TRAFUGARIO
La lamentable y triste historia del ciclista gringo Lamce
Armostrong, quien entre tantos otros triunfos ganó la vuelta a Francia siete
veces, ojalá sea leída no sólo por los deportistas sino por todos los jóvenes
del mundo. Enseña tantas cosas que uno no sabe por qué parte empezar a hacer un
análisis para dejar claro que no hay que llegar primero sino que hay que saber
llegar. Pues aquí cae todo género de hombres grandes en todos los sentidos, que
no en pocas ocasiones lo hacen sentir a uno como si hubiera venido a perder el
tiempo en este planeta del diablo. Como si uno estuviera de más, porque no
tiene camionados de dinero o de barras de oro, y como si sus triunfos modestos
surgidos de grandes esfuerzos económicos, físicos, intelectuales y
profesionales, no tuvieran ningún valor ante esos reyezuelos que llegaron a sus
tronos con las mismas cochinas trampas que lo hizo este deportista quien ahora
lo espera el más triste de los premios para los que un día se creyeron dioses:
el olvido.
La ruina económica, además, no creo que sea excitante para un individuo que creyó que el dinero lo es todo en la vida porque, el hombre que así lo cree, hace cualquier cosa por dinero. Pero también sabe que tarde que temprano termina siendo un mequetrefe indisoluble de sus propias circunstancias. La cárcel ha de ser lo de menos porque él sabe muy bien que quien vive en el delito en él perece. Dicho en otras palabras eso es bíblico, ineludible y tormentoso. Me produce nostalgia el ciclista porque después de superar un temible cáncer de testículos, le quedaron fuerzas para querer ser, y poder ser millonario y famoso como cualquier hombre prominente y lo logró. Qué mal ejemplo para todos los deportistas del orbe pero lo logró. Qué mal ejemplo para todas las personas honradas de este mundo pero lo logró.
Ahora mis lectores van a pensar que se me ha corrido la teja. No obstante, la verdad es que siento un enorme pesar por el ciclista. Y fundamento ese pesar porque mi teoría sobre el “enriquecerse de cualquier manera”, cobra valor. El vivo vive del bobo y el bobo de papá y mamá, reza la filosofía callejera. Y en un medio tan adverso como el nuestro, pa’que le digo que no si sí. ¿Acaso esos no son los pilares dialécticos de la filosofía de la riqueza? ¿Luego ese no ha sido el modus operandi del capitalismo salvaje? ¿Luego no es mejor ser rico que pobre? Lo que pasa es que grandes jueces han sido grandes pecadores y por eso es que caminando rápido la cojera no se deja ver. Y es que con lo del ciclista surgen muchas preguntas que no son fáciles de responder. Cómo carajos gana siete vueltas a Francia, la prueba más cotizada del mundo en el ciclismo, y se pasa por la galleta todos los controles científicos. Por eso a Lamce Armstrong lo “admiro”. Porque a veces lo veo, con sus características de “abeja sideral”, más colombiano que norteamericano.
Me parece ver ahí a un contratista o a un alcalde bogotano pero con la doble neurastenia de que “a uno no lo llevan en nada puesto que todo es para ellos solos”. Y uno dizque escribiendo libritos de literatura y columnitas periodísticas para ver si algún día ocurre el milagro. Y los escultores haciendo esculturas y los pintores creando paisajes y los músicos sacándose los ojos para concebir partituras con el objetivo inocente de que algún día acurra el milagro. Para mí que Lamce es la cabeza visible de un nido de corrupción donde están metidos grandes deportistas de otras disciplinas, además laboratorios y científicos fabricantes de drogas y fármacos y figuras grandes del capitalismo mundial. Lamce es un deportista que por haber superado un cáncer, pudo haber servido para experimentos científicos en la rama de la farmacología del doping de cuya magnitud nadie tiene ni la más remota dimensión. Y lo más verraco de todo es que esas empresas siniestras podrían estar operando por debajo de la mesa.
La ruina económica, además, no creo que sea excitante para un individuo que creyó que el dinero lo es todo en la vida porque, el hombre que así lo cree, hace cualquier cosa por dinero. Pero también sabe que tarde que temprano termina siendo un mequetrefe indisoluble de sus propias circunstancias. La cárcel ha de ser lo de menos porque él sabe muy bien que quien vive en el delito en él perece. Dicho en otras palabras eso es bíblico, ineludible y tormentoso. Me produce nostalgia el ciclista porque después de superar un temible cáncer de testículos, le quedaron fuerzas para querer ser, y poder ser millonario y famoso como cualquier hombre prominente y lo logró. Qué mal ejemplo para todos los deportistas del orbe pero lo logró. Qué mal ejemplo para todas las personas honradas de este mundo pero lo logró.
Ahora mis lectores van a pensar que se me ha corrido la teja. No obstante, la verdad es que siento un enorme pesar por el ciclista. Y fundamento ese pesar porque mi teoría sobre el “enriquecerse de cualquier manera”, cobra valor. El vivo vive del bobo y el bobo de papá y mamá, reza la filosofía callejera. Y en un medio tan adverso como el nuestro, pa’que le digo que no si sí. ¿Acaso esos no son los pilares dialécticos de la filosofía de la riqueza? ¿Luego ese no ha sido el modus operandi del capitalismo salvaje? ¿Luego no es mejor ser rico que pobre? Lo que pasa es que grandes jueces han sido grandes pecadores y por eso es que caminando rápido la cojera no se deja ver. Y es que con lo del ciclista surgen muchas preguntas que no son fáciles de responder. Cómo carajos gana siete vueltas a Francia, la prueba más cotizada del mundo en el ciclismo, y se pasa por la galleta todos los controles científicos. Por eso a Lamce Armstrong lo “admiro”. Porque a veces lo veo, con sus características de “abeja sideral”, más colombiano que norteamericano.
Me parece ver ahí a un contratista o a un alcalde bogotano pero con la doble neurastenia de que “a uno no lo llevan en nada puesto que todo es para ellos solos”. Y uno dizque escribiendo libritos de literatura y columnitas periodísticas para ver si algún día ocurre el milagro. Y los escultores haciendo esculturas y los pintores creando paisajes y los músicos sacándose los ojos para concebir partituras con el objetivo inocente de que algún día acurra el milagro. Para mí que Lamce es la cabeza visible de un nido de corrupción donde están metidos grandes deportistas de otras disciplinas, además laboratorios y científicos fabricantes de drogas y fármacos y figuras grandes del capitalismo mundial. Lamce es un deportista que por haber superado un cáncer, pudo haber servido para experimentos científicos en la rama de la farmacología del doping de cuya magnitud nadie tiene ni la más remota dimensión. Y lo más verraco de todo es que esas empresas siniestras podrían estar operando por debajo de la mesa.