sábado, 26 de junio de 2021

¿Habrá Verdad para las víctimas y los colombianos?

Mario González Vargas
La Comisión de la Verdad, a pocos meses de entregar su informe final, convocó a las víctimas y sus victimarios, seguramente con el propósito de incentivar la obtención de perdón y escuchar la manifestación del propósito de enmienda de los señores de la guerra. Nada de eso ocurrió. Los capos de la antigua FARC no entendieron que el escenario era de profundo dolor que exigía sincera contrición, y lo rebajaron a un ejercicio de cinismo que no les permitió alcanzar la altura moral de sus víctimas, demostrando una vez más que la humanidad constituye para ellos un peldaño al que no han sido capaces de acceder. Ni siquiera la profunda expresión de padecimiento de sus víctimas pudo conmover la frialdad e insensibilidad de sus secuestradores. Ni un asomo de arrepentimiento afloró en sus intervenciones, ni mucho menos palabras que fueran bálsamo para quienes padecieron las atrocidades que les propinaron. Las palabras de Timochenko no pudieron disipar la naturaleza prepotente de quienes se saben libres de penas y castigos y usufructuarios de bienes mal habidos y de curules injustificadas que les dispensó el supuesto “mejor acuerdo posible”. La compasión y el arrepentimiento les son ajenos, y sin ellos no hay expiación posible.

¿Cuál es la verdad que pueden aportar sujetos de esa triste condición moral, si su interés se ha centrado en la satisfacción de todas las gabelas concedidas en el acuerdo de paz, como lo dejó explicito uno de sus intervinientes que no tuvo reparo en ese escenario de padecimiento en criticar al gobierno por supuestos incumplimientos? Hasta el día de hoy nada han dicho sobre la suerte de los menores reclutados, de los secuestrados desaparecidos, ni aclarado la cuantía y disposición de las fortunas acumuladas en el narcotráfico, ni revelado las rutas y socios en la comisión de esos delitos, ni esclarecido a quienes se refería Santrich cuando nombraba a la “familia” como beneficiarios de sus actividades de narcotráfico después de la desmovilización. No han reparado a sus víctimas de las cuales esperan perdón sin mediar contrición por sus fechorías. Y menos contribuirán a que justicia sea rendida, porque ya obtuvieron amnistías y ahora apuntan al olvido de sus crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad.

Todos los episodios vividos hasta hoy pretenden notificarnos, con insolente prepotencia, de su visceral y continuos incumplimientos a todas las obligaciones y deberes que ellos mismos se impusieron en el acuerdo de paz. No alcanzan a percatarse que su auto exclusión de la búsqueda de soluciones a la situación que vivimos los inhabilita y condena a condición de parias en una sociedad que busca afanosamente desbrozar los senderos de su futuro con el fortalecimiento de su democracia, construyendo escenarios de equidad, fraternidad y solidaridad que fortalezcan sus instituciones y dignifiquen la vida de todos los colombianos.

La Comisión de la Verdad enfrenta el reto de proponer una formulación que se sobreponga a los mandatos ideológicos de sus miembros y contribuya a la reconciliación, elemento imprescindible de nuestro futuro. ¿Será eso posible?

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