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martes, 30 de septiembre de 2014

Me da la sana impresión

                                                            Trafugario
                        Por: José Óscar Fajardo                                            
El viernes inmediatamente anterior el gobernador de Santander Richard Aguilar y toda la plana de la administración oficial, tuvieron a bien inaugurar el Acuaparque Nacional del Chicamocha, una nueva obra arquitectónica ubicada al frente del Panachi exactamente al otro lado de la vía que conduce de Bucaramanga a San Gil y de paso a Crazy Port y a Bogotá. Debo aclarar de antemano que mi amistad con el señor gobernador es matemáticamente igual a cero y que por lo tanto no se trata de una obra maestra del cepillo y de sobada de chaqueta. De ninguna manera señores.  Lo que pasa es que mi ética profesional y mi formación intelectual me indican que debo hacer eso como periodista independiente, porque las cosas que están bien hechas y en bien de mi patria colombiana, merecen el aplauso de cualquier colombiano pensante. Pues se trata de un diseño moderno y majestuoso que ensancha y fortalece la industria del turismo, no sólo en el oriente colombiano sino de todo el país, todavía más si tenemos en cuenta que el Panachi, es ya conocido mundialmente y eso lo sabe cualquiera.
Dentro de su ficha técnica, se informa, el nuevo parque tiene un área de 21.760 metros cuadrados y se encuentra ubicado a una altura de 1.650 metros sobre el nivel del mar. Y qué pasa con eso, dirán algunos lectores. Pues que a esa altura se da una temperatura que produce un clima al cual bien podría calificarse de primaveral, aunque en las horas del mediodía suba un poco el calor, pero así los visitantes pueden divertirse y bañarse en los espejos de agua artificiales para niños y adultos hasta bien avanzada la tarde. Cabe recordar que el Panachi en su fase inicial, se construyó durante la administración del coronel Aguilar, padre del hoy primer mandatario de Santander. Eso es progreso y bienestar para la gente y por más que uno no tenga una amistad cercana con los autores de estos bienvenidos hechos, tampoco puede aplicar la teoría del avestruz de meter la cabeza entre la arena por no darse cuenta de lo que pasa en el mundo.  Destaco este aspecto por varias razones y voy a decir algunas de ellas. Uno. Porque los santandereanos somos especialistas en cargarnos bronca mancomunadamente, y en hacerles males y meter chismes de los que son verracos para realizar actos positivos y tareas imposibles. Dos. Porque el santandereano no mira el bien de lo que está bien hecho sino quién lo hizo, para,  si no es de su camiseta política, proceder a destrozarlo.

Entre otras cosas, es un de acto de masoquismo invocar el lastre tuberculoso de la envidia pero esa es una ley social tal vez heredada desde nuestro ancestro cultural. Yo llevo más de diez años tratando de realizar en Crazy Port un encuentro nacional de escritores, como autor de cinco libros que soy, y a ver si le limpiamos un poco la imagen al pueblo de aquí allí sólo funciona la drogadicción, el alcohol y las percantas, pero no he podido lograrlo porque para “esos eventos baladíes” no hay plata, dicen los dioses del Olimpo. Y tienen razón porque esa sinvergüencería intelectual “no produce votos”, dicen los dioses del Olimpo. Y entonces en medio del insomnio se me viene al pensamiento que, lo de la inauguración del Acuaparque ¿No será más bien el lanzamiento de una cándida candidatura ya cocinada? Porque está comprobado científicamente que cuando el río suena, se ahogó un músico hermanito. Les aclaro de antemano que  yo no soy sapo ni envidioso porque para eso mi papá me dio estudio, sino lo que pasa es que, en medio de la nostalgia que me produce la soledad de los artistas se me da por croar.      

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