“La mentira gana partidas, pero la verdad gana el juego”: Sócrates
Por: Bernardo Socha Acosta
Es aparentemente normal encontrar en el mundo de la literatura virtual y tradicional (físico), centenares de escritos o columnas de opinión acerca de lo que hace o no hacen las administraciones gubernamentales de elección popular.
Eso es plausible y eso ayuda a construir y reflexionar. Pero lo que no es sensato ni constructivo, es convertir un tema en catedra de re-expresión que se vuelve harto leer y mucho más cuando lo que se intenta es destruir y de causar zozobra y miedo en el ambiente social económico y político.
Eso está ocurriendo con algunos columnistas que tratan de minimizar la importancia que tienen temas como, la urgente necesidad de alcanzar el don más preciado como sería la paz, tan anhelada desde tantos años atrás en Colombia.
Y se observa que no se había visto tanta tendencia crítica destructiva y violenta en el pasado, no precisamente porque los gobiernos hayan sido la lumbrera de la lámpara mágica con resultados de cambios en los que el país haya llegado al autoabastecimiento hasta ubicarse en los mejores peldaños del mundo desarrollado. Ojalá haya sido así. Pero no. Lo único que en los últimos 60 años hemos visto, es el crecimiento desbordado del cáncer de la corrupción que devora lo que los pobres pagamos como impuestos. Y como si esto fuera poco, la violencia, el hambre, la desigualdad, la concentración de la riqueza y los abusos de poder se han convertido en el trago amargo de cada colombiano.
Pero con sorpresa hoy han abundado esos críticos que antes se callaban y parecía cohonestar con hechos no muy claros. Parece entonces que esos férreos críticos de hoy han estado siendo observadores pasivos cómplices de la desgracia de un país, que cuando intenta salir a flote de las turbulentas aguas que ha dejado el pasado oscuro de la política, quieran que todo siga como era antes, donde solo los privilegiados tengan los beneficios del estado. Pero como buena parte de esos aguerridos críticos son apéndices de unas aparentes mayorías del poder, pues se solidarizan con el herido RESENTIMIERNTO de castas que comienza a decaer.
Ah… pero muchos dirán, para eso es la democracia y la libertad de expresión de los colombianos. Hasta ahí es correcto y no tiene discusión, pero debemos recordar que todo tiene su límite. Todos tenemos esos derechos. Lo que no tenemos derecho es a pretender a través del insulto y el vituperio, despertar ánimos violentos, revivir odios y pretender abrogarse la única verdad, frente a las generaciones que se están formando en el arte de la política y bien pueden pensar que eso es lo normal de una sociedad.
También podría decirse que esa reiterada clase de cátedra que intentan configurar como normal esos pensadores, no tiene futuro en las nuevas generaciones que quieren experimentar cambio hasta en la forma de expresión de quienes deben hacer las veces de orientadores de vida futura.
Pero, bien puede afirmarse que esas posiciones y opiniones se pretenden imponer, por saber, de quiénes provienen. Quienes opinan solo alrededor de unos pocos temas, del mismo momento, son quienes quieren de alguna manera, justificar con gratitud beneficios del pasado, como por ejemplo, las grandes pensiones que muchos de los férreos críticos devengan.
No podemos entender que, a estas alturas de la civilización y los avances del mundo, quede impregnado en algunas pocas personas el resentimiento de una confrontación de la vida política y que no sean capaces de superarlo. Pero aún más, esas mismas personas prevalidas de las altas posiciones y muchas en corporaciones públicas, pretendan aun someter a los colombianos a vivir privados de bienes y servicios, como ocurre con las reformas que se quieren hacer en muchos campos de la vida nacional. Tienen razón quienes afirman que hay pueblo que le rinde honores a sus VERDUGOS. Y también es el momento de aplicar el pensamiento de Sócrates: “La mentira gana partidas, pero la verdad gana el juego”. bersoa@hotmail.com
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