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miércoles, 7 de julio de 2010

Un Bicentenario para la reconciliación

Colombia, miércoles 7 de julio de 2010

HORACIO SERPA

En este mes Colombia celebra los 200 años del Grito de Independencia. Así ocurre también en muchos países de América Latina. La fiesta de la libertad se ha sentido con fuerza desde la Patagonia hasta el río Bravo. Todos los pueblos han expresado su regocijo con una fecha llena de simbología y esperanza.

La historia está de moda. En todas partes del país se recuerda a los grandes héroes locales y nacionales. Hablamos con júbilo de los hombres y mujeres que aportaron su inteligencia, su esfuerzo y su vida por la Patria. Desde los pueblos más cercanos como Charalá, Socorro, San Gil, donde nuestros líderes tuvieron el valor de levantar su voz contra la tiranía, hasta los lugares más recónditos de nuestra geografía en donde los llaneros descalzados y desabrigados cruzaron la cordillera para dejar su huella en la historia.

En escuelas, colegios, universidades, en todos los municipios y departamentos se está haciendo la pedagogía del bicentenario. Una mirada al pasado para pensar en el futuro. Son muchas las preguntas que deberíamos hacernos en esta época de celebraciones: ¿Qué país hemos construido y cuál es el que nos merecemos? ¿Qué estamos haciendo por la paz y la reconciliación? ¿Por qué no hemos podido alcanzar en 200 años la anhelada reconciliación nacional? ¿Por qué más del 50 por ciento de la población aún se mantiene en la miseria y la pobreza?

¿Por qué seguimos, como hace 200 años, sumidos en una polarización que parece incurable, que amenaza la democracia? ¿Por qué todos no encajamos en el vecindario y hemos sido incapaces de levantar el muro que se ha construido alrededor de nosotros?

Pero nuestro mayor reto en este bicentenario es hacer cierta la Constitución de 1991. Desarrollarla, defenderla, volverla verdad para quienes reclaman sus derechos a la paz, la vida, la justicia.

La Carta Política debería ser el símbolo de las celebraciones. Porque es la guía a nuestro futuro y un gran avance democrático. Y tenemos que hacer cumplir al pie de la letra el mandato de la integración latinoamericana. No podemos estar celebrando el bicentenario en medio de un vecindario que nos mira con recelo, con sospecha, que nos considera no hermanos generosos, sino primos peligrosos.

Tenemos que volver la mirada al sueño integracionista de Bolívar, a su pensamiento iluminador. A pensar en grande en nuestra América mestiza. En sanar las heridas y caminar nuevamente juntos por el camino del entendimiento, del libre comercio, del libre tránsito de bienes y personas. Del desarme de los espíritus y de los ejércitos. Nadie quiere más guerras verbales, nadie desea más desgaste ni más provocaciones. El presidente electo, Juan Manuel Santos, tiene ante sí el reto mayúsculo de integrar a Colombia con sus hermanos. Y estoy seguro que lo va a cumplir, con tacto, perseverancia y talento diplomático.

A 200 años del grito de Independencia es hora de la reconciliación. El reloj de la historia nos lo exige. Bolívar nos lo reclama.

martes, 13 de abril de 2010

¡Firmes, carajos!

Colombia, miércoles 13 de abril de 2010

HORACIO SERPA
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En este año del Bicentenario lo menos que podemos hacer es recordar a nuestros próceres y elogiar sus hazañas. Han pasado 200 años desde el llamado “grito de independencia” y son muchas las enseñanzas que nos dejó esa época gloriosa.

El Santandereano más destacado en dicha gesta libertaria fue Custodio García Rovira. Nació en Bucaramanga el 2 de Marzo de 1780 y estudió en el Colegio Mayor de San Bartolomé, donde se graduó de Bachiller. Luego recibió el título de doctor en Derecho, siendo aceptado oficialmente como Abogado por la Real Audiencia de Santa Fè de Bogotá.

En el mismo Colegio fue profesor de Francisco de Paula Santander, Josè Ignacio de Marquez, Liborio Mejia y Antonio Ricaurte, entre otros. Humanista como era, hizo tertulia con Camilo Torres, Antonio Nariño, José Fernández Madrid, Miguel de Pombo, Francisco Antonio Ulloa y Manuel Rodríguez Torices. Como quien dice, lo más granado de nuestros insignes libertadores.

Después del 20 de Julio de 1810, siendo patriota y luchador, fue elegido por votación popular como Gobernador del Socorro. Fue Presidente de la Unión en 1814. Para defender la independencia abrazó la carrera de las armas, hasta lograr el título de General. Como tal fue designado Comandante en Jefe del Ejército del Norte para combatir las fuerzas españolas de la pacificación, con las que se enfrentó en el sitio denominado Cachirí, en Santander.

Allí luchó con bravura. Los españoles superaban sus tropas en número, pericia y armamento. No obstante, García Rovira sabía que con mística y valor podría alcanzar la victoria, deteniendo a los reinosos que iban para la Capital. Los españoles tenían más poder, más logística, más recursos, pero el criollo estaba convencido de que con estrategia, lealtad y uso adecuado de los medios a su alcance, derrotarían la prepotencia enemiga. Pero la desconfianza empezó a cundir en las filas patriotas, muchos de sus jefes vacilaron, otros abandonaron las armas y empezaron a retroceder, algunos dieron la espalda a la causa libertadora y el caos comenzó a hacer estragos. No todos escucharon el grito del General, que pasaría a la historia: ¡FIRMES CARAJOS!

La batalla se perdió y los españoles dominaron a la Nueva Granada, con el General Morillo a la cabeza. Años de lamentaciones, muertos, ruina, sufrió nuestro pueblo. García Rovira fue fusilado el 8 de Agosto de 1.816. Por buena fortuna, Bolivar y Santander ratificaron la libertad el 7 de Agosto de 1.819 en el Puente de Boyacá.

Dice la sabiduría popular que quienes no toma ejemplo de la historia, están condenados a repetirla.

La incoherencia, la insubordinación, la deslealtad, la inconsistencia y la desconfianza, el no saber esperar, generan confusión y llevan a la derrota.

Las grandes causas se imponen cuando hay mística y no se entregan las banderas, ni aún en las más adversas circunstancias. Nunca se debe aceptar la derrota hasta no dar a fondo la última batalla. Que no se repita Cachirí, esa historia de dudas, de desconfianza, de vergüenza, de derrotismo. ¡FIRMES CARAJOS!

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