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martes, 16 de junio de 2015

Escuchar a la gente

Por Sergio Isnardo Muñoz
Vengo de una experiencia en lo público que enseña a caminar barrios y veredas en busca de contacto con la gente, con el propósito de identificar sus problemas para buscarles soluciones efectivas. Y lo que se siente en las caminatas es ni más ni menos el gran clamor de cambio y renovación que pide la ciudad.
He palpado, por ejemplo, el descontento de los ciudadanos con la forma como ha sido manejado el gobierno. Hombres y mujeres, por igual, están fatigados de los administradores públicos a quienes anima, en primer lugar—y casi exclusivamente—el deseo de resolver sus problemas económicos personales. ¿Cómo puede ser posible—me dijo una señora en un barrio—que en nuestro país hayamos asumido como cosa normal que procuren, como propósito principal de su ‘gestión’, hacer ‘negocios’ que les garanticen su paso directo de un modesto apartamento alquilado, al exclusivo conjunto residencial Ruitoque Golf Country Club? ¿Por qué razón se admite, como la cosa más lógica del mundo, que los administradores públicos hagan negociados como si al lograr la elección para un determinado cargo se hubiesen convertido en dueños del Estado? Se les olvida que ¡el Estado somos todos y cada uno de nosotros!
Inquietudes como estas son legítimas y a los ciudadanos no sólo hay que escucharlos sino interpretarlos, ese sentir me compromete en el propósito de superar este estado de cosas, no debemos permitir como sociedad que a algunos servidores se les mejore sus condiciones de vida de manera escandalosa, mientras que las miles de personas que los llevaron a las posiciones de poder siguen en la marginalidad.
Ese sentimiento generalizado de la gente en la ciudad ha dado fuerza a este movimiento ciudadano que he liderado y nos sigue generando esperanza para dar paso a una renovación político-administrativa que nos permita construir auténtico desarrollo económico y el bienestar al que todos tenemos derecho. Pareciera que la sociedad, hastiada de esta fiesta de la ilegalidad, hubiese decidido impulsar ideas de cambio para remediar tantos males que confabulan contra nuestras posibilidades de sana convivencia. La conciencia del peligro que significaría repetir, en las próximas elecciones, este modelo egoísta de los negociantes de lo público, convertidos en administradores públicos, parece crecer todos los días. Encarnamos la esperanza de un cambio positivo para el proyecto colectivo de ciudad.
La más reciente encuesta de intención de voto nos ubica entre los punteros, con una tendencia creciente, ratificando la encuesta lo que hemos sentido en las calles. Hemos interpretado el sentir de miles de bumangueses. Seguiré escuchando mientras recorremos los barrios o realizamos conversatorios sobre temas diversos de ciudad. Bucaramanga está preparada para hacer el cambio y yo estoy listo para liderarlo.
A propósito: No puede Bucaramanga aceptar el burdo despropósito que está a punto de realizar el Municipio con las Fotomultas. ¡Debemos unirnos! ¡Sí al control y prevención vial, no al negocio de las Fotomultas!

jueves, 27 de mayo de 2010

TRAFUGARIO

------------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO

O ES LA VIDA O ES LA MUERTE

Esta mañana del jueves ha amanecido lloviendo. No torrencialmente, pero ha amanecido lloviendo. Yo caminaba a paso de enfermo del estómago no solamente porque estaba lloviendo sino porque tenía afán de leer el periódico que es un ritual para mí desde hace mucho tiempo. En RCN, Clara López, el dos del candidato Gustavo Petro, estaba comentando preocupada y a la vez disgustada que otra vez habían amenazado de muerte a su jefe. Por enésima vez, pensé yo, y sentí prurito en las costillas. La gente deambulaba, como hoy, por las calles en su cotidiana tarea de asistir al trabajo, los que lo tienen. Los que no, a mirar y a escuchar en los televisores públicos, de los cafés o de los billares viejos, qué prometen los cándidos candidatos a la presidencia de la República. Así se llama la novela que ahora estoy escribiendo: “El Cándido Candidato”. Pero en mi caminata por la acera se da un hecho que me deja perplejo. Un hombre de no mas de 25 años, un muchacho, mejor, está sentado, sin camisa en el borde del andén, degustando bajo la lluvia, tristemente alegre unos tragos de “aguardiente” de esas botellas que valen a mil pesos.
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Observo que a veces canta y a veces vocifera pero uno deduce de una que está triste. Una señora joven y bonita va feliz con su hija de unos cinco añitos, y la lleva a rastras, casi volando, para el jardín infantil. La niña también va feliz. Esa misma mañana, de igual manera han dicho en las noticias radiales de Gossaín, que las dos Coreas, la comunista y la capitalista, quieren acabar con la paz mundial porque en un arranque de patriótico chouvinismo se van a romper la cabeza a punta de bombazos nucleares. O por lo menos a misilazos y a tancazos. Y a balazos, porque esas son las normas internacionales para las guerras convencionales. Es decir, las aprobadas por las naciones unidas o sea “las más civilizadas”.

Al pasar por un sitio que sin lugar a dudas es un recinto de dos con cinco en conducta, unos borrachos amanecidos departen alegremente como en el viejo poema de El brindis del bohemio. Están felices a su manera. En las emisoras de radio y televisión de las principales cadenas del mundo, a cada instante que transcurre, los animadores, los locutores y los periodistas de ambos géneros, incluso de otros géneros como la Baily, comentan, dicen y desdicen del mundial de fútbol, la fiesta humana más grande del planeta así la mayoría de damas casadas del orbe digan que no. Las que sufren de PAI (Pelotafobia Aguda Intransigente) pero esta vez referida a las pelotas de darles patadas o sea las del fútbol. Claro que existen algunas mujeres que les dan patadas a otras pelotas. Como a las pequeñas pelotas de ping pong, por decir algo. En síntesis, yo a lo que quiero llegar es al interrogante de por qué la humanidad es contradictoria y autodestructiva. Y por qué las grandes contradicciones de la humanidad, las que afectan a todos los géneros y a todos los niveles, siempre están orquestadas por los más poderosos y revisen bien a ver si me equivoco. Mientras los surafricanos se descamandulan el bolsillo y botan la puerta por la ventana para organizar tamaña fiesta de la que estoy comentando, la del fútbol, que es la alegría de la mayoría de las gentes, otros países instigados y “embombados” por intereses geoestratégicos abanican las brazas para que se conviertan en una llamarada también mundial. ¿Acaso no es mejor un partido de fútbol, así sea en la pantalla chica, que las escenas de tanques destruyendo ciudades y aviones bombarderos tumbando edificios y matando gente? ¿No será más bacano ver la final del mundial, que asistir al “final de la humanidad” en medio de una temperatura de vario miles de grados centígrados, lluvias ácidas, nubes de polvo radiactivo cubriendo el globo terrestre e ionización de la atmósfera, entre tantas otras, por el conducto aleve de una explosión nuclear? Lo hace mejor el borrachito que vi ese día por la mañana que en medio de la lluvia y la soledad está acabando con la vida, pero con la diferencia enorme que se trata de la vida de “EL”, y no la del resto de la humanidad.

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