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sábado, 7 de agosto de 2021

La mejor receta para la catástrofe

Mario González Vargas
En el mundo globalizado no resulta posible ni prudente desentenderse de los acontecimientos que alteran los equilibrios en otros continentes porque indefectiblemente afectan las relaciones y los equilibrios en el hemisferio americano. En los últimos años, los Estados Unidos han iniciado un proceso de repliegue en el Medio Oriente que se ha traducido en el retiro definitivo de Afganistán y en el ascenso del poder iraní en la región. En Afganistán, se vive ya una situación de pre guerra civil que, de desatarse, concluirá en la victoria de los Talibanes, con las impredecibles consecuencias sobre la seguridad de los estados vecinos. Irán, al amparo de la condescendencia de la Unión Europea y de los EEUU, ambiciona extender su modelo y su influencia a todos los países de la región para imponer sus normas islámicas y romper la influencia occidental. Consagra sus esfuerzos a la consecución de su hegemonía y a la conquista de dos objetivos indisolubles: su poder regional, del Mar Caspio al Mediterráneo, y la obtención de la bomba atómica. Lo ha venido logrando, fortaleciendo la causa ´palestina, controlando el Líbano, Siria e Irak, y extendiendo su influencia hasta el Yemen con las milicias Houthuis, a quienes, inexplicablemente, los EEUU les retiraron su carácter de terrorista.

Con el Acuerdo de Viena de 2015 firmado con las potencias europeas y los EEUU, Irán se halla a punto de obtener la bomba atómica, haciendo caso omiso de la vigilancia establecida en el Acuerdo, y cuyas negociaciones hoy reanudadas no vencerán la obstinación de los ayatolás de proseguir con sus esfuerzos de dominio y de extinción del Estado de Israel. El Oriente Medio es hoy una región en disputa en la que ingresaron Rusia, China y Turquía, potenciando las amenazas a la paz regional. Circunstancias parecidas afectan hoy al continente americano con la presencia de Rusia, China, Turquía, la Organización terrorista de Hezbollah en Venezuela, cuyo gobierno ampara organizaciones terroristas como el ELN, las varias disidencias de las Farc, negocia con carteles del narcotráfico y pretende servir de plataforma para la desestabilización de los regímenes democráticos. La celebración de elecciones parlamentarias y presidenciales en este año y en el próximo en el hemisferio, al amparo del presunto desinterés de los EEUU, ha desencadenado y fortalecido injerencias extracontinentales que amenazan la democracia y la paz hemisféricas, principios tutelares del sistema interamericano. La Carta Democrática y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca parecen letra olvidada ante el activismo político del progresismo continental e internacional y la presencia de asesores militares y de inteligencia en suelo venezolano. Palidecen los esfuerzos como el adelantado por el Grupo de Lima que aparece condenado a su disolución y aumentan las voces de los apaciguadores de siempre, que creen que las dictaduras se detienen con diálogos infructuosos en vez de acciones solidarias contempladas en la propia Carta de la OEA. Los regímenes totalitarios apoyados por potencias orbitales constituyen la mejor receta para la catástrofe que supone la pérdida de la democracia y la paz en las Américas.

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