Las elecciones presidenciales en Argentina reflejaron el deterioro del progresismo en las Américas y abrieron espacio para un nuevo proceso de reingeniería y fortalecimiento de los regímenes democráticos en el hemisferio. No podía escapar el progresismo a la merecida sanción popular de haber logrado lo impensado: la asombrosa e irrepetible hazaña de retrotraer un país del primer al tercer mundo de la mano del populismo peronista y de la versión progresista del “kischnerismo”. Culmina así un proceso de desencanto popular con una visión que se quiso redentora, pero que naufragó por razón de la utopía de la “deconstrucción creativa” con la que buscó asentarse indefinidamente en el poder a costa de las libertades ciudadanas.
Las manifestaciones de felicitación, con naturales diferencias en sus acentos de quienes anhelaban la victoria de Javier Milei y de los que expresaron su apoyo al candidato progresista, corresponden a una usanza diplomática comúnmente aceptada de la que se apartaron la segunda vicepresidenta del gobierno español, Yolanda Díaz, Petro y Maduro, todavía anclados en la defensa de la fallida utopía que se ha tornado en amenaza a las más elementales libertades ciudadanas. Petro debe aprender que sus irritadas reacciones dejan huella que difícilmente se borran con posteriores y obligadas enmiendas, que se prestan además para burlas que afectan la dignidad que debe distinguir al presidente de Colombia.
Todo ello no debe afectar la necesaria atención al cambio de alianzas que adelanta Petro en el escenario internacional y que se evidenciaron nuevamente en su visita a Nicolás Maduro en gesto que ratifica su mutua cercanía. Esa actitud no deja de tener alcances de solidaridad con el sátrapa venezolano que busca realizar las elecciones presidenciales que se avecinan sin plenas garantías para la oposición y su candidata a la presidencia.
Simultáneamente, un nuevo escenario de tensión geopolítica empieza a gestarse en el hemisferio por cuenta del gobierno venezolano que procura explicar sus movimientos militares en la frontera con Guyana con la absurda acusación al presidente de ese pequeño y pacífico país de “tocar tambores de guerra que amenazan la paz de la América latina y el Caribe”. La existencia de importantes yacimientos petroleros en el Esequibo induce al sátrapa a propugnar por la reconquista de esos territorios que considera como venezolanos, a pesar de haber perdido sus reclamaciones ante la Corte Internacional de Justicia. Para tal efecto, el gobierno de Maduro, con la finalidad de escalar el conflicto, ha convocado un referendo consultivo este 3 de diciembre sobre la incorporación de ese territorio a Venezuela, y ha multiplicado los ejercicios militares en la frontera con Guyana. ¿Ha sido este un tema en las conversaciones con Gustavo Petro, ahora que se habla de acuerdos entre Ecopetrol y Pdvsa? La escalada de tensiones podría comprometer a potencias extra continentales que ya tienen presencia en Venezuela, como Rusia, China e Irán, y sumar potenciales aliados. Petro parece uno de ellos, buscando alinear a Colombia en detrimento de sus intereses estratégicos, siempre ligados a la soberanía nacional y a la paz y seguridad hemisféricas. Esta debe ser la más perspicaz preocupación de los colombianos.
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