguaje amenazante ha regresado.

Las Farc siguen acorraladas. Muchos creen que se acerca su derrota militar y su entierro político. Pero también, es el momento de abrir un espacio para la solución política. Esa guerrilla se hará matar, anuncia Karina con su mirada perdida. Es mejor negociar, deben estar pensando otros en su interior. Es mejor guerrear, dicen los halcones. ¿Y los secuestrados? ¿Y el derecho internacional humanitario? ¿Y los países amigos? ¿Qué pasará con Ingrid y los demás plagiados?

La guerra parece haber iniciado una etapa decisiva. Pero la paz no llega. Los fusiles no dejan escucharla. Y, sin embargo, hay que insistir en ella. Nadie sabe cuánto tiempo más durará el conflicto, ni los costos de una victoria militar. Hay que seguir soñando por la paz.
Miércoles 21 de mayo de 2008 > Regresar a Inicio >

miércoles, 23 de abril de 2008

SÍ A OTRA ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE



Por Horacio Serpa

El país se encuentra sumido en una enorme crisis institucional. A la ilegitimidad del Congreso, ante la fuerza del proceso de la parapolítica, se han sumado nuevos nubarrones de denuncias y revelaciones de hasta dónde han llegado los tentáculos del paramilitarismo en la institucionalidad.

El número de congresistas presos crece todos los días. La Picota no da abasto para más huéspedes. Y las declaraciones de los jefes de las autodefensas y de sus aliados políticos ante la Corte anuncian nuevas detenciones. El testigo estrella de la Corte Suprema, Rafael García, ha prendido nuevamente el ventilador y ha corrido la cortina de la infiltración: parece que pocos se salvan del poder corruptor y macabro de los señores de la guerra.

¿En qué momento Colombia se convirtió en un narcoestado, infiltrado hasta los tuétanos por el paramilitarismo? ¿Por qué tantos hombres y mujeres de la élite se dejaron corromper por el dinero fácil y el poder efímerode las armas?

La verdad es que la solución no llegará con pañitos de agua tibia. Un dragón de 7 cabezas no se mata con cachetadas. Hay que eliminarlo con soluciones drásticas. La primera medida es restablecer la legitimidad de nuestra democracia, en entredicho por todo cuanto está ocurriendo.
Pero para ello hay que mirar más allá de una simple reforma política. No se necesitan sillas vacías, sino muchas urnas llenas. De gente que participen en un proceso abierto, transparente y de largo aliento, que nazca del reconocimiento de que la democracia requiere un nuevo aíre, un nuevo rumbo, nuevos liderazgos.
No se requieren pequeñas reformas, nacidas de la coyuntura, con pactos para guardar las imágenes. Lo que el país está viviendo es la peor crisis de su historia. Una Constituyente es la salida. Y para ello se tienen que convocar a toda la nación. Una ANC que interprete el querer del pueblo, y la rica diversidad nacional. Que defienda la tutela, la Corte Suprema de Justicia, la Corte Constitucional, la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo. Que relegitime lo que los paramilitares mancharon; que nos permita levantar la caray conocer la verdad.

Es un error pensar que una reforma de afán y de unos pocos pueda enderezar el camino. Nadie aceptara que se despoje a la Corte Suprema de sus funciones y que un nuevo tribunal se abrogue sus derechos. En un mundo globalizado no se aceptara que se castigue a una Corte valerosa que ha mantenido la institucionalidad y ha impartido justicia.

Hay que pensar en grande. Esta crisis prolongada por la detención a cuenta gotas de la clase política afecta a los paras, tiene que ser mirada con responsabilidad. Lo que está en juego no es el prestigio de los partidos, ni el de los congresistas, sino la vida de nuestra democracia y nuestras instituciones. Colombia se ha vanagloriado por años de su estabilidad democrática, es hora de que se vanaglorie de su legitimidad institucional.

No estoy renegando de la Constitución de 1991. Se requiere una constituyente para que reafirme su grandeza y evite que siga su descuartizamiento, al peor estilo paramilitar.
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