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sábado, 7 de diciembre de 2013

En qué momento

                                                         Trafugario
Por: José Óscar Fajardo                                                    
No recuerdo en qué año exactamente y cuando el poeta Pablo escobar y el filósofo Rodríguez Gacha mandaban a punta de bombas en Colombia, apareció un libro escrito al alimón como entre diez autores y que tenía, o tiene, este precioso título: “En qué momento se jodió Colombia”.  Y era que diez individuos de alta prestancia nacional, entre ellos Maza Márquez, decían, de acuerdo a su propio pensamiento y a su propia filosofía, en qué momento se jodió el país. Lógicamente que los principales causales de tal desgracia nacional eran las de siempre: la putrefacción parlamentaria y el narcotráfico. Pero como eso ya es leña quemada, pues no recordemos aquellos sucesos que siempre humillarán a cualquier colombiano. No obstante, lo que me parece horroroso es que el Congreso Nacional en un acto de profunda irresponsabilidad y desprecio por los colombianos, le hayan echado tierra al proyecto de ley que buscaba penalizar totalmente a los homicidas borrachos con sus vehículos. Que vaina hombre. De veintitrés artículos con que pretendían meter entre las fauces de la ley a los delincuentes con carro, sólo se salvó uno que es exactamente de los menos correctivos. Yo me hago una pregunta pendeja en vista de que no hay otras evidencias.  ¿Será que hay mucho borrachín en el congreso colombiano, y en efecto defienden sus intereses? ¿Será que Sab Miller y todas las licoreras departamentales y todos los importadores de bebidas alcohólicas y todos los contrabandistas de las mismas les “rogaron” a los congresistas con lágrimas en los ojos y con la rodilla al piso, y otras cosas dolosas, para que no les fueran a joder las ventas de aquí para allá incluido este diciembre? Yo no estoy enjuiciando a nadie; pero dios me libre si fue así. No. Eso no puede ser.
Lo verraco es que en Colombia, como es un país “hiperleguleyo” por herencia y convicción puesto que fue pre-creado, creado, diseñado y dirigido por abogados,  pues entonces todos los días se sancochan leyes que a la postre todo el mundo viola o que a la final no sirven para un carajo. Por decir algo, hoy sale una ley y mañana ya está remedada, tergiversada, trastocada, violada o arrumada. Si es que el que, “jarto como una yegua”, le zampa el carro por encima a un niño o a un adulto, es tan matón como el que saca una pistola y dispara y a eso no hay que ponerle apodos. Es homicidio doloso y listos. Porque si es que el trago sirve de disculpa, entonces el borrachín se convierte en el agente 007 con licencia para matar. Cómo sí en Estados Unidos y en la Unión Europea  es tan grave manejar auto en estado de embriaguez.  ¿O es que nosotros todavía somos antropoides? 
Inequívocamente lo que sí es cierto es que con todos estos desprecios hacia los seres humanos que circulan por las calles y carreteras del país, que es exactamente donde son asesinados, diezmados físicamente, heridos de muerte y finalmente reducidos a la más mínima expresión por los conductores borrachos, lo que están haciendo los legisladores colombianos es abocar a la gente a que aplique y ponga en práctica el código de Hammurabi o la ley del Talión, en vista de que las leyes de la República no existen y si existen no funcionan. Se trata de  ese tenebroso principio filosófico algo cavernario y troglodita que reza fríamente así: “Ojo por ojo, diente por diente”, y que funcionó por muchos años, sobre todo en la época de la violencia, en casi todo el país, y que parece que aún subsiste en muchas regiones de éste.   

jueves, 5 de julio de 2012

Momento de gloria y de esperanzas

¿NUEVA CONSTITUCION CON REELECCION INDEFINIDA?
Horacio Serpa (Columna semanal NuevoSiglo)
Hoy hace 21 años promulgamos una nueva Constitución Política, al término de las deliberaciones de la Asamblea Nacional Constituyente. Fue un momento de gloria y de muchas esperanzas para el País. Nunca antes funcionó una Corporación de esa naturaleza elegida popularmente, ni nunca fue posible consolidar un constitucionalismo tan democrático, tan de la gente, apoyado en la soberanía popular y sentidamente comprometido con la noción de Estado Social de Derecho.
Más de cuatro lustros no han alcanzado para poner en vigencia todas sus cláusulas. Al contrario. En el Congreso de la República, muchas veces bajo la inspiración de los gobiernos de turno, se la ha reformado sin necesidad y sin misericordia. No obstante, se mantiene su filosofía, gracias a la cual el País ha podido soportar estos 21 años de sobresaltos. Muchos critican a la Constitución de 1991; pocos se han puesto a pensar lo que hubiera sido de la democracia y de la vida y suerte de muchos, si se hubiera seguido gobernando al son de las normas contenidas en la Constitución de 1886.
Imagínense: Estado de Sitio permanente; Consejos Verbales de Guerra para los civiles; detenciones administrativas; Gobernadores y Alcaldes nombrados por el gobierno nacional; Cooptación en Corte y Consejo de Estado; Inmunidad Parlamentaria; Banco de la República dependiente de la Presidencia; sin Planeación; sin Tutela; sin Justicia independiente; sin Acciones Populares; sin Corte Constitucional; sin Fiscalía; sin Defensor del Pueblo; sin regulaciones para los servicios públicos; con una Procuraduría subalterna del gobierno; sin libertad religiosa; sin definiciones sobre igualdad étnica y de género; con censura de prensa; con solo dos Partidos políticos, en fin, algo realmente distinto a lo de ahora.
Pues esta democracia, los derechos ciudadanos, la justicia independiente, no les gustan a algunos que han comenzado a promover otra Constituyente para que expida una nueva Constitución. Añoran el conservadurismo de Caro y la volteada de Nuñez. Quieren un régimen autoritario con facultades extraordinarias al Ejecutivo para poder mandar sin talanqueras, instituir un sistema rígidamente policivo, tal vez instaurar la pena de muerte, controlar las noticias, declarar la guerra a los vecinos que no comulguen con sus ideas; privilegiar una sola opción partidista y colocar a los Jueces a sus omnipotentes órdenes. Ah…., también instituir la reelección presidencial indefinida.
Este clamor coincide con la creación de una organización contra el terrorismo, como si en el País no hubiere autoridad y fuera cierto que se le ha dado vía libre a la delincuencia en sus distintas modalidades. ¿Acabar el terrorismo con terrorismo? Esta y la anterior son acciones de alto contenido político partidista, con dimensión electoral, absolutamente sincronizadas.
Lo que debemos hacer los colombianos es apoyar la Constitución y conformar un gran Frente de Defensa de la Democracia, para que se respete la vida, se reconozcan los derechos ciudadanos, no vuelvan ni las chuzadas ni los falsos positivos, funcione la libertad de prensa y seamos respetados a nivel internacional. Como están las cosas, no es mucho pedir.
Bogotà D.C., 3 de Julio del 2012


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