Por: Bernardo Socha Acosta
¿Será que no
hay una forma civilizada de hacer peticiones y proponer cambios en las
políticas gubernamentales? O será que en cambio de avanzar en la civilización
estamos retrocediendo a las peores formas de la relación de una sociedad.
Ver aguantar
hambre a los conglomerados sociales, en medio de un país que tiene toda la riqueza abundante en la
producción agropecuaria, y ver morir a centenares de personas porque unos
señores del Comité de paro impiden que
lleguen los medicamentos o que a un enfermo pueda ser llevado a recibir la
atención profesional, es la vil regresión, peor que en las épocas donde los
cavernícolas ejercían la autoridad para torturar a sus dominados.
Pero aun
peor. ¿Acabar con los bienes de familias que han sacrificado toda una vida para
construir un pequeño patrimonio, tiene justificación?
Colombia está
llegando a la peor época de la historia por cuenta de unos pocos. El llamado
paro que ya va para un mes, ya está llenando la paciencia del 90% de los
colombianos.
Tienen razón quienes afirman que a partir de este año no hay que creer en las bondades de los sindicatos ni en quienes los dirigen, porque, antes que ayudar a las colectividades a mejorar sus estándares de vida, impulsan pero al retroceso y a fomentar el hambre, miseria y la muerte.
Y esta suerte de nuestro país, no puede estar en manos de particulares, es obligación del gobierno ejercer su autoridad.
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