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sábado, 3 de septiembre de 2016

De malas pulgas

                 Trafugario
                           Escribe: José Óscar Fajardo

Eso es, ni más ni menos, lo que le ocurre a la mayoría de políticos y a los empleados públicos en general, que se “arrechan” porque los critican con mamadera de gallo, es decir, a través del método letal del humor sulfúrico. Cosa pendeja, digo yo, porque un político, o un funcionario, al igual que cualquier artista, un periodista, y todos aquellos que conforman esa fauna que está expuesta a la crítica, tienen que entender que son persona públicas, que se hacen protuberantes o famosas socialmente, o por tener un elevado coeficiente intelectual y a la vez una inteligencia superior, o porque definitivamente su cerebro y su sentido común están reducidos al cero absoluto de las matemáticas. Una excompañera sentimental mía, por ejemplo, tiene demandados a sus progenitores porque, no solo la elaboraron fea en una nefanda noche de tormenta como deduzco yo, en que tuvo que haberse aparecido La Llorona por ahí por lo lados de su casa, e incluso haberse metido. Porque aparte del genio de pantera que administra, tiene el bigotito melifluo de una pantera de carne y hueso. Y esto se me ocurre contarlo, primero porque yo fui víctima de ese sainete con esa felina, segundo porque algunos trabajos periodísticos míos han sido rechazados por sacarle brillo a algunos padres de la patria por sus geniales cerebros y sus einstenianas propuestas políticas y filosóficas, y tercero, porque  me causó curiosidad el periodista Antonio Morales, uno de los fundadores del noticiero Quac, junto con  el desaparecido (a la brava) Jaime Garzón, cuando afirma que, “los canales privados están cerrados a cualquier posibilidad de humor político”. Vaya, vaya, vaya pero es cierto. Y el problema más verraco todavía es que arrastran con casi todo el raiting a nivel nacional. Entonces cómo diablos hace uno para “rascarle la jucha” a su propia mujer, claro que sin que ella lo sepa porque  le son suspendidas las prestaciones (de servicios diurnos y nocturnos, es decir desayuno, almuerzo y lo demás) hasta nueva orden. O que ella también se burle de uno democráticamente  por lo “bonito”. O cómo hace uno para decirle al doctor X, al doctor Y, y al doctor Z que son lo más “pichurria” que ha dado la creación, y que como si eso fuera “pescao”, que le prendieron esa fatal enfermedad a sus hijos por simple herencia genética y cultural. Y lo más circunstanfláutico de todo es que ya empiezan, así menorcitos, a tener mucho poder. Y entonces así ¿Cuál proceso de paz? Pero lo que sí no mencionan es que ellos se burlan de la gente, que incluso les puso buena votación en las últimas elecciones, y tienen que hacer cola como cualquier transeúnte en la oficina del zar para que al final de los siglos les digan que todavía, por razones extraterrestres, no se están dando contratos. Que espere otros 500 años. Claro que como ustedes pueden apreciar, no doy nombres para que esta columna, o yo, no vayamos a parar, de pronto, al paraíso de los desterrados. Porque no hay cosa más bacana, verbigracia en periodismo, que a uno la hagan reír pensando como lo hacía Jaime Garzón a los cuatro vientos. Yo soy de los que opina que no habrá un lustrabotas más intelectual y conocedor de las realidades tristes de este país, que Heriberto de la Calle con su sonrisa de mueco inocente. Si es que la crítica es lo más sano que hay, y si es irreverente mucho mejor porque un piquete sin ají, no tiene fundamento. Pero que sea un ají que pique más que un pantalón de paño.  

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