Trafugario
Escribe: José Óscar Fajardo
Eso es, ni más ni menos, lo
que le ocurre a la mayoría de políticos y a los empleados públicos en general,
que se “arrechan” porque los critican con mamadera de gallo, es decir, a través
del método letal del humor sulfúrico. Cosa pendeja, digo yo, porque un
político, o un funcionario, al igual que cualquier artista, un periodista, y
todos aquellos que conforman esa fauna que está expuesta a la crítica, tienen
que entender que son persona públicas, que se hacen protuberantes o famosas
socialmente, o por tener un elevado coeficiente intelectual y a la vez una
inteligencia superior, o porque definitivamente su cerebro y su sentido común
están reducidos al cero absoluto de las matemáticas. Una excompañera
sentimental mía, por ejemplo, tiene demandados a sus progenitores porque, no
solo la elaboraron fea en una nefanda noche de tormenta como deduzco yo, en que
tuvo que haberse aparecido La Llorona por ahí por lo lados de su casa, e
incluso haberse metido. Porque aparte del genio de pantera que administra,
tiene el bigotito melifluo de una pantera de carne y hueso. Y esto se me ocurre
contarlo, primero porque yo fui víctima de ese sainete con esa felina, segundo
porque algunos trabajos periodísticos míos han sido rechazados por sacarle
brillo a algunos padres de la patria por sus geniales cerebros y sus
einstenianas propuestas políticas y filosóficas, y tercero, porque me causó curiosidad el periodista Antonio
Morales, uno de los fundadores del noticiero Quac, junto con el desaparecido (a la brava) Jaime Garzón,
cuando afirma que, “los canales privados están cerrados a cualquier posibilidad
de humor político”. Vaya, vaya, vaya pero es cierto. Y el problema más verraco
todavía es que arrastran con casi todo el raiting a nivel nacional. Entonces
cómo diablos hace uno para “rascarle la jucha” a su propia mujer, claro que sin
que ella lo sepa porque le son
suspendidas las prestaciones (de servicios diurnos y nocturnos, es decir
desayuno, almuerzo y lo demás) hasta nueva orden. O que ella también se burle
de uno democráticamente por lo “bonito”.
O cómo hace uno para decirle al doctor X, al doctor Y, y al doctor Z que son lo
más “pichurria” que ha dado la creación, y que como si eso fuera “pescao”, que
le prendieron esa fatal enfermedad a sus hijos por simple herencia genética y
cultural. Y lo más circunstanfláutico de todo es que ya empiezan, así
menorcitos, a tener mucho poder. Y entonces así ¿Cuál proceso de paz? Pero lo
que sí no mencionan es que ellos se burlan de la gente, que incluso les puso
buena votación en las últimas elecciones, y tienen que hacer cola como
cualquier transeúnte en la oficina del zar para que al final de los siglos les
digan que todavía, por razones extraterrestres, no se están dando contratos.
Que espere otros 500 años. Claro que como ustedes pueden apreciar, no doy
nombres para que esta columna, o yo, no vayamos a parar, de pronto, al paraíso
de los desterrados. Porque no hay cosa más bacana, verbigracia en periodismo,
que a uno la hagan reír pensando como lo hacía Jaime Garzón a los cuatro
vientos. Yo soy de los que opina que no habrá un lustrabotas más intelectual y
conocedor de las realidades tristes de este país, que Heriberto de la Calle con
su sonrisa de mueco inocente. Si es que la crítica es lo más sano que hay, y si
es irreverente mucho mejor porque un piquete sin ají, no tiene fundamento. Pero
que sea un ají que pique más que un pantalón de paño.
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