Colombia, miércoles 10 de febrero de 2010
HORACIO SERPA URIBE
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A Cambio se le acabó el tiempo. Después de circular durante 17 años, haber tenido en su planilla a los mejores periodistas del país, incluso al Nóbel García Márquez y sobrevivir económicamente, el grupo Planeta decidió ponerle punto final a esa empresa periodística.
Ha sido una mala noticia para nuestra democracia, tan necesitada de una prensa libre, independiente, corajuda, comprometida con la verdad y que vaya mucho más allá de la versión oficial de los hechos. Un periodismo que denuncie, cuestione, escudriñe, rompa los embrujos de la imagen, descubra nuevas audiencias y muestre un país diverso.
A Cambio la enterraron cuando estaba en su mejor momento periodístico. Con Rodrigo Pardo, María Elvira Samper y un joven equipo de periodistas, ese medio creció cuando se negó a ser una caja de resonancia, un vocero de la derecha, un legitimador de los hechos más oscuros que han sacudido el país en las últimas décadas y un irresponsable con la historia y la democracia.
La denuncia del paramilitarismo, la parapolítica, las chuzadas del DAS, el escándalo de Agro Ingreso Seguro, los falsos positivos, los meganegocios teñidos de corrupción con apellidos a bordo, convirtieron a Cambio en un estorbo para quienes trabajan con el engaño y se esfuerzan todos los días por convertir a Colombia en un remedo de democracia, en una república bananera, con una sola verdad, una sola voz, un solo partido, una sola opcion. Un país con poca dignidad, sin futuro, sin libros, sin noticias: solo reinas, silicona, cirugías y fútbol.
El periodismo colombiano está en crisis. La concentración del poder económico, político y mediático ha impedido el surgimiento de nuevos medios. Varios de los más poderosos han girado a la derecha reaccionaria. Se ha estigmatizado a quienes hablan de derechos humanos, convivencia, negociación del conflicto armado. Nadie puede tocar el tema de la paz.
Los manuales de periodismo sobran. Basta leer las páginas editoriales y los titulares de algunos grandes medios. Ser independiente no da réditos, solo produce amenazas y bolsillos vacíos que llevan al cierre o al exilio. Algunos valientes mantienen la pluma en alto y la dignidad intacta. Son ejemplos a seguir por las nuevas generaciones de lectores y escritores.
El derecho a la información está cada vez más limitado. Hay poco que leer, ver, escuchar. La mayoría quiere congraciarse con el poder. El tercer canal es un anzuelo que busca alineamientos. Pocos se atreven a criticar, a denunciar, a mostrarle a la opinión pública que también hay flaquezas, dificultades, vacios e improvisaciones, que la corrupción crece, los paramilitares matan, el clientelismo manda, la pobreza aumenta, el país se desbarata y una bigornia de diablos posa de ángeles.
En algunos países los medios se cierran con decretos oficiales, en Colombia con decisiones comerciales. Pero no todo es malo: nos quedan medios independientes, periodistas de carácter, profesionales que no se arrodillan ante los propietarios, queda la Internet y luchan muchos valientes en las regiones. Cambio y fuera.
Bucaramanga, 10 de Febrero, 2010
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