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domingo, 6 de abril de 2014

Trafugario

Por: José Óscar  Fajardo
                                               Mucho brutos 
Aclaro que este titular es de carácter mamagallístico. Pero pueda que de algo sirva, sobre todo si es leído por algún padre de la patria o alguien más que tenga qué ver con esta desgracia nacional. Que los colombianos seamos por el momento los más felices del mundo de acuerdo a las estadísticas, no tiene discusión. Pero que nuestros muchachos bachilleres sean los menos favorecidos académica e intelectualmente, tampoco tiene discusión. Pues también eso dicen las estadísticas. Por lo menos eso dijo el módulo de la prueba Pisa sobre solución de situaciones cotidianas, que deja a nuestros muchachos de últimos entre 44 países. Vea pues. La conclusión se obtiene del desempeño mostrado por 85.000 jóvenes que participaron en la competencia sobre resolución creativa de problemas de la vida cotidiana, en el marco de las pruebas del Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes, PISA. Confiesan las cifras de los resultados que en dichas pruebas, Colombia, con 9073 estudiantes de 15 años, ocupó el último lugar con 399 puntos. El primero del mundo fue Singapur con 562 puntos y el primer latinoamericano, Chile, con 448 puntos. De todo ello se dedujo que el problema de los colombianos está en la baja capacidad de abstraer mentalmente, de imaginar, de actuar a través de racionamientos lógicos con el fin de obtener respuestas lógicas a los problemas de la vida cotidiana.
En términos más claros, debo decirles que el problema nace en el pésimo sistema de la educación en el país, aunado éste a N problemas aledaños que, como en las novelas río, cada afluente pequeño o cada chorrito de agua o quebrada, van aumentando el caudal inicial hasta convertirse en un caudaloso torrente de magnitudes fantásticas como el río Amazonas o como el Nilo. Primero que todo se debe tener en cuenta que al pobre país no le alcanza el presupuesto para mejorar la educación porque si no, con qué se sostiene la guerra que es mucho más rentable a corto y a largo plazo. Aclaro: mientras un profesor o maestro no gane una remuneración justa y adecuada, no se le va a poder exigir calidad en su preparación y en efecto en la enseñanza. Se ha deducido por ejemplo, que el estudiante presenta muy bajo rendimiento en las áreas de ciencias, matemáticas y lectura. Y qué pasa con eso. Que un muchacho que no sepa distinguir entre un modelo matemático o una ley física, de unas ferias y fiestas, aguardiente y marihuana a la lata, jamás va a entender la dialéctica de la vida y la solución lógica de los problemas cotidianos, a partir de la aplicación de los conocimientos adquiridos en sus respectivos estudios.
De la misma manera, un muchacho que no entiende lo que está leyendo, mucho menos va a poder comprender o a hacer el planteamiento de un problema y muchísimo menos a plantear soluciones. Y quiéranlo o no, esta es una forma de analfabetismo, según la manera como lo quieran interpretar. La comprensión de lectura, ojo padres de familia y maestros,  es quizá el más agudo problema del estudiante colombiano, incluso a niveles universitarios. Pero resulta que al estudiante no le gusta leer; en cambio a sus profesores de colegio o de universidad, sí que menos. De los padres de familia ni hablar, y aquí hay bastante tela para cortar. Pues hay hogares en los que no se ve un libro a varios kilómetros a la redonda, y los padres son los primeros maestros de los niños.  Y como para ponerse a llorar, la pobreza en que vive la mayoría de los niños colombianos, la irresponsabilidad total del Estado y la mediocridad y obsolescencia de la educación, se refleja en el pésimo rendimiento académico de los muchachos.   

sábado, 21 de septiembre de 2013

Mucho ruido en Barbosa

                                                      TRAFUGARIO
Por. JOSE OSCAR FAJARDO                                     
Al alcalde anterior del Manicomio más grande del mundo, me refiero al municipio de Barbosa, Santander, la tierra que me vio nacer dado que soy legítimo barboseño y por lo tanto tengo derecho a comentar, siempre le reclamé por qué en este municipio se hacía más ruido que en cualquiera otro del Departamento. Y le di pruebas fehacientes de que, relativamente, era verídico, e incluso que en horas de la noche y hasta el amanecer, en ciertos sectores de la ciudad, el problema era aún más verraco. En una de tantas ocasiones que de manera muy respetuosa y amigable le hice alusión al caso, vean la perla que me contestó: “Mire, periodista. Lo que pasa es que Barbosa es una ciudad muy alegre y moderna y está llena  de jóvenes y los jóvenes son ruidosos”. Con esa dialéctica barata me contestó el aludido exmandatario. Yo, al ver que era en serio que me lo decía y que no era mamando gallo, por poco me despellejo de la incredulidad. Le expliqué que uno de los derechos más importantes del ser humano era el derecho a la Paz y que el silencio, o el no ruido, era uno de los poderosos pilares de la Paz. Por ejemplo el derecho a dormir en paz, y esa paz no es otra cosa que el silencio, le recalqué. Pero eso era como hablarle a un loro de física nuclear.  Lo que más me causaba desazón y aún me la causa, es que al silencio se le rinde culto en las naciones más civilizadas, por no decir que en los países de más alto nivel y calidad de vida. El respeto al silencio no solo es una refinada cultura sino un especial  modo de vida.   
Hoy en El manicomio más grande del mundo la cosa sigue igual, o de pronto se ha agravado por la llegada, quien va a creerlo, de tanto muchacho estudiante y de tanto transeúnte. Porque en eso sí estoy de acuerdo y es que los muchachos son demasiados ruidosos. Pero eso no hace que el ruido sea culto o una excelsa  muestra de progreso. Es al revés. Casi todos los días de la semana hay mínimo un vehículo con ruido  circulando por las calles de la ciudad. La publicidad se hace a todo el volumen que den los equipos de sonido y peor aún, sin tener en cuenta que ese tipo de “publicidad”, en vez de sumar adeptos los ahuyenta. De la misma manera casi todas las noches hay mínimo un carro de ruido con música a altísimo volumen, y en muchas ocasiones en horas del amanecer.  En otras se instalan frente a residencias familiares y allí dan rienda suelta a sus instintos primarios mediante los cuales fluye el complejo reptiliano, es decir el instinto más primitivo de los seres humanos. De golpe el más salvaje. Todos los sectores de la ciudad son vilipendiados de esta manera, pero en especial algunos sitios de la carrera novena como en la denominada zona rosa, y sobre todo en las escalas a la entrada del callejón de las señoritas García frente al banco Colombia. Ese punto se ha convertido, por las “leyes del modernismo y la juventud”, en verdaderas cuevas de Rolando, como en la novela de Ludovico Ariosto, en vulgares amanecederos, y ninguna autoridad competente toma medidas drásticas. Bonches, gritos, envases rotos, reyertas pasionales, restos de empaques de comidas, pedazos de CD y excrementos y orines por todas partes. ¿Y qué? Píntela si no le gusta.
¿Y el ruido de las motos y de los carros locos que cada día más son una epidemia parasitaria quién la controla? Y sólo se trata de hacer cumplir el Código de Policía.  

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