Trafugario
Por: José Óscar Fajardo
El viernes inmediatamente anterior el gobernador
de Santander Richard Aguilar y toda la plana de la administración oficial,
tuvieron a bien inaugurar el Acuaparque Nacional del Chicamocha, una nueva obra
arquitectónica ubicada al frente del Panachi exactamente al otro lado de la vía
que conduce de Bucaramanga a San Gil y de paso a Crazy Port y a Bogotá. Debo
aclarar de antemano que mi amistad con el señor gobernador es matemáticamente
igual a cero y que por lo tanto no se trata de una obra maestra del cepillo y
de sobada de chaqueta. De ninguna manera señores. Lo que pasa es que mi ética profesional y mi
formación intelectual me indican que debo hacer eso como periodista
independiente, porque las cosas que están bien hechas y en bien de mi patria
colombiana, merecen el aplauso de cualquier colombiano pensante. Pues se trata
de un diseño moderno y majestuoso que ensancha y fortalece la industria del
turismo, no sólo en el oriente colombiano sino de todo el país, todavía más si
tenemos en cuenta que el Panachi, es ya conocido mundialmente y eso lo sabe
cualquiera.
Dentro de su ficha técnica, se informa, el nuevo
parque tiene un área de 21.760 metros cuadrados y se encuentra ubicado a una
altura de 1.650 metros sobre el nivel del mar. Y qué pasa con eso, dirán
algunos lectores. Pues que a esa altura se da una temperatura que produce un
clima al cual bien podría calificarse de primaveral, aunque en las horas del mediodía
suba un poco el calor, pero así los visitantes pueden divertirse y bañarse en
los espejos de agua artificiales para niños y adultos hasta bien avanzada la
tarde. Cabe recordar que el Panachi en su fase inicial, se construyó durante la
administración del coronel Aguilar, padre del hoy primer mandatario de
Santander. Eso es progreso y bienestar para la gente y por más que uno no tenga
una amistad cercana con los autores de estos bienvenidos hechos, tampoco puede
aplicar la teoría del avestruz de meter la cabeza entre la arena por no darse
cuenta de lo que pasa en el mundo. Destaco este aspecto por varias razones y voy
a decir algunas de ellas. Uno. Porque los santandereanos somos especialistas en
cargarnos bronca mancomunadamente, y en hacerles males y meter chismes de los
que son verracos para realizar actos positivos y tareas imposibles. Dos. Porque
el santandereano no mira el bien de lo que está bien hecho sino quién lo hizo, para,
si no es de su camiseta política,
proceder a destrozarlo.
Entre otras cosas, es un de acto de masoquismo
invocar el lastre tuberculoso de la envidia pero esa es una ley social tal vez
heredada desde nuestro ancestro cultural. Yo llevo más de diez años tratando de
realizar en Crazy Port un encuentro nacional de escritores, como autor de cinco
libros que soy, y a ver si le limpiamos un poco la imagen al pueblo de aquí
allí sólo funciona la drogadicción, el alcohol y las percantas, pero no he
podido lograrlo porque para “esos eventos baladíes” no hay plata, dicen los
dioses del Olimpo. Y tienen razón porque esa sinvergüencería intelectual “no
produce votos”, dicen los dioses del Olimpo. Y entonces en medio del insomnio se
me viene al pensamiento que, lo de la inauguración del Acuaparque ¿No será más
bien el lanzamiento de una cándida candidatura ya cocinada? Porque está
comprobado científicamente que cuando el río suena, se ahogó un músico
hermanito. Les aclaro de antemano que yo
no soy sapo ni envidioso porque para eso mi papá me dio estudio, sino lo que
pasa es que, en medio de la nostalgia que me produce la soledad de los artistas
se me da por croar.
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