-----------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO
IMBECILIDADES DEL HOMBRE
Estoy seguro que un cuento de sala de los más conocidos en Colombia es ése del estudiante adulto de validación del bachillerato nocturno que se encontró con un español e ipsofacto lo encendió a coñazos como cualquier Mike Tyson pandillero. Por qué le pega, le pregunta su compañero de clase también adulto. Porque es español y los españoles invadieron a América y asesinaron a nuestros aborígenes y además saquearon todas nuestras riquezas. Pero eso hace ya más de quinientos años, le aclara el amigo. Qué importa, argumenta el agresor, a nosotros nos lo contó la profesora de historia en la clase de antenoche. Y eso es exactamente lo que están haciendo “los interesados” cuando se revive el cuento del conflicto de Colombia, Venezuela y Ecuador. Precisamente ahora cuando las cosas entre las tres naciones marchan a las maravillas y las tres economías se fortalecen mutuamente. Ahora que la hermandad y la cooperación de los tres mandatarios salta a la cara, y los lazos no solamente económicos sino sociales y culturales están en proceso de fortalecimiento. Para qué evocar un pasado que involucra a las tres naciones prácticamente en las mismas condiciones. Entonces aquí surgen varias preguntas del millón. Para la muestra varios botones. ¿A quién o quiénes y por qué les conviene revivir el conflicto? ¿ Acaso al expresidente Uribe que no ha entendido ni ha querido aceptar que el periodo de su dinastía ya termino y él ya, en cuanto al gobierno se refiere, es un cheque cobrado? A él en parte, deduce uno, porque al igual que Tutankamon o cualquiera de los demás faraones, sueña con el poder eterno y por eso hicieron esas pirámides eternas para que les sirviera de tumba o de mausoleo. Aquí las tres pirámides, en parte, es la resucitación del conflicto que en últimas lo que busca es, casi que estoy demasiado seguro es, repito, joderle la imagen al buen gobierno, por no decir excelente, que hasta el momento ha logrado el presidente Juan Manuel Santos, sobre todo en el campo de las relaciones internacionales.
Porque si hay que anotarle un hit al presidente Santos es haber saneado, de entrada, las relaciones destartaladas y ya casi que difuntas con la hermana república de Venezuela, una economía con la que se tranzan algo así como ocho mil millones dólares anuales. Una nación con la que hemos estado unidos como gemelos univitelinos desde muchos siglos antes de que llegaran los españoles porque las divisiones las generaron precisamente los intereses de los señores conquistadores y de los países invasores que estos representaban. Posteriormente se replantearon y se sanearon las relaciones con la hermana república del Ecuador que inmediatamente revivió la economía, primordialmente, del occidente y del suroccidente del país.
Afortunadamente los mandatarios y sus órganos de gobierno se pellizcaron y dijeron, pistola para los gringos. Porque es que a ellos tampoco es que les convenga mucho la unidad latinoamericana si se tiene en cuenta que en este momento economías enormes como la de Brasil tiene lazos estrechos con la China de los chinos. Y que para allá van Venezuela y Argentina y otros países y los gringos saben muy bien que son más de cuatrocientos millones de almas con una gran capacidad de consumo.
Entre otras cosas, ellos practican perfectamente con precisión satelital el famoso, “divide y reinarás” porque, como los cocodrilos, tienen las mandíbulas grandes de tanto mascar chicle. Como para nadie es un secreto que las relaciones de poder compartido con las que soñó el expresidente Uribe con el presidente Santos se le “visquiaron”, entonces, es muy posible y esto es producto de mi acalorada imaginación, que el hombre con la piedra afuera busque metodologías luciferinas para “retaliar” y una efectiva podría ser esa: resucitar un Lázaro que ya huele a ratón muerto. Afortunadamente los tres mandatarios, de una manera inteligente y lógica, le dieron vuelta a esas páginas negras de la historia de los tres países que un día casi se enfrascan en una guerra tripartita que hubiera sido otra vergüenza más para la humanidad. Una vergüenza repugnante, por demás.