Trafugarrio
Por: José
Oscar Fajardo
Otra cosa muy
diferente es la crítica “mala leche” que parte por lo general de rumores falsos
o de componendas de opositores o de enemigos. Ahí ya la cosa cambia sustancialmente
porque en ese caso, tal crítica se puede considerar una agresión personal
conocida como injuria o calumnia. Repito, eso ya es diferente, y el agredido o
la víctima de un chismoso profesional, está en toda la libertad de proceder
hasta donde se lo permita la ley, y hasta donde le lleguen los pantalones
porque “a nadie le gusta que lo jodan”. La sana crítica, fundamentada, es muy
necesaria para corregir errores o combatir la mediocridad, e incluso los
defectos de personalidad. Yo he conocido mandatarios municipales que se roban
una vaca por teléfono, y no obstante se “arrechan” con pistola en mano porque
se les hace un comentario o una caricatura periodística. Porque en Colombia un
pobre hombre toma un metro de tierra del Estado para meter sus diez hijos y dicen
que es delincuente. Pero un político de cuello blanco se roba una finca de
cinco mil hectáreas, y los jueces dicen
que es “delincora”.
Esto lo
aclaro porque ahora que viene la danza política y las elecciones de mitaca, es
cuando los periodistas que ejercemos opinión debemos estar lanza en ristre. Es
un deber ciudadano criticar positiva o negativamente a los políticos, a ver si
de pronto logramos que, a base de trasformaciones sociales y culturales,
Colombia no sea tanto “un país de cafres” y se logre “reducir la corrupción a sus justas
proporciones”. Suena cantinflesca la propuesta pero es una manera muy
conveniente y además eso hace parte del oficio de los periodistas. De lo
contrario, la política seguirá siendo uno de los negocios más rentables y
poderosos del orbe, máxime si se tiene en cuenta que en el mundo no mandan los intelectuales, los
científicos o los periodistas, sino los políticos así estén dotados con
coeficiente intelectual de dudosa calificación. En el mundo capitalista mandan los políticos con el
dinero de ellos mismos y el de los ricos. Por las mismas razones los políticos
deben, o debieran ser, individuos altamente preparados profesional e
intelectualmente. De otra manera, seguiremos inexorablemente hacia el
desvolcanadero.