Trafugario
No
recuerdo en qué año exactamente y cuando el poeta Pablo escobar y el filósofo
Rodríguez Gacha mandaban a punta de bombas en Colombia, apareció un libro
escrito al alimón como entre diez autores y que tenía, o tiene, este precioso
título: “En qué momento se jodió Colombia”.
Y era que diez individuos de alta prestancia nacional, entre ellos Maza
Márquez, decían, de acuerdo a su propio pensamiento y a su propia filosofía, en
qué momento se jodió el país. Lógicamente que los principales causales de tal
desgracia nacional eran las de siempre: la putrefacción parlamentaria y el
narcotráfico. Pero como eso ya es leña quemada, pues no recordemos aquellos
sucesos que siempre humillarán a cualquier colombiano. No obstante, lo que me
parece horroroso es que el Congreso Nacional en un acto de profunda
irresponsabilidad y desprecio por los colombianos, le hayan echado tierra al
proyecto de ley que buscaba penalizar totalmente a los homicidas borrachos con
sus vehículos. Que vaina hombre. De veintitrés artículos con que pretendían
meter entre las fauces de la ley a los delincuentes con carro, sólo se salvó
uno que es exactamente de los menos correctivos. Yo me hago una pregunta
pendeja en vista de que no hay otras evidencias. ¿Será que hay mucho borrachín en el congreso
colombiano, y en efecto defienden sus intereses? ¿Será que Sab Miller y todas
las licoreras departamentales y todos los importadores de bebidas alcohólicas y
todos los contrabandistas de las mismas les “rogaron” a los congresistas con
lágrimas en los ojos y con la rodilla al piso, y otras cosas dolosas, para que
no les fueran a joder las ventas de aquí para allá incluido este diciembre? Yo
no estoy enjuiciando a nadie; pero dios me libre si fue así. No. Eso no puede
ser.
Lo
verraco es que en Colombia, como es un país “hiperleguleyo” por herencia y
convicción puesto que fue pre-creado, creado, diseñado y dirigido por abogados,
pues entonces todos los días se
sancochan leyes que a la postre todo el mundo viola o que a la final no sirven
para un carajo. Por decir algo, hoy sale una ley y mañana ya está remedada,
tergiversada, trastocada, violada o arrumada. Si es que el que, “jarto como una
yegua”, le zampa el carro por encima a un niño o a un adulto, es tan matón como
el que saca una pistola y dispara y a eso no hay que ponerle apodos. Es
homicidio doloso y listos. Porque si es que el trago sirve de disculpa,
entonces el borrachín se convierte en el agente 007 con licencia para matar. Cómo
sí en Estados Unidos y en la Unión Europea
es tan grave manejar auto en estado de embriaguez. ¿O es que nosotros todavía somos antropoides?
Inequívocamente
lo que sí es cierto es que con todos estos desprecios hacia los seres humanos
que circulan por las calles y carreteras del país, que es exactamente donde son
asesinados, diezmados físicamente, heridos de muerte y finalmente reducidos a
la más mínima expresión por los conductores borrachos, lo que están haciendo
los legisladores colombianos es abocar a la gente a que aplique y ponga en
práctica el código de Hammurabi o la ley del Talión, en vista de que las leyes
de la República no existen y si existen no funcionan. Se trata de ese tenebroso principio filosófico algo
cavernario y troglodita que reza fríamente así: “Ojo por ojo, diente por
diente”, y que funcionó por muchos años, sobre todo en la época de la violencia,
en casi todo el país, y que parece que aún subsiste en muchas regiones de éste.