Por: Gerardo Delgado Silva
Se llama Estado de
Derecho, a toda organización política de
la sociedad que reposa sobre normas fundamentales, cuyo imperio se impone y
sobrepone a toda voluntad arbitraria y personal.
En la República Democrática,
que es esencialmente un Estado de Derecho, el principio de autoridad reside en
la ley y no en los individuos encargados de cumplirla y de hacerla cumplir.
Eso excluye la Razón de
Estado, expresión empleada por Maquiavelo para justificar la voluntad
arbitraria y personal, caprichosa e inestable, de hombres que gobiernan a su
antojo.
Y se llegó al
constitucionalismo, como sistema de organización político-social, sin el cual
no puede existir la república que es una estructura, y mucho menos la
democracia, que es un contenido ético.
La finalidad suprema y última
de la Norma Constitucional, es la protección y la garantía de la libertad y de
la dignidad del hombre.
La Declaración de los Derechos
del Hombre de Virginia, inicia la Edad Contemporánea, porque plantea y resuelve
el problema de nuestro tiempo. Es la Proclamación de la Dignidad, de la
Libertad y de la Igualdad respecto a la personalidad humana.
Los Estados Unidos dictaron la
primera Constitución completa (1.787), y
se organizaron bajo el imperio de sus normas.
Así nació la República Norteamericana.
Democrática, porque se funda en el reconocimiento de los derechos del
hombre y del ciudadano; Representativa, porque el Gobierno lo ejerce el pueblo
por medio de sus representantes, Federal, porque las colonias concurren como
Estados a formar la Unión y conservan una soberanía de segundo grado y una
autonomía subordinada a la voluntad nacional, expresa en la Constitución y en
las Leyes Reglamentarias que dicte el Congreso.
Desde entonces, la Democracia
adquiere el contenido moral y humano que le había faltado en la
Antigüedad. Ahora tiene un significado
social además de político, y se filtra, a lo largo del Siglo XIX, en todas las
formas de la vida social y en todas las Instituciones Políticas.
Sin la garantía del
Constitucionalismo, jamás podrá asegurarse la existencia de la dignidad y de la
libertad humana, como asímismo, las posibilidades de una justicia progresiva.
Es indudable, que el
constitucionalismo, impregna con su sentido la vida humana civilizada y culta.
Nuestra Constitución dice que
somos un Estado social y democrático de derecho. El Gobernante en un Estado de Derecho se
tiene que someter a la Constitución.
Estas ideas para mandatarios como Hittler, no tenían sentido. El rasgo más persistente de la ideología
nazi, era su irracionalidad. En puridad de verdad la democracia se basaba
en la razón y en el acuerdo pacífico entre una pluralidad de pareceres.
Hittler entró en contacto en
Viena con las ideas del Racismo Germánico y los conflictos de Clase de una
sociedad industrial lo cual fue capital en su formación. Fue designado Canciller, bajo la Presidencia
del Mariscal Hindenburg. La Muerte de
éste en 1934 eliminó las últimas trabas formales para instaurar un Estado que
sería paradigma de los regímenes totalitarios. Lanzado a una carrera de
agresiones en el plano europeo, con poderes tenebrosos, gigantescos, que las
democracias occidentales creyeron poder detenerlo con el Pacto de Munich
(1938), desencadenó finalmente la Segunda Guerra Mundial.
Y bien. El Nazismo no poseyó
nunca principios políticos o económicos genuinos. En su autobiografía, Mein Kampf, encontramos
el anhelo sádico de poder. A las masas
alemanas, desprecia y ama, según la manera evidentemente sádica. La ideología nazi concibe el odio a las
minorías raciales y su exaltación del pueblo alemán y de la “raza nórdica”.
El Estado nazi se organizó
sobre la base de la existencia de un partido único - El Nacional Socialista- ,
para pertenecer a él, se requería ser ario puro, esto es, no tener ningún
antepasado judío, y sus miembros debían obedecer ciegamente las órdenes del
Führer o Conductor, que no tenía que dar cuenta de sus actos a nadie. Dos organizaciones militarizadas de fuerza de
asalto – Las SS y las SA- constituían su
base efectiva, a la que complementaba eficazmente una policía política, la
Gestapo, cuya misión era suprimir toda suerte de oposición. A las masas se les repetía: “El individuo no
es nada y nada significa”. Todas las
actividades quedaron bajo la dirección del Estado, y se suprimió totalmente la
libertad de palabra y de prensa.
Los campos de concentración y
las cárceles comenzaron a reunir a los que no querían convencerse rápidamente
de la bondad del régimen.
Ahora bien. Desde su gobierno, se hizo evidente que el
Señor Uribe no controla su ira y desmesura, que nacen de su ambición de poder
como Hittler. El recurso a la guerra y a
la violencia se explica muchas veces por pulsiones subjetivas, que obran en
individuos que experimentan enormes dificultades para adaptarse al entorno
social y pretenden imponer sus puntos de vista por la fuerza. El Señor Uribe ha utilizado medios, que van
en contra de los principios básicos de la civilización e incluso contra los más
elementales de toda convivencia que merezca llamarse humana. ¿Qué hay con los
falsos positivos?.
Colombia no puede caer en
manos del nazismo con Uribe y su minúscula marioneta, porque significaría el
desmonte de la Institucionalidad Jurídica y Política, atrincherado frente a los
derechos humanos, abandonado a la extrema derecha, como se percibió en época
pasada.
La propuesta de Paz de Santos,
además de salvar vidas e impedir mucho sufrimiento es un derecho y un deber
constitucional. Paz propuesta por Santos
como personaje leal con la majestad del Estado.
El dramático deterioro del
Estado de Derecho, en el Gobierno anterior, está plenamente identificado con
Hittler. Preocupa que se esté sembrando
de peligros la patria, con la prédica
del “Centro Democrático” de Uribe, abierta y desembozada de la Anarquía
de la Guerra depravada.
¿Puede Colombia retroceder?
Artículo para www.bersoahoy.com
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