HORACIO SERPA
Hoy es el 10 D, el día en que todo el mundo celebra el 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En Colombia, la verdad, no es mucho lo que hay que celebrar, porque la guerra sucia se libra con encono en campos y ciudades y las prácticas proscritas por el Derecho Internacional Humanitario están a la orden del día.
Es larga la lista de violaciones a los derechos humanos. Tal vez no ha pasado un solo momento, desde que el país suscribió esos acuerdos internacionales, en que no se haya cometido un acto contra la humanidad. Guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes y agentes del Estado se han casado con el viejo adagio de que "el enemigo de mi enemigo es mi amigo", y han dejado una larga de lista de muertos, heridos, violentados que en las últimas décadas llegan a cientos de miles de personas.
Los peores métodos de aniquilamiento de la población civil se han ensayado en nuestra geografía por genocidas camuflados de guerrilleros o paramilitares, y reciben órdenes de políticos corruptos de regiones dominadas por el miedo. Los horrores de los países africanos se viven en Colombia, solo que aquí posamos de democracias estables y nos enfurece que nos señalen como una republiqueta bananera.
El ascenso militar y político de los paramilitares se logró sobre la base del terror y la alianza con sectores "decentes" de las regiones: políticos, ganaderos, comerciantes y algunos medios de comunicación. El poder paramilitar no nació de la noche a la mañana. Fue una estrategia para corromper a todo el mundo y tomarse el poder local y regional e infiltrar las ramas del Estado, incluso el poder judicial, y el DAS.
Un país con un Congreso deslegitimado por sus alianzas con el paramilitarismo y una Corte Suprema de Justicia que ha defendido la institucionalidad y la Carta Política, son el reflejo de una crisis humanitaria que parece infinita, en la que las víctimas reclaman justicia, verdad y reparación.
Si para algo debe servir este día es para pensar en las víctimas. En las madres de los jóvenes asesinados en los llamados falsos positivos, para mostrar resultados en la lucha contrainsurgente.
Precisamente hoy en Ginebra, Suiza, en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, las ONG denunciarán a Colombia, una vez más, por las graves, masivas y sistemáticas violaciones a los derechos humanos. Colombia, como de costumbre, atacará a las ONG y tratará de mostrar avances en ese campo. Pero siguen las desapariciones, las masacres, las torturas, la muerte de sindicalistas, la desatención a casi cuatro millones de desplazados, la impunidad a crímenes de lesa humanidad, mientras la CPI espera para actuar.
No hay mucho que celebrar. Solo queda prender una veladora para pedir que Dios ilumine a las víctimas y familiares de esta tragedia humanitaria, para que cese la horrible noche. Esta noche de dolor llamada guerra y apellidada impunidad. Volver a Inicio >
Hoy es el 10 D, el día en que todo el mundo celebra el 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En Colombia, la verdad, no es mucho lo que hay que celebrar, porque la guerra sucia se libra con encono en campos y ciudades y las prácticas proscritas por el Derecho Internacional Humanitario están a la orden del día.
Es larga la lista de violaciones a los derechos humanos. Tal vez no ha pasado un solo momento, desde que el país suscribió esos acuerdos internacionales, en que no se haya cometido un acto contra la humanidad. Guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes y agentes del Estado se han casado con el viejo adagio de que "el enemigo de mi enemigo es mi amigo", y han dejado una larga de lista de muertos, heridos, violentados que en las últimas décadas llegan a cientos de miles de personas.
Los peores métodos de aniquilamiento de la población civil se han ensayado en nuestra geografía por genocidas camuflados de guerrilleros o paramilitares, y reciben órdenes de políticos corruptos de regiones dominadas por el miedo. Los horrores de los países africanos se viven en Colombia, solo que aquí posamos de democracias estables y nos enfurece que nos señalen como una republiqueta bananera.
El ascenso militar y político de los paramilitares se logró sobre la base del terror y la alianza con sectores "decentes" de las regiones: políticos, ganaderos, comerciantes y algunos medios de comunicación. El poder paramilitar no nació de la noche a la mañana. Fue una estrategia para corromper a todo el mundo y tomarse el poder local y regional e infiltrar las ramas del Estado, incluso el poder judicial, y el DAS.
Un país con un Congreso deslegitimado por sus alianzas con el paramilitarismo y una Corte Suprema de Justicia que ha defendido la institucionalidad y la Carta Política, son el reflejo de una crisis humanitaria que parece infinita, en la que las víctimas reclaman justicia, verdad y reparación.
Si para algo debe servir este día es para pensar en las víctimas. En las madres de los jóvenes asesinados en los llamados falsos positivos, para mostrar resultados en la lucha contrainsurgente.
Precisamente hoy en Ginebra, Suiza, en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, las ONG denunciarán a Colombia, una vez más, por las graves, masivas y sistemáticas violaciones a los derechos humanos. Colombia, como de costumbre, atacará a las ONG y tratará de mostrar avances en ese campo. Pero siguen las desapariciones, las masacres, las torturas, la muerte de sindicalistas, la desatención a casi cuatro millones de desplazados, la impunidad a crímenes de lesa humanidad, mientras la CPI espera para actuar.
No hay mucho que celebrar. Solo queda prender una veladora para pedir que Dios ilumine a las víctimas y familiares de esta tragedia humanitaria, para que cese la horrible noche. Esta noche de dolor llamada guerra y apellidada impunidad. Volver a Inicio >