Por Gerardo Delgado Silva
Su ignorancia, hace que
sintamos nostalgia por el hombre de Cro - magnon, que no tuvo pensamientos de
segunda intención. Escuchando a Trump,
se siente nostalgia por los primates.
Dizque es diplomático, un oficio de vanidad, que le ha permitido fingir
que ignora el mal y asume así la responsabilidad de él.
Él sabe, que para conseguir la
alienación de las masas bastará con controlar sus necesidades y sus
motivaciones, bastará con fomentar y controlar su conciencia consumidora. Es la brutalidad burocráticos del Fascismo,
un mundo masificado en el que la corrupción del lenguaje y la evidencia puede
conseguirse por el terror.
Es imposible frente a este
monstruo Trump, no recordar a George Washington, primer presidente de los
Estados Unidos, que después de haberla liberado, dio a su nación las pautas
democráticas por las que ésta se rigió entre las más poderosas del mundo.
Debemos evocar que, Inglaterra
había dado el ejemplo y señalado el camino institucional de la libertad por
medio de sus Declaraciones de Derechos.
Primero, la Carta Magna,
concedida por el Rey ante la exigencia de los señores feudales (1215). Después, la Petición de Derechos (1628),
emanada del Parlamento, que era una ratificación de la anterior, conservando
todavía las antiguas formas contractuales de “Carta Medieval”. Luego, el Habeas Corpus y el Bill de Derechos, (1869), ya con formas
modernas de Ley, en las que el Parlamento afirma su carácter de poder
legislativo; y por último, el Acta de Establecimiento(1701), en la que se
consolida la soberanía parlamentaria, señala la trayectoria de la Evolución
Constitucional Inglesa en esa materia.
Los emigrantes ingleses
llevaron consigo a América del Norte, el espíritu de estas instituciones y el
impulso transformador y evolucionista, de tal manera que cuando ese impulso se
detuvo en Europa, continuó desarrollándose en América.
Ya los padres peregrinos, que
llegaron a Nueva Inglaterra en 1620 en el Barco May Flower, empezaron por
acordar, durante el viaje, algunos de los principios fundamentales de la
dignidad y de la libertad individual.
Entonces se llevó a cabo, sin dificultad, la Declaración completa y
definitiva de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en Virginia, en el año
de 1776.
Francia que había aportado a
esta evolución institucional sajona, el estímulo de sus inquietudes culturales
y la audacia innovadora de sus pensadores políticos, filósofos y economistas,
adoptó el sistema anglosajón, y mediante su célebre Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano en 1789, dio universalidad y comunicó fervor
revolucionario a los principios de la Declaración de Virginia.
La Declaración Francesa
planteó al mundo el problema jurídico de la libertad de un modo
definitivo. Lo incorporó a la vida
institucional de todos los países civilizados y
cultos, y pasando sobre todas las vicisitudes, lo impuso como el triunfo
del espíritu contemporáneo.
Todas las constituciones del Siglo XIX, están impregnadas de ese
espíritu. Es el saldo que deja la
evolución de la cultura europea, encaminada desde los albores del Renacimiento,
a exaltar la personalidad humana y asegurarle sus derechos.
Todo esto lo ignora el Señor
Trump.
Ahora bien, este Señor Trump,
conspira abiertamente contra los latinoamericanos, con escandalosas
manifestaciones que no entiende, ni quiere entender, ni tiene, tampoco, porque
entender.
Aboga por instituciones
drásticas, rápidas y rígidas para deportar latinoamericanos de Estados Unidos,
dizque por traficantes, pretendiendo insensata y estólidamente que se puede
juzgar a los hombres sin leyes. Somos
precisamente los latinoamericanos quienes hemos padecido la insolencia de
algunos narcotraficantes, fundidos en abrazo fraterno con algunos
norteamericanos.
Y en otra actitud pedestre,
resolvió con infinita ruindad, ultrajar a América Latina, refiriéndose a los
inmigrantes mexicanos como “criminales”, y “narcotraficantes”. Sus frases en sí, envuelven la intención
injuriosa y calumniosa, esto es, que vulneran o lesionan la integridad o el
patrimonio moral de esas personas, y constituyen una aguda injusticia, que
invita por el solo enunciado al más franco rechazo, un despertar del alma
colectiva, un revelarnos contra la infamia.
Tenemos la sensación de que el
Señor Trump, no conoce a Colombia, como tampoco a México y repitamos a América
Latina, pues los primeros en advertir los peligros que vituperablemente nos amenazan,
los abismos insondables que estamos orillando, somos indubitablemente
nosotros. Como dijo Maritain: “… Vale
más cansarse por el bien, que ser abatido por el mal…”.
Para terminar, evidentemente,
y no se necesita ser psiquiatra, no hay duda alguna de la psicopatía,
ignorancia y brutalidad de Trump, pues ante la denuncia de su esposa, por
acceso carnal violento, se limitó a decir: “… en el matrimonio no existe ese
delito…”.
¿ Estados Unidos no ha
advertido el abismo insondable en que caería el mundo y concretamente el pueblo
latino con su gente de bien que es infinita mayoría, si el candidato Trump es
elegido presidente?. Para todos sus
habitantes ha llegado el momento de combatir y la pusilanimidad de ese monstruoso
candidato, de mostrar como pueblo norteamericano su valor o cobardía, su
dignidad o su vileza, su grandeza o su miseria.